Lucía y el sexo (Julio Medem, 2001)

Reseña de Guillermo López Peña:

Para poder entender de lo que vamos a hablar a continuación cabe señalar el pasado de Julio Medem. La pasión por el mundo cinematográfico le viene desde que era un niño y experimentaba con la cámara súper 8 de su padre, no obstante Medem decide estudiar psiquiatría, ya que lo que más le impactaba era “el estudio de los oscuros rincones de la mente humana”[1]. Durante este periodo de aprendizaje de psiquiatría prestará especial atención al mundo del psicoanálisis y al estudio de los símbolos y su significado en la mente humana. Finalmente se licenciará en medicina y cirugía, y acabada ya su etapa de estudios universitarios comenzará su etapa cinematográfica, un dato importante a destacar es que a este director donostiarra ya le han catalogado como “el cineasta de la subjetividad”[2].

Lucía y el sexo es estrenada en 2001. Se trata de su quinto filme, en el que nos narra la historia de Lucía. “Lucía es una joven que trabaja como camarera en el centro de Madrid. Tras la misteriosa desaparición de su novio, un escritor, decide marcharse a una tranquila isla mediterránea. La libertad que siente allí le hace enfrentarse a los rincones más oscuros de su pasada relación con el escritor, como si se tratara de una novela”[3]. Se trata de un largometraje cargado de simbolismo y con un fuerte trasfondo psicológico; como dice el propio director en sus memorias sobre Lucía y el sexo: “Me estaba inundando de luz, tontamente, cuando decidí que lo más importante es que esa historia fuera terapéutica”. El desarrollo de cada personaje es meticulosamente estudiado y su evolución no es, así, algo dejado al azar, si no que está completamente premeditado en base a la función que cada uno desempeña en su entorno, en su existencia, que está alterada. La alteración de la realidad es una de las principales  características que posee este film, está alteración se acercaría mucho a lo que hoy se conoce como “realismo mágico”. Con esto llegamos a un punto en el que es lógico afirmar que en Lucía y el sexo Medem posee un enfoque más íntimo, más cercano a los personajes, tanto que casi parece surrealista la historia que nos ofrece. No solo es cercano y analítico con cada uno de ellos si no que nos ofrece un amplio abanico de una simbología más propia de psicología que de cine, una simbología casi freudiana.

Como afirma José Ángel Conde Blanco, licenciado en Comunicación Audiovisual, escritor y conocido crítico en el mundo de Internet y de los blogs: “Personal e independiente, el director vasco posee una de las miradas más originales del cine español. Una narrativa fílmica plagada a su vez de símbolos”[4].

Dentro de este abanico de símbolos nos encontramos con diversos objetos, frases, nombres de algunos personajes e incluso escenas que, a priori, no tienen ningún sentido narrativo y a las cuales Medem consigue dar protagonismo, una función narrativa en la historia. Algunos de estos símbolos son el faro, el sol, la luna, el nombre de Lorenzo y de Luna, frases como “me muero del amor”, los agujeros en la isla, focalizaciones internas de los personajes en la isla, etc. A todo esto hay que añadir que el significado de estos símbolos no se rige por una ciencia cierta o segura, sino por la valoración que de los mismos hace el espectador, basada en los valores, bases ideológicas, enseñanza recibida, etc., que es lo que les aporta significado. “Lo imaginario, entonces, no procesaría información, pues faltaría el punto de almohadillo entre significante y significado, dado por el orden simbólico: <<el significante, en cuanto tal, no significa nada>> (Lacan)”[5]

Los símbolos que más claramente se pueden observar reflejados en la película son el faro, los agujeros de la isla y la frase de Lucía “me muero del amor” cuando está a punto de tener un orgasmo.

En cuanto al faro destacar que es un símbolo fálico, representa todo lo referido a los hombres en este filme, es una atracción constante para Lucía a lo largo de la película. Por ejemplo al final de la misma, cuando esta decide ir en busca de Carlos, que también es Antonio (del que se menciona en un momento dado que posee un gran miembro viril), llega a un cruce en el que no sabe a dónde ir y al final se decanta por ir en dirección al faro, que representa un símbolo fálico de grandes dimensiones.

Por otro lado encontramos el agujero de la isla.  Hay que pararse a estudiar a fondo este símbolo ya que, según el propio Medem, puede tener dos significados. Según nos relata en sus memorias, antes de comenzar siquiera el guión definitivo se fue a una isla cámara en mano a grabar, a intentar dar rienda suelta a su imaginación. Es aquí cuando se encontró ante estos dos objetos: el faro y el agujero, los dos símbolos principales en torno a los cuales gira el largometraje. Es cierto que en un principio estos poseen un carácter sexual, en palabras del propio Medem: “enseguida volví a apartar la graciosa relación sexual entre este agujero y el faro…aquellas primeras imágenes que vi en la isla, contienen los significados más claros, naturales y profundos de Lucía y el sexo”[6]. Pero poco a poco el agujero fue entonando otro significado. A lo largo de la película, Lorenzo hace alusión varias veces a la posibilidad que se tiene de escapar a una tragedia, comenzando de nuevo o huyendo. Este agujero, que se encuentra al final de la isla, significa precisamente eso, el  punto final de una historia, que da la opción de “acabarla” o de tener otra oportunidad, es como una puerta hacia la escapada, hacia esa posibilidad de huída, de inhibirse por completo de la realidad de cada personaje. Por ello al final vemos a Lucía asomada a dicho agujero, con toda la intención de adentrarse en él, de seguir a Carlos, de olvidarse de todo lo demás, pero la aparición de Elena, quien acaba de encontrarse con Lorenzo y quien le pide que la acompañe de vuelta a casa impide que esta salte y huya, así que decide ir por el camino de la segunda oportunidad y vuelve con Lorenzo.

Nos encontramos otro símbolo en la frase “me muero del amor”, pronunciada por Lucía durante sus relaciones sexuales con Lorenzo, cuando está a punto de alcanzar el clímax. Esta frase tiene un profundo sentido psicológico. En psicoanálisis existe un término, acuñado por Sigmund Freud, llamado pulsión de muerte, o lo que es lo mismo la búsqueda de un estado anterior a la muerte inherente a todos los seres vivos, que se puede observar cuando estos realizan una acción con dicho fin. Se suele relacionar con la sensación que se tiene en el vientre de la madre cuando se es un embrión, esa paz, esa tranquilidad y seguridad que se cree que se experimenta. Pues bien, el psicoanálisis relaciona esta pulsión con el sexo, en concreto se dice que “la pulsión parcial es también pulsión de muerte y representa la parte de la muerte en el ser vivo…La presencia del sexo está así íntimamente ligada a la de la muerte”[7]. Lo anterior hace referencia a las primeras formulaciones de Lacan sobre la muerte y el lenguaje con la sexualidad. Por ello dice que se muere cuando está en ese clímax, está buscando ese goce, esa paz interior, esa desinhibición total.

En cuanto al tema de los nombres existe una clara relación entre Lorenzo y su hija Luna con la presencia de los astros sol y luna. Lorenzo es otra forma de llamar al sol, de ahí que en las escenas en las que Lucía se asoma a la ventana, a tomar el sol, con Lorenzo al lado, esta cante la canción de un rayo de sol, oh, oh, oh. Así nos da a entender que acaba de recibir una pequeña parte de Lorenzo ya que estas escenas suelen ser posteriores a relaciones sexuales entre ambos. Igual pasa en los peores momentos emocionales de Lucía, ya que aparece mirando a la “luna”, nombre que recibe la hija de Lorenzo, a la que Lucía desconoce por completo y que si supiese de su existencia no le resultaría agradable. Es una representación metafórica de los estados de ánimo, principalmente de Lucía. Algunos autores han establecido que el sueño con astros significa futuros estados de ánimo, la “visión de un astro de aspecto brillante presagia felicidad, satisfacciones y éxitos en la vida afectiva, familiar y profesional. Por el contrario, si el astro soñado es débil, apagado y parpadeante, también nuestro destino inmediato será decepcionante, siendo de esperar enfermedades, reveses o duelos.”[8]. No obstante encontramos otras bases psicológicas sobre el tema de los nombres. J.L. Borges, uno de los autores más destacados del s. XX, quien recibió conocimientos de psicología de su padre, psicólogo y abogado, sostuvo que “Los nombres no son símbolos arbitrarios sino parte vital de lo que definen”[9].

