Publicidad, cine y México

Este blog recoge desde hace algo menos de seis meses algunos temas que tratan de cine y también de publicidad. Quizás, la mayor parte de nuestros (de todos) los fondos aportados por los lectores se acercan al mundo del libro, la poesía, el arte, la música, el teatro o la televisión. En esta ocasión aportamos una lectura que trata de la publicidad en el cine, en un país que ama el arte como es México. Para nosotros es importante porque desde Publidocnet estamos trabajando en una sección que en breve tratará esos temas: la recuperación del patrimonio cinematográfico y publicitario en España. Pasen y lean. Lean y disfrunten.

Por Mauricio Peña
En la actualidad, con todos los medios de difusión que existen, publicitar una película del cine mexicano se ha convertido en una estrategia en la que hay un poco de indiferencia y también un poco de descuido. Hay una cierta y manifiesta altanería de los distribuidores del producto cinematográfico de que una película va a tener un gran éxito, solamente porque se la anuncia en la televisión, porque se la promueve por medio de un mecanismo que se ha refinado con el paso de los años y que busca ahorro en el gasto publicitario utilizando a todos los periodistas en promotores sin sueldo a partir de su asistencia a una función privada de tal o cual película (sobre todo las extranjeras) convirtiendo el hecho en un acto elitista en el que todos los que llegan a esas exhibiciones se pueden convertir en críticos de cine en forma instantánea y ser elegidos para citar su comentario difundido en su respectivo medio, en los anuncios desplegados de los periódicos de gran circulación. Esas gacetillas de difusión de estrenos cinematográficos se pagaban también en los diarios y se las acompañaba de una fotografía con una escena que iba a servir de perfecta ilustración para atraer espectadores a las salas fílmicas.

El arte de la publicidad cinematográfica tiene un origen paralelo con el cine, porque en cuanto se establecieron los sistemas para la realización de películas, los pioneros del cine siguieron el credo de Toulouse Lautrec, creador del cartel en las calles de París en la llamada Belle Epoque, de que tenía que ser “un grito en la pared”, y esto me lo enseñó Armando Vargas Briones, uno de los maestros de la publicidad cinematográfica en México que a su vez lo había aprendido de su hermano Juan Antonio y también de los hermanos José y Leopoldo Mendoza, y también José Luis Mendoza y Jacob Mendoza, que fueron los grandes exponentes de esta especialidad precisamente cuando el cine mexicano tuvo su gran auge. Ellos seguían la escuela europea para hacer publicidad cinematográfica, lo cual los convertía en personajes muy apreciados y queridos por los productores de cine.

La idea de este comentario ha surgido de la petición de un visitante frecuente de esta página, que estudia diseño gráfico en la Ciudad de Monterrey, Nuevo León. A él y a todos los estudiosos del fenómeno cinematográfico dispuestos a incorporarse a un movimiento que ya tiene muchos defensores, se les ocurre de pronto imaginar que hay entre todos ellos quienes quisieran hacer carrera en la publicidad cinematográfica porque piensan que de esa forma también pueden engrandecer a nuestro cine. Desde hace algunos años pensamos que el publicista de cine, tal como lo conocimos nosotros, es una especie que ya desapareció.

Existen especialistas en diseño gráfico y su arte no tiene fronteras y precisamente allí es donde creemos que falla su actuación cuando se trata de vender películas mexicanas, de crearles un marco estético para convencer al público de que deben verlas. De todos los nombres que mencionamos arriba y que tuvimos el privilegio de conocer personalmente a algunos de ellos y de recibir la inmejorable oportunidad de poner en práctica sus enseñanzas en el renglón de la publicidad de cine en agencias de grato recuerdo como Ars Una Publicistas, Procinemex y Publicidad Cuauhtemoc, nos da la pauta para pensar que en cierto momento habrá gente de mucho empuje que vuelva a repetir esa experiencia maravillosa en la que participaban grandes artistas plásticos mexicanos para crear esa imagen que definía una película y también los escritores que creaban una frase, un “slogan” publicitario para conseguir el milagro de un éxito de taquilla. Los nombres de grandes poetas nacionales como Salvador Novo y Efraín Huerta, pusieron en juego su ingenio literario para crear esas frases y periodistas de la talla de Angel Alcantara Pastor, Fernando Morales Ortiz, Guillermo Vázquez Villalobos y Raúl Velasco, fueron ejemplo a seguir para esa experiencia única que seguimos en forma paralela a una carrera en la crítica y el periodismo cinematográficos.

Los artistas plásticos llegados de España al terminar la Guerra Civil en su país, se incorporaron al cine mexicano haciendo carteles, pero ya había un caso excepcional de Juan Antonio Vargas Ocampo, creador de la primera agencia de publicidad cinematográfica a partir de que Antonio Moreno hizo “Santa” (1931), la primera película sonora del cine mexicano. Estaban participando también escritores y poetas, entre los que se destaca el “gran cocodrilo” Efraín Huerta, para dar con su pluma un toque magistral que hacía excepcionales cada una de esas campañas que tenían un cartel de Francisco Rivero Gil, Josep Renau Berenguer o José Spert, que se hermanaban con los mexicanos Ernesto García Cabral y Ernesto Guasp para hacer de mayor hondura artística esa estrategia que contribuyó para dar etiqueta legítima a todas esas películas que se atesoran en las cinematecas del mundo.

Fuente:
http://www.filmeweb.net/magazine.asp?id=585