Sobre el iPhone y la crisis
El iPhone: otro ingrediente para la ensalada de la crisis
La prensa del sábado 12 de julio de 2008 daba noticia de que dos colombianos habían sido los primeros en adquirir el iPhone de 3G de Apple después de 17 hotas de espera. Sencillamente ¡Extraordinario! Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad… decía la zarzuela.
Mientras el programa Informe Semanal, en un magnífico documental de Vicente Romero, nos ofrecía la situación en que se encuentra el pueblo etíope, el G-8 cerraba sus sesiones con una pantagruélica comida y un espectáculo japonés (sin ballenas porque ya las han matado casi todas).
Y mientras una interminable cola de tipos esperaba para adquirir el aparatito, cientos o miles de personas se tragaban la rabia porque el servidor de su correspondiente compañía insertaba esta nota: «El servidor no responde».
Podemos eternizarnos esperando respuesta a determinadas cuestiones porque la página oficial de una institución no carga, podemos desesperarnos porque las compañías telefónicas responden mediante contestadores automáticos que no ayudan a solucionar el problema… Ejemplos y experiencias de esta índole tenemos todos, por no comentar esa maravillosa posiblidad de solicitar o resolver problemas mediante sistema automazido vía Internet que no tiene valor si no se acompña de los mismos documentos impresos, firmados y entregados en la oficina correspondiente por triplicado (incluida la matrícula de la Universidad): «Su solicitud se ha cursado correctamente, pero no olvide entregar tres copias firmadas en la ventanilla xxxx».
¡Enhorabuena a quienes después de 17 horas de espera consiguieron el iPhone! No hace falta explicar lo que significa, el iPhone viene a colaborar en la cacareada igualdad desde el acceso a las tecnologías para todos. Medio mundo conectado y el otro medio desconectado. Leo en el diario ABC: «Telefónica no fue la única que hizo negocio, porque los restaurantes y hoteles próximos a la antigua sede social de la operadora, como el Trypp o el Senator, no dieron abasto para saciar el hambre acumulada y alojar a los inquietos huéspedes. La escena se repitió en las más de 1.500 tiendas de la compañía preparadas al efecto, muchas de las cuales cerraron ayer sin existencias».
¿Hasta dónde puede llegar nuestra estupidez?
Me imagino a esos niños con el iPhone en la mano. Una broma de mal gusto de los individuos reunidos en Oriente para decidir los destinos del mundo. Efectivamente nos hacen sentir mal.