¿Y por qué…? ¡Lástima que esa curiosidad infantil no dure toda la vida!

Mueve un momento la vista hacia tu mano, la que tienes sobre el ratón del ordenador o la que sostiene la tableta en la que estás leyendo esto. ¿Te has preguntado alguna vez por qué tenemos dedos en la mano? ¿Te has fijado en que no todos los animales tienen dedos individualizados en sus extremidades? ¿Te has preguntado alguna vez cómo se forman los dedos? La curiosidad es la principal motivación para la investigación básica, y la observación, la deducción y la experimentación sus principales herramientas.

Pero, ¿qué pueden tener que ver cualquiera de esas preguntas con que estemos intentando curar un tipo de ceguera genética? ¿O las respuestas que los investigadores básicos han ido dando a dichas preguntas con el desarrollo de medicinas para tratar el cáncer o las enfermedades neurodegenerativas?

En los años 60 del pasado siglo (como el trabajo que te conté de John Gurdon; ¡Ciertamente la década prodigiosa de la Biología del Desarrollo!), Sydney Brenner eligió un gusano, el nematodo Caenorhabditis elegans, para estudiar cómo el conjunto de genes de un organismo determina su forma y apariencia. Quería establecer las relaciones moleculares y celulares entre genotipo y fenotipo. Sus observaciones demostraron que hay un programa de muerte celular codificado en los genes. Es ese programa el que nos permite tener dedos individualizados. Estos trabajos hicieron posible, además, iniciar el estudio de la regulación del proceso de muerte celular programada, que hasta entonces había sido meramente descriptivo.

En el año 2002, Sydney Brenner, Robert Horvitz y John E. Sulston recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Sus estudios habían abierto un inmenso campo al conocimiento básico en Genética, Biología Celular y Biología del Desarrollo, lo que con total seguridad fue la principal motivación de Sydney Brenner para iniciarlos. Pero más allá de su función fisiológica, los trabajos posteriores fueron revelando que en numerosas enfermedades se producían procesos patológicos de muerte celular programada. Genes y proteínas, descubiertos gracias a los estudios de Sydney Brenner, sus colaboradores y sus seguidores, son hoy en día dianas de fármacos anticancerígenos, neuroprotectores, etc.

Espero que, tras estas dos últimas entradas, sepas un poco más de sapos y gusanos… y de premios Nobel. Y, lo que es más importante, tengas la mente más abierta para no categorizar la investigación: ¡ni básica, ni aplicada! Cuando empezamos un proyecto, aunque sea por simple curiosidad, es difícil prever hasta dónde nos llevará. Se puede perseguir el tratamiento para una enfermedad y no conseguirlo. Se puede perseguir simplemente el conocimiento, y encontrarse una terapia o, al menos, las bases para desarrollarla. ¡Es lo que a nosotros nos pasó!

 

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