Los santos inocentes (Mario Camus, 1984)

Reseña de Alberto Intante de la Vega:

“Los santos inocentes” es una película del año 1984 dirigida por Mario Camus y adaptada de la novela homónima de Miguel Delibes. El texto original “retrocede a un espacio rural calculadamente atemporal donde se reproduce la jerarquía feudal y las inherentes desigualdades entre amos y siervos”[1]. “Pudiera parecer que el cineasta se limita a visualizar las acciones narradas, pero el trabajo de adaptación fue laborioso y existen profundas transformaciones en todos los elementos del texto literario […]”[2]. No es el tema de este artículo, pero las buenas adaptaciones muchas veces se pasan por alto olvidando que son la base para una buena película de este tipo. Si se hubiera invertido menos tiempo en adaptar correctamente la obra literaria, obviando muchos detalles, el resultado hubiera sido probablemente una película de menor calidad.

Está considerada una de las mejores películas españolas de toda la historia, hasta el punto de que Alfredo Landa y Francisco Rabal ganaron ex aequo el premio de interpretación masculina en el Festival de Cannes. Es un film excelentemente rodado y que rebosa calidad en todos los ámbitos.

La película cuenta la historia de Paco, el Bajo (Alfredo Landa) y su familia, compuesta por su mujer, Régula (Terele Pávez); el hermano de ésta, Azarías (Paco Rabal) y los hijos del matrimonio, Nieves (Belén Ballesteros), Quirce (Juan Sánchez) y la niña chica (Susana Sánchez). Toda la familia vive en una finca propiedad de una familia adinerada de la época, para los cuales deben trabajar sin descanso y por los cuales son humillados continuamente, como si de seres inferiores se tratase. Paco trabaja para el “señorito Iván”, al que ayuda en sus cacerías contando las presas abatidas por éste, hasta que un día se rompe una pierna realizando dicha actividad. A partir de aquí, Iván obliga a Paco a continuar yendo con él a cazar a pesar de la dolencia que sufre, no pudiendo realizar su cometido correctamente y además recayendo posteriormente. Luego, tanto el hijo de Paco como su cuñado Azarías tratan de sustituirle en las cacerías al servicio de Iván.

Todo este contexto se entremezcla con fragmentos de un tiempo futuro en el que los hijos buscan un futuro mejor en la ciudad. “Las nuevas posibilidades que la salida del cortijo representa para los jóvenes se contextualizan en el milagro económico y el éxodo rural de los 60, pero, sobre todo, funcionan a modo de anticipación del espíritu de bonanza económica y euforia política del presente socialista en que está hecha la película. La versión fílmica se contagia del optimismo de la era socialista y lo contrasta con el pesimismo de la novela, más en sintonía con las condiciones reales de la época que recrea”[3]. Este hecho no hace sino reafirmar la importancia que el contexto sociopolítico tiene en toda obra artística, ya que no sólo son un excelente documento histórico, sino que además “obliga” al espectador a cambiar la lupa con la que ve cada obra. El receptor debe “cambiar el chip” y tratar de meterse en la piel de una persona de la época para entender la obra que está contemplando, pues sólo así podrá comprenderla y disfrutar de ella plenamente. Esto es fácil cuando la obra se refiere a un tiempo pasado pero que el espectador ha vivido, pero debería intentarse siempre que se  perciba una obra mucho más anterior.

Todos estos ingredientes hubieran sido insuficientes sin el elemento fundamental de la obra. Aparte de la historia, que puede parecer más o menos interesante, lo que realmente soporta el encanto de la película son los personajes, y más que los personajes, lo que cada uno representa. Al lado de unos personajes tan “enormes”, la historia pasa a un segundo plano eclipsada por lo descomunal de lo que narran los intérpretes. Mario Camus ha sido capaz de entender que la verdadera fuerza de esta obra no es la propia historia, que realmente no es nada extraordinario (y sin la función que llevan a cabo los actores sería tan sólo una película buena y no muy buena como realmente es) y ha preferido ceder el peso de la narración a los personajes en su concepto más puro, en el estereotipo que representan. No es estereotipo en el sentido estricto de la palabra, sino más bien en todo lo que se consigue representar con cada estereotipo, este es el éxito de la obra, el elegir a la perfección un conjunto de estereotipos que cuando actúan en consonancia cuentan mucho (de hecho muchísimo) y lo hacen también gracias a las relaciones que establecen con los otros personajes. En resumen, Mario Camus ha dejado de lado una historia compleja con muchos acontecimientos destacados para que sean los propios personajes los que soporten el peso narrativo con todo aquello que representan. Cada personaje por separado no diría tanto de lo que son capaces de contar en concordancia con los demás. Sin olvidar algunas escenas realmente entrañables e inolvidables.

La relación más importante se establece entre dos grupos de personajes, y además es la más obvia y la más fácil de percibir. Se trata, claro está, de los dos mundos que hay en la película, por un lado los burgueses que tienen un nivel de vida elevado y basan su existencia y su éxito en recibir las “atenciones” de los desfavorecidos, que trabajan para ellos como si de sus dueños se tratase. Realmente consideran que se encuentran en un escalón por encima de sus criados y no dudan en humillarlos y despreciarlos si es preciso, les tratan como si fueran animales o algo peor. Representan a la perfección el estamento social al que referencian, unos pocos afortunados que por nacimiento tienen una posición social acomodada y disfrutan de unos beneficios que probablemente no se han ganado. Este grupo se sustentó en la aceptación de las clases bajas, que aceptaron esta situación de desigualdad durante muchos años por la resignación y sobre todo por la falta de recursos para cambiar la situación. Durante la película se refleja la transición entre esta sociedad tan polarizada a otra con una clase media que fue formándose en España a medida que la situación económica y social (el aprendizaje más básico como la lectura) lo posibilitaron. El máximo exponente del grupo de burgueses es el señorito Iván, que dispone de Paco a su antojo, el culmen se produce la escena en que el personaje interpretado por Alfredo Landa olfatea (inocentemente por su parte) como si de un sabueso se tratase, una metáfora tan clara que no necesita explicación. Los representantes más claros son Paco y su esposa.

