Desde que Google creó Google Books (books.google.es) el tema de los derechos de autor ha llenado páginas y páginas, de las impresas y de las otras. Es curioso que el dinero haya movido a los autores a reivindicar la autoría y a las editoriales a presionar al gigante para sacar tajada.

La batalla de los autores contra las editoriales estaba perdida (escasa información sobre tiradas, imposibilidad de comprobación de las mismas, liquidaciones sospechosas…). Las quejas de los autores en los mentideros eran -son estas- (y no siempre con razón), aunque la denuncia nunca se verá materializada por miedo a que se cierren las puertas, máxime cuando la mayoría de las editoriales están en manos de los grandes.

La idea de Google de poner a disposición de lectores e investigadores los fondos repartidos en miles de centros no solo es extraordinaria sino que asustó a muchos (editores). Por eso se escribe tanto sobre la buena o la mala fe del proyecto. En el Senado romano, los políticos hacían siempre una pregunta clave cuando se presentaba un proyecto nuevo: ¿A quién beneficia?

En este caso la respuesta es contundente: a todos. Es obvio que la regulación es necesaria, es obvio que el autor es el propietario de los derechos, y es obvio que quien arriesgó en la publicación debe recibir la compensación por ello.

Encenderemos la mecha: a quien menos le preocupa este tema es a los autores, porque se escribe para difundir, para dar a conocer lo que se crea; y por otra parte hay una respuesta a las editoriales que tiene su razón de ser (la venganza se sirve fría, porque cientos de autores han esperado y esperan una respuesta de los editores sin saber que sus originales jamás serán leídos).

Los derechos (salvo en casos contados con los dedos de la mano) son ridículos, y si lo que se recibe por un libro es mínimo, la venganza llega gracias a Internet y a Google. Y aquí no termina todo, porque los blogs y las webs son otra gran posibilidad de venganza.

De momento, millones de volúmenes gratuitos de Google Books obligan a revisar en todo el mundo las leyes sobre derechos de autor, porque solo se reacciona cuando se ven las orejas al lobo…

¡A ver quien le pone el cascabel al gato! Lo que no interesaba a nadie (tiradas cortas, descatalogados, obras huérfanas…) ahora preocupa a todos porque alguien tiene los derechos. Si Google no se hubiera interesado por estas obras, seguirían revendiéndose a euro en las librerías de viejo…

 

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