W. Eugene Smith, más allá de la fotografía

Juan Miguel Sánchez Vigil

 

Mientras se juega la final de la Copa de Europa entre España y Alemania, decenas de miles de españoles, en su mayoría jóvenes, se darán cita en la plaza de Colón de Madrid para disfrutar del evento. Casi ninguno sabrá que bajo sus pies se expone la muestra organizada por PhotoEspaña con la obra de W. Eugene Smith, uno de los grandes del reportaje. Murió joven, con 60 años, pero recorrió el mundo en busca de la verdad. No hablaré de su obra sino de lo que me vino a la cabeza mientras contemplaba las  fotografías y leía los textos explicativos.

Durante 9 años la revista Life le costeó los viajes para dejar constancia de las cosas que pasaban por el mundo, y en su compromiso social constató la realidad (El título de la exposición es “Más real que la realidad”). Así fue. Este hombre alcohólico y drogadicto, nacido en una sociedad que perseguía a quien cruzaba la raya, y que hoy prohibe hasta el tabaco, tenía sin duda detrás una mano protectora y dinero, el que se necesitaba para viajar a España en 1950 con dos asistentes para hacer el reportaje de un pueblo español que sufriera la escasez de alimentos en la posguerra. Smith lo encontró en la villa extremeña de Deleitosa y se recreó con aquella España muerta. Un reportaje que sobrecoge y despierta la rebeldía contra quien había sumido a las gentes en la miseria que brota de las imágenes.

Nada distinto a lo que captaban los tardopictorialistas españoles de la época a los que no hace falta nombrar, o a las fotos que tomaban los ambulantes anónimos y que no podían publicar por la censura y porque no había prensa donde publicarlas. El 9 de abril de 1951 la revista Life sacó  las fotos y en todo el mundo se conoció la intrahistoria de la España franquista.

Ninguno de aquellos ambulantes a los que me refiero tenía “asistentes”, porque ni siquiera ellos podían comer. Se ha escrito mucho del retrato de aquellos guardias civiles de tricornio y fusil, y nos preguntamos hoy como pudo hacerlo. Hago una observación simple, que puede ser imprecisa, pero no descaminada. A finales de los setenta traté de fotografiar el edifico de las Cortes y el policía de guardia me lo impidió mientras un grupo de japoneses disparaban su rollo completo a mi lado con total impunidad. Smith era extranjero y nada de lo que hacía levantaba sospechas en aquellos hombres de formación nula; más bien despertaría hilaridad por su aspecto de gringo.

Smith dibuja esa España triste y sometida, pero también de manera inconsciente la vida cotidiana, que no era otra que la se ve en el blanco y negro de los papeles. El resto de los reportajes son, también, extraordinarios: Médico Rural, La Comadrona, Un hombre piadoso o Minamata. Insisto que nada de lo que escribo tiene que ver con la obra del fotógrafo sino con el continente, con el contexto, con el forro. Porque el reportaje sobre la matrona negra, reflejo de la sordidez y penuria de los negros en Estados Unidos, es tan duro como el que recoge las miserias de nuestra España.

Ahora sí, ahora me detengo en el contenido de la exposición para decirles que si no la ven será imperdonable. Mientras la multitud se exalta sobre las fotos de Smith en la plaza de Colón entre las 9 y las 11 de la noche del domingo, los tipos muertos de las fotografías (españoles, americanos, japoneses, blancos, negros y amarillos) dormirán el sueño de los justos. Y ahora, mientras escribo, me pregunto: ¿Y a quien le importa ya todo aquello?  Pero la fotografía nos lo recuerda, nos lo restriega ante los ojos para que nunca se nos olvide. Gracias Smith.

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Un comentario

  1. Es la segunda vez que contemplo la fotografía de la Piedad de Minamata, no se como se llama la fotografía pero para mi eso es lo que es, una Piedad con su hijo moribundo y me parece que es una fotografía hermosa, la cara de la madre desprende un amor profundo y universal, una adoración al fruto de su cuerpo, una serenidad y un, soy tu madre y siempre estaré contigo, que como madre me conmueve.

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