Fecha
Autor
Echeverría, Javier. Triacastela. Madrid, 2013. 186 páginas.

Entre cavernas. De Platón al cerebro pasando por Internet.

LAS SALINAS SUBTERRÁNEAS DE SARMACIA<br> Reseña realizada por Antonio Lastra<br> Instituto Franklin de Investigación en Estudios Norteamericanos<br>Universidad de Alcalá

En Salidas de caverna, Hans Blumenberg observó que Kant no mencionaría nunca 'el modelo de la caverna' al apropiarse de las ideas de Platón. La omisión es significativa. Kant no había leído directamente los diálogos platónicos y dependía de la doxografía, lo que, en el mejor de los casos, supone siempre suplir con el pensamiento lo que se pierde con la lectura. Podríamos preguntarnos si la omisión de Salidas de caverna en Entre cavernas (cf., por ejemplo, pp. 11-29) no es igualmente significativa o, al menos, sintomática: tanto Blumenberg como Echeverría son acreedores al título de filósofos de la ciencia y, en la medida en que esa denominación no se circunscriba a una concepción sectaria de la filosofía, han sabido hacer frente al desencanto del mundo que la ciencia y la técnica han producido, un desencanto al que no todos los filósofos se han resignado. Echeverría escribe que "seguimos siendo hombres y mujeres de las cavernas" (p. 13), de unas cavernas que ya no pueden entenderse como formaciones geológicas, sino como formaciones 'culturales y mentales' -las 'instituciones' de Blumenberg- que configuran una estructura del mundo como “caverna de cavernas” (p. 41). Ese modelo de caverna de cavernas sustituiría, según Echeverría, al modelo platónico.

Que siempre haya una caverna en la caverna es "la tesis principal de este libro" (id.) Echeverría se apoya aquí en un pensador sobre el que ha levantado toda su obra: Leibniz (e, indirectamente, en la interpretación leibniziana de Deleuze). Que haya una Ilustración leibniziana, distinta de la Ilustración kantiana, es una hipótesis de esa tesis y supone menos una omisión de Platón que una refutación: el "pluralismo ontológico'"es, de hecho, "el punto de partida de este libro" (p. 73). (Como ejemplo de la dedicación de Echeverría a Leibniz es suficiente con citar la edición del volumen de sus escritos en la Biblioteca Gredos de Grandes Pensadores, publicado en 2011.)

La omisión del modelo platónico de la caverna en Kant y la refutación del "unitarismo ontológico" en Leibniz-Deleuze-Echeverría condicionarían “el futuro de la filosofía” (p. 81). El pluralismo ontológico propiciaría así la "pluri- o interdisciplinariedad" de una sociedad del conocimiento basada en la ciencia y en la técnica. La sociedad del conocimiento basada en la ciencia y en la técnica, sin embargo, solo puede aspirar a un conocimiento limitado de la realidad; de hecho, solo puede aspirar a un conocimiento limitado de alguna de las realidades que existen. La multiplicación de la realidad es concomitante con la limitación del conocimiento (p. 135).

La limitación del conocimiento tiene que ver menos con lo que el cerebro podría saber que con lo que podríamos saber del cerebro. En el cerebro "no entra luz alguna, de modo que no hay sombras". A diferencia de Kant, Echeverría interpreta "la alegoría platónica" como un modelo cerebral; en términos leibnizianos, estudia "la posibilidad de vivir en cavernas cerebrales" (p. 142). Es, precisamente, en el cerebro donde se originaría la “idea abstracta” de una “realidad absoluta”. Que la "realidad absoluta" sea una idea quiere decir, para Echeverría, que "no hay imagen de ninguna realidad absoluta en el cerebro" (p. 150).

La omisión kantiana del modelo de la caverna se proyecta sobre la afirmación científica y técnica del modelo cerebral. En la historia doxográfica de la filosofía, la generación posterior a Kant tuvo que recurrir a la hermenéutica para suplir el olvido de la mayéutica. Sin embargo, que la lectura no sustituya al pensamiento no significa que podamos pensar en algunas cosas sin haberlas leído literalmente. El absolutismo de la realidad contra el que Blumenberg levantó toda su obra monumental no es más amenazador que el relativismo de la realidad. La generación anterior a Kant -la generación que va de Leibniz a Lessing- no había olvidado tanto la mayéutica como para no distinguir escrupulosamente entre el uso de las ideas y el de las imágenes. En un pasaje de un opúsculo de Leibniz sobre el que el propio Echeverría ha llamado la atención (p. 66), el autor de la Monadología habla de quienes, como los sármatas nacidos y criados en salinas subterráneas, creen que en el mundo no hay otra luz que la de la mezquina lámpara que apenas basta para guiar sus pasos. Kantiana o leibniziana, Ilustración significa más luz.

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