Supersonic Man (Juan Piquer Simón, 1979)

Reseña de Juan Sainz de Rozas:

Supersonic Man es una de esas películas que tienen un aura de carisma especial que gira en torno a ella. Dirigida por Juan Piquer Simón en 1979 junto con la ayuda de Juan Mariné para la curiosa fotografía, resultó en una cinta que bien se puede considerar cine de serie B o, incluso yendo más allá, cine trash. Supone un caso interesante para el subgénero del cine de superhéroes puesto que no está basado en ningún cómic, sino que Juan Piquer Simón creó este personaje de ficción directamente para el guion de la película, es decir, que sufre un efecto contrario a la mayoría de las películas de superhéroes, que se basan en una historia ya escrita.

Juan Piquer Simón (1935-2011) y su obra han tocado diferentes géneros, pasando por el terror, la fantasía y la ciencia ficción. Entre sus obras más reseñables se encuentran La mansión del Cthulhu (1992), Los nuevos extraterrestres (1983),Viaje al centro de la Tierra (1977), La grieta (1990) y, por supuesto, la película que nos atañe: Supersonic Man (1979). Decía Llorenç Soler que “(…) Para él hacer cine sería como un juego infantil (…) El cine de lo real nunca le interesó” [1]. El cineasta valenciano se sumergió en la literatura durante su juventud y que, más tarde, todo ese imaginario cultural lo volcaría en sus obras cinematográficas. Para el caso de Supersonic Man, clara está la comparación de este personaje con Superman o una serie de otros referentes similares de los tebeos y del cómic. Apunta Débora Madrid Brito que “Piquer tuvo en proyecto el rodaje de una versión femenina de Supersonic Man, Fantástica Supersonic Girl; que quedó sin realizar junto con otros proyectos como el de la adaptación de El capitán trueno” [2]De Valencia se trasladó a formarse a Madrid como cámara en los originarios informativos de Televisión Española para, después, en 1959 fundar su propia productora de publicidad, lo que provocó en él una intensa fase de madurez e interiorización de diferentes técnicas de rodaje, además de conseguir contactos de gran nivel para la realización de efectos especiales, como es el caso del gran Juan Mariné quien, con el limitado presupuesto del que disponían, no tuvo ningún problema en añadir explosiones y maquetas.

Cierto es que no podemos pasar por alto la figura de Juan Mariné (con 99 años de edad), director de fotografía de Supersonic Man. Nació en 1920 en Barcelona y como apunta Gregorio Belinchón:“aprendió a leer con cuatro años para entender los carteles insertados en las películas mudas”. El propio Juan Mariné, quien fue enviado por parte de su tío, en 1934, con una cámara al estudio Orphea para el rodaje de El octavo mandamiento, comenta: “Fui el único capaz de entender que habían enchufado mal la instalación con la que la cámara se sincronizaba con el aparato de sonido y los sistemas eléctricos trifásicos y monofásicos” [3]. Desde ese punto de inflexión en su vida, le sigue toda una carