La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985)

Reseña de Gerardo Diego Torres:

Hola, ¿está el enemigo?, ¿Sí?, que se ponga. Que yo llamaba porque

me lo ha ordenado el comandante para saber cuándo van

a bombardear, para dar permiso a la tropa, no vaya a ser

que les pase lo del martes y nos vuelvan ustedes a espachurrar

a cuatro soldados mientras juegan al mus en la cantina,

¡Angelitos, qué susto les dieron!

 

Así podría haber empezado La Vaquilla de Luís García Berlanga, con ese toque de humor con el que sólo Gila sabía rodear a sus historietas telefónicas y que produce, aunque sea para hablar de la guerra, esa sonrisa sana del día a día caricaturizado.[i]

Y es que el propio Berlanga, como Gila, poseía la virtud de reír allí donde otros lloran, gracias a su particular visión de la realidad que le tocó vivir. José Luís Borau, en clave de humor, andaba con la idea de que la Real Academia de la Lengua incluyera en el diccionario como adjetivo el término berlanguiano, cuya definición, en palabras del propio Borau sería la expresión de situaciones absurdas, comicidad cáustica y enfoques grotescos que a veces proliferan en una sociedad difícil de meter en cuadro[ii].

Berlanga ha pasado la prueba del tiempo y cuarenta y dos años de vida cinematográfica lo avalan y enriquecen personal y artísticamente.[iii] Muchos son los libros y comentarios sobre su aportación al mundo del cine. De su obra apenas queda nada por decir y todos los grandes historiadores de nuestro cine han hecho escala en el mundo berlanguiano. En su cine está el “neorrealismo rosa”, pero antes que éste se advierte la influencia de un realismo más genérico, el de Marcel Carné y de Jacques Prévert[iv]. Alonso Zamora Vicente ha subrayado el paralelismo que existe entre su obra y el realismo picaresco español del siglo XVI, así como a la obra de Valle-Inclán.

Otros, han creído ver el mundo ficticio del realizador valenciano, un cine carente de ideología, sin intención moralizante y próximo a la tradición popular que estallaba anualmente entre los tipos del pueblo al llegar al fin de la cuaresma[v].  Huelga decir que  la ideología de Berlanga se halla esparcida por su cine de manera sutil y delicada, tanto que, en ocasiones, pasa inadvertida.

La Vaquilla se sitúa en las aguas que separan ambos extremos y donde la “coralidad” resulta ser el signo de lo colectivo, y lo colectivo es, a su vez, la expresión conceptual de lo social. Pero en Berlanga el sentido que se confiere a lo social es paradójico. Lo social es para Berlanga lo individual por antonomasia, sometido, por tanto, a la mutación y al sentimiento.[vi]

Es una reflexión sobre el significado y el sentido de la contienda bélica. Es, como bien afirmó David Trueba en alguna ocasión, un soplo de risas tristes en la siempre tan maleable memoria histórica. Al desaparecer la censura se abrió la veda y todo realizador parecía querer ofrecer su visión acerca de la guerra. El enfoque elegido por la mayoría contenía un tono de resentimiento y frustración que hacían de cada filme un producto triste y amargo. Berlanga, por el contrario, decidió rescatar el antiguo guión que escribió junto a Rafael Azcona, escondido en el cajón durante treinta largos años y llevarlo a la pantalla con la peculiaridad de enfocar la historia en tono alegre y en ocasiones frívolo muy próximo a la comedia cómica[vii].

