Agricultura ecológica a examen

Por encima de todo, hay una verdad innegable: Para la naturaleza, la mejor práctica agrícola es la que no se lleva a cabo. Toda actividad humana tiene un impacto medioambiental. La cuestión es tratar de minimizar dicho impacto...

Soy biólogo por licenciatura, bioquímico y biólogo molecular por especialidad y biotecnólogo por necesidad científica y divulgativa. Se puede decir que llevo la verdadera marca Bio, sino en los genes, sí en la sangre. Por ello, marcas patentadas, o no, aparte, me considero un verdadero ecologista, y por verdadero quiero decir que pongo mi conocimiento científico al servicio de la optimización de la biodiversidad, de la naturaleza y, dentro de ella, de nuestra especie.

Sin embargo, existe una lucha sin cuartel que tiene poco de científica y mucho de posicionamiento ideológico. Hablo de la batalla a degüello entre la biotecnología agraria y la denominada agricultura ecológica, biológica, o como quiera que se denomine en la actualidad. Para aportar algunos datos, me haré eco de un artículo aparecido recientemente en “Eldiario.es” sección “Ciencia crítica” y que lleva por título “Agricultura ecológica versus convencional: la necesidad de integrar lo mejor de ambos mundos”, algo que, dicho sea de paso, sería todo un logro de nuestra especie.

Se asume, aunque los datos no acompañan en todos los estudios y ninguna estaría exenta de problemas, que la agricultura ecológica tiene un impacto ambiental menor que la convencional. Por otra parte, un serio obstáculo que presentaría una agricultura masivamente ecológica sería el de conseguir una producción suficiente para alimentar a toda la población sin deforestar e invadir tierras vírgenes. Por ello, urge pasar de la descalificación mutua al diálogo entre ambas escuelas de producción agrícola –de los transgénicos hablaremos en otra ocasión-.

Por encima de todo, hay una verdad innegable: Para la naturaleza, la mejor práctica agrícola es la que no se lleva a cabo. Toda actividad humana tiene un impacto medioambiental. La cuestión es tratar de minimizar dicho impacto. Los análisis globales de cientos de trabajos científicos, conocidos como metaanálisis, ofrecen una perspectiva sólida sobre dicho impacto ambiental de los distintos tipos de agricultura. Como digo, hoy me quiero centrar en la de la marca “Bio”. Al parecer, estos metaestudios concluyen que, en contra de lo anunciado por sus practicantes, la agricultura ecológica no parece mostrar ninguna ventaja nutricional sobre la convencional. Por otra parte, el supuesto beneficio de la mayor concentración de antioxidantes, carotenos y flavonoides que, efectivamente, parecen estar presentes en algunos de estos productos, es controvertido, perdiendo fuelle con respecto a algunas publicaciones de los 90, en lo relativo a la mejora de la fertilidad. Incluso, en exceso, podrían dañar a nuestra salud.

Aunque se puede reducir más de un 90% el uso de pesticidas y fertilizantes de síntesis con la agricultura ecológica, no es menos cierto que la productividad puede ser un 20% menor que la de la agricultura convencional, requiriéndose, por ello, más terreno para igualar la producción, lo que supondría la transformación de ecosistemas naturales o praderas tropicales, entre otros. Una solución que se ofrece desde el artículo de Eldiario.es sería, como se dijo anteriormente, intentar unir lo mejor de ambos mundos agrícolas, siempre que la cerrazón humana lo permitiera.

Finalmente, no querría terminar sin señalar dos curiosidades que en el artículo comentado se muestran: por un lado, la agricultura ecológica no parece serlo tanto. Cuando la normativa internacional exige no utilizar “químicos”, recomienda el uso de “otras sustancias utilizadas tradicionalmente en la agricultura ecológica”, como si la tradición fuera garantía de inocuidad. Ahí tenemos, por ello, la posibilidad de utilizar hasta 6 kg por hectárea y año de cobre, normalmente como sulfato de cobre, producto que puede llegar a ser más tóxicos, mutagénicos y menos biodegradables que otros de síntesis química. Sobre la, y me van a perdonar, normativa insensata de recomendar productos fitoterapéuticos y homeopáticos, por encima de antibióticos, en la producción de carne ecológica… ¡también prefiero hablar otro día!

JAL (DCC-CBMSO)

 DIVULGACIÓN CIENTÍFICA DEL 10 DE JUNIO DE 2016

Esta semana mi+dtv trata sobre la mejora para el expediente académico que podría suponer la práctica deportiva; la posibilidad de obtener energía a través de las pequeñas vibraciones y la elaboración de nuevos fármacos antivirales capaces de inhibir la replicación de varios virus simultáneamente.

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Entre otras cosas, y con el título genérico de La lista de la vergüenza, Fernando Frías, abogado y socio fundador del Círculo Escéptico, da a conocer en varios de sus blogs las titulaciones pseudocientíficas que imparten muchas universidades españolas. Hablaremos con este calvo contrariado. Asimismo, una vez más, Entre probetas disfrutará del último libro, y de la poesía científica, de la escritora e historiadora Loren Fernández.

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