Fecha
Autor
Sosa Wagner, Francisco. Civitas Ediciones S.L., Madrid, 2004. 173 páginas.

El mito de la autonomía universitaria.

AUTONOMÍA ¿DE QUÉ?<br> Un análisis implacable de la crisis de la Universidad Reseña realizada por Luis F. Rull<br> Catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla

“Regada así y abonada la planta trepadora de la igualdad, la medianía tiende a apoderarse y enseñorearse del edificio en su conjunto, taponando todos sus respiraderos. Se instaura así la dictadura de la mediocridad”. (p.144) Esta desgarradora descripción de la realidad actual de la Universidad Española es fruto de un análisis serio y riguroso, y no por ello aburrido, que se realiza en este magnífico libro. Estamos ante un estudio sobre uno de los temas que debería ser considerado por la sociedad española como de importancia básica.: La Educación. Una sociedad no es sino lo que son los ciudadanos que la componen, y ésta será más libre y próspera en función de la educación y formación de éstos.

Comienza el Profesor Sosa Wagner su libro sobre el “Mito de la Autonomía Universitaria” recordándonos que “La idea del mito aloja en su seno el invento o la fábula de la misma forma que la concha acoge al molusco”, insistiendo que hay “mitos que oscurecen y trabucan, mitos que deben ser desmitificados”, demostrando conbrillantez que la “autonomía universitaria es un mito que tergiversa la realidad por lo que se impone desvelar su real contenido, desenmascararlo, desnudarlo y mostrarlo en carne viva”. Para ello nos guía desde la constitución de las universidades europeas hasta la situación actual. Recupera de nuestro pasado las raíces que permiten explicar por qué nos encontramos en la situación actual, y nos muestra como siempre han existido personas lúcidas capaces de analizar la realidad universitaria. En este contexto merece la pena no olvidar lo que Fernando de los Ríos afirmaba en 1923 y que el Profesor Sosa Wagner recupera.: “La Universidad moderna ha de cumplir tres misiones: primera, difundir cultura, segunda, formar al profesional y tercera, investigar y crear ciencia. Pues bien señores, la primera está sin tocar, la segunda no la hacemos bien y la tercera no la cumplen más que algunas individualidades”.

Es cierto que no se puede hablar de la Universidad Española como un concepto que incluya a todas la Instituciones de Enseñanza Superior en España. Hay tanta heterogeneidad, incluso dentro de una misma Universidad, que se hace imposible un análisis y diagnóstico general que sirva para todas. Utilizando una metáfora tomada de un artículo del Profesor Ignacio Sotelo (otro brillante estudioso del tema), en las Universidades Españolas existe un denominador común: un mar de mediocridad en el que emergen algunas islas de decencia (islas de conocimiento académico). Pero no parece que la autonomía universitaria esté sirviendo (o haya servido) para que estas islas le hayan comido tierra al mar de la mediocridad, ya que utilizando una expresión tomada del libro que comentamos: “La autonomía universitaria aun siendo una idea vacua, ha hecho daño porque se ha convertido en la maleta de doble fondo que ha permitido meter de matute en la vida universitaria mucha mercancía de contrabando, y la mayor parte de ella averiada”. Muchos han sugerido que la invocación a la independenciano es más que la secular excusa para mantener la mediocridad y expulsar la excelencia, como una fortaleza donde no llegan las demandas de eminencia o las exigencias de una sociedad para con sus fondos públicos.

Nos encontramos en estos días con un nuevo impulso (?) legislador en materia universitaria en España. Da la impresión de que cada gobierno desde el inicio de la Democracia tiene la imperiosa necesidad de hacer “su ley universitaria” (LAU, LRU, LOU). Sería muy conveniente que estos incontinentes legisladores reflexionaran sobre la realidad que nos rodea, que intentaran abrir las “ventanas de oportunidad” que tan brillantemente describe el Dr. Sanz Menéndez (“Estado, Ciencia y Tecnología en España: 1939-1997”, Alianza Universidad 1997) y que aplicaran la prudencia a sus decisiones. En el último capítulo del libro del profesor Sosa Wagner (“Epílogo para reformadores”) se incluyen una serie de recomendaciones que deberían ser de obligado cumplimiento (o al menos de obligada reflexión) para tanto cerebro vacuo con capacidad de decisión. Entre éstas, alguna de tanto sentido común como la necesaria evaluación “externa” realizada por “personas con experiencia y sabiduría –incluidos de nuestro entorno europeo o ajenos a él- que por su prestigio, por su formación intelectual y sus trabajos, por su edad, sean capaces de mirar por encima de las bandas representadas por esa maraña de particulares y egoístas reivindicaciones y pretensiones a que los universitarios creemos tener derecho”.

En resumen, se trata de un libro de lectura obligada para aquellos interesados en el presente y futuro de la universidad pública, hecho por un universitario auténtico que hace despertar la esperanza en las posibilidades, cada día más difíciles, de finalmente poner a las Universidades Españolas en la convergencia con las mejores europeas, y conseguir que las “Islas de Conocimiento” consigan extenderse y comunicarse hasta arrinconar fuera de la Institución al “mar de la mediocridad”.

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