La película protagonizada por Alfredo Landa, José Sacristán, Guillermo Montesinos y Santiago Ramos, Berlanga y Azcona  trasladan al espectador a un frente de trincheras durante la Guerra Civil Española. Dos años hace que dura ya la contienda. No se dispara un solo tiro y los soldados dormitan, escriben cartas o juegan. Pero la tranquilidad se interrumpe cuando el altavoz de la zona “nacional” anuncia que, con motivo de la Virgen de Agosto, van a celebrarse en el pueblo cercano varios festejos, entre los que destacan una gran comilona, seguida de baile y un festival taurino. Cinco combatientes de la zona republicana deciden raptar a la vaquilla. Con esta acción conseguirán la comida que escasea en ese frente, desbaratarán la fiesta del enemigo y levantarán la moral de sus compañeros. Pero los acontecimientos se desvían prontamente y la situación se complica progresivamente. El resultado fue una película coral a la antigua usanza berlanguiana donde no existía un protagonista absoluto, sino que su ausencia era asumida por un colectivo.

El filme está bañado de elementos estereotípicos del ideario colectivo español y de una gran carga simbólica. Berlanga solía decir que el símbolo en el cine tiene el riesgo de ser pedante y pretencioso, de forma que si se simboliza algo no se debe notar. Esta premisa fue olvidada por completo en la Vaquilla.

En un coloquio que tuvo lugar en la  Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla durante el año 2005, Berlanga  explicó, entre otras, el final emblemático de su vigésimo quinta película.  Dijo:

A mí no me gustan las películas con finales emblemáticos, pero en La Vaquilla

lo hice. La película termina con un novillo, ese novillo, obviamente es España,

pues ya que a España se le llama la piel de toro y todo eso, ese toro es España;

quiero decir, ese simbolismo tiene final, que con la Guerra Civil matamos la alegría.

Y al final aparecían unos buitres que se comían la Vaquilla y la dejaban en los huesos,

y los buitres simbolizan con ese color negro y las alas, digamos, a la Iglesia”[viii].

Con esta película, Berlanga y Azcona, como Gila también hiciera, nos muestran un camino alternativo, alejado de la tristeza y la resignación y donde resulta imprescindible reírse de la realidad circundante por muy dura que ésta sea.


 

[i] Caldevilla Domínguez, David: “La Poética de Berlanga”, Ed. Tarvos, Madrid, 2000, pág. 211.

[ii] Berlanga, Jorge: “Viva Berlanga”, Ed. Cátedra, Madrid, 2009, pág.77.

[iii] Marchante, José María y Barroso, Miguel: “La Poética de Berlanga”, Ed. Tarvos, Madrid, 2000, pág.35.

[iv] García Jiménez, Jesús: “La Poética de Berlanga”, Ed. Tarvos, Madrid, 2000, pág.34.

[v] Álvarez, Joan: “La vida casi imaginaria de Berlanga”, Ed. Prensa Ibérica, Barcelona, 1996, pág.173.

6  García Jiménez, Jesús: “La Poética de Berlanga”, Ed. Tarvos, Madrid, 2000, pág.34.

7  Perales, Francisco: “Luís García Berlanga”, Ed. Cátedra, Madrid, 1997, pág. 84.

8 Utrera Macías, Rafael (Editor): “Luís García Berlanga en la Facultad de Comunicación”, Cuadernos de Eihceroa, Facultad de Sevilla, 2005, pág. 16

 

Gerardo Diego Torres, enero, 2012.

 

Bibliografía

 

 

 

Gubern, Román; Monterde, J.E; Pérez Perucha, Julio; Riambau, Esteve; Torreiro, Casimiro: “Historia del cine español”, ed. Cátedra, Madrid, 1995.

Álvarez, Joan: “La vida casi imaginaria de Berlanga”, Ed. Prensa Ibérica, Barcelona, 1996.

Perales, Francisco: “Luís García Berlanga”, Ed. Cátedra, Madrid, 1997.

AA.VV: La Poética de Berlanga”, Ed. Tarvos, Madrid, 2000.

AA.VV: “Viva Berlanga”, Ed. Cátedra, Madrid, 2009.

Utrera Macías, Rafael (Editor): “Luís García Berlanga en la Facultad de Comunicación”, Cuadernos de Eihceroa, Facultad de Sevilla, 2005.

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