Mención aparte merece Azarías, que es el apartado entre los apartados. Es un personaje bondadoso pero que recibe el desprecio y la repudia por parte de los burgueses. Le miran incluso con asco, para hacer más patente y entendible por parte del espectador este rechazo, se ha dotado al personaje la peculiaridad de orinar en sus manos. Ya en la época en que se rodó la película sería difícil concebir un rechazo tan irracional hacia el personaje (dada la minusvalía que sufre), este hecho va relacionado con el párrafo en que hacía referencia a la óptica con que se debe contemplar una obra. El personaje referencia a todo ese grupo de personas apartadas de la sociedad (olvidando ahora los estratos), con problemas para integrarse por poseer alguna minusvalía. Con el cambio de la sociedad este problema cada vez ha ido yendo a menos y cada vez se hace un mayor esfuerzo por lograr la igualdad de oportunidades entre todas las personas. Este personaje tiene un punto reivindicativo.

El otro gran grupo de personajes son los que representan la modernidad y el cambio, las personas que no están conformes con la situación. Representan toda la masa social ansiosa por modernizar el país, que ya no se creen la división de clases y se sienten iguales al resto (en la película no se muestra tan claramente a pesar de representar esto) y tienen unas aspiraciones mayores a las de sus progenitores. El hijo incluso aprendiendo a leer y queriendo ir a la escuela. Además, el hijo de Paco no muestra la complacencia y el alago que tenía su padre hacia los burgueses. La hija permanece más anclada en las diferencias por sexo y queda más relegada al trabajo en la casa. “El pasado no se puede modificar, una vez registrado en los anales de la historia hay que dejarlo atrás y asumir el presente y futuro con optimismo (perspectivas de mejora para los jóvenes en la fábrica o en la urbe)”[4]. En esta película se recoge la tradición española de usar temas de aquí, que en nuestro país parece ser la receta del éxito, se ha utilizado toda la vida y probablemente se seguirá haciendo en el futuro. “La tendencia a reproducir la tradición, o más bien el cliché cultural asociado con España desde fuera, puede rastrearse todavía en la década de los 90 porqué quizás sigue siendo el estigma del que no se puede desprender, inicialmente, cualquier producto cinematográfico que aspire al éxito internacional y tenga que competir con Hollywood”[5].

Esta película destaca en todas las suertes del cine y va cargada de mensaje a pesar de tener un argumento no demasiado desarrollado. El mensaje se transmite mediante las relaciones entre los estereotipos de los personajes y sólo es entendible desde la perspectiva sociopolítica en que fue rodada. Todo ello orquestado por “Mario Camus, director de factura clásica cuyas cualidades fueron progresando con el tiempo”[6]. La ventaja de esta película es que puede visionarse de un modo superficial y meramente lúdico o puede verse de un modo más minucioso y descubrir todos los detalles que entraña, así como descifrar un mensaje que no dejará indiferente a nadie.

Alberto Infante de la Vega, enero 2012.

Bibliografía

Labarrère, André Z. Atlas del cine. Ediciones AKAL. 2009.

Ballesteros, Isolina. Cine (ins)urgente: textos fílmicos y contextos culturales de la España posfranquista. Editorial Fundamentos. 2001.

Mínguez-Arranz, Norberto. Literatura española y cine. Editorial Complutense. 2002.

Webgrafía

http://zangolcine.blogspot.com –Consultada el día 7 de enero de 2012.

http://www.actormania.com –Consultada el día 7 de enero de 2012.

 


[1] Ballesteros, Isolina. Cine (ins)urgente: textos fílmicos y contextos culturales de la España posfranquista. Editorial Fundamentos. 2001. Página 166.

[2] Mínguez-Arranz, Norberto. Literatura española y cine. Editorial Complutense. 2002. Página 105.

[3] Ballesteros, Isolina. Cine (ins)urgente: textos fílmicos y contextos culturales de la España posfranquista. Editorial Fundamentos. 2001. Página 170.

[4] Ballesteros, Isolina. Cine (ins)urgente: textos fílmicos y contextos culturales de la España posfranquista. Editorial Fundamentos. 2001. Página 170.

[5] Ballesteros, Isolina. Cine (ins)urgente: textos fílmicos y contextos culturales de la España posfranquista. Editorial Fundamentos. 2001. Página 167,

[6] Labarrère, André Z. Atlas del cine. Ediciones AKAL. 2009. Página 230.

 

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Un comentario

  1. Vi la peli en Europaeuropa, me generó una repulsión profunda, casi insoportable, ver el desprecio del Señorito tuvo con Paco. Cuando lo hace caminar aun con el yeso… no pude ver. La resignación de Paco me recordó un poco a mis padres y también un poco a mí mismo. Y extrañamente la soberbia del señorito me recordó a la actitud que alguna gente pobre como yo, pero que logra subir de clase, tiene hoy, como deseando vivir esa irrealidad, formar parte. Realmente es una buena película, y la mirada y la actitud de Paco están muy bien logrados.

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