Lucía y el sexo es un claro exponente de la importancia que para Julio Medem tiene la simbología icónica, en general, y la sexual, en particular. El faro, el agujero, los nombres, tienen una gran carga significativa, tanto es así que sin estos la película no sería comprensible. Es una lucha de contrarios (día-noche; sol-luna; hombre-mujer), lo que da sentido a la pulsión de muerte. El sexo es destrucción, pero también supervivencia cuyo origen está en el cuerpo y sus zonas erógenas. Esta película es una muestra iconográfica de la erótica (Eros) y de la muerte (Thanatos) una dualidad en la que sus personajes viven y se manifiestan.

La película, que se esperaba de gran polémica por su alto contenido sexual, finalmente tuvo una gran aceptación por el público. Es un filme “donde el destino juega con la vida de los personajes y con la de los sentimientos del espectador”[10]. No solo fue un éxito de taquilla si no que tras esta película el director donostiarra obtuvo una gran reputación entre grandes directores como Spielberg o Kubrick.

Bibliografía

E. Giusti, Carlos y Barbagelata, Norma: Psicoanálisis y cine: Un dispositivo en extensión,  UNL, Santa Fe, 2004

Smith, Paul Julian: The Moderns: Time, Space, and Subjectivity in Contemporary Spanish Culture, Oxford University Press, New York, 2000 (reimprimido 2004).

Ossa, Carlos Joaquín: La Pantalla Delirante: Los Nuevos Escenarios de la Comunicación en Chile,  LIBROS ARCES-LOM, Santiago de Chile, 2002.

Rabinovich, Diana S.: Sexualidad y significante,  Manantial, Buenos Aires, 2008.

Smith, Paul Julian: The Moderns: Time, Space, and Subjectivity in Contemporary Spanish Culture, Oxford University Press, New York, 2000 (reimprimido 2004).

Webgrafía

24 AGOSTO 2010 | LUCÍA Y EL SEXO

http://fama2.us.es/fco/frame/frame2/criticas/1.5.pdf

http://rie.cl/?ps=438

http://suite101.net/article/el-cine-simbolico-de-julio-medem-a16356

http://www.elmundo.es/elmundo/2003/09/16/cine/1063737104.html

http://www.juliomedem.org/

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012004000200008&script=sci_ arttext



[1] Vid. “biografía de Julio Medem” en: http://www.juliomedem.org/biografia/biograf.html [Consulta realizada el día: 03/01/2013]

[2] Vid. Julian Smith, Paul: The Moderns: Time, Space, and Subjectivity in Contemporary Spanish Culture, Oxford University Press, New York, 2000 (reimprimido 2004), Pág: 146.

[3] Vid. “Lucía y el sexo” en: http://cicus.us.es/24-agosto-2010-lucia-y-el-sexo/ [Consulta realizada el día: 06/01/2013]

[4] Vid. “El cine simbólico de Julio Medem” en: http://suite101.net/article/el-cine-simbolico-de-julio-medem-a16356#axzz2GvNPk6qB [Consulta realizada el día: 02/12/2012]

 

[5] Vid. Ossa, Carlos Joaquín: La Pantalla Delirante: Los Nuevos Escenarios de la Comunicación en Chile,  LIBROS ARCES-LOM, Santiago de Chile, 2002, Pág: 115

[6] Vid. “biografía de Julio Medem” en: http://www.juliomedem.org/filmografia/lucia_memoria.html [Consulta realizada el día: 03/01/2013]

[7] Vid. S. Rabinovich, Diana: Sexualidad y significante,  Manantial, Buenos Aires, 2008, Pág: 73.

[8] Vid. “Psicoanálisis: Significado de soñar con Astros” en: http://rie.cl/?ps=438 [Consulta realizada el día: 02/01/2013]

[9] Vid. E. Giusti, Carlos y Barbagelata, Norma: Psicoanálisis y cine: Un dispositivo en extensión,  UNL, Santa Fe, 2004, Pág: 71.

[10] Vid. “El psicoanalista del cine español” en: http://www.elmundo.es/elmundo/2003/09/16/cine/10637 37104.html [Consulta realizada el día: 03/01/2013]

Guillermo López Peña, 2013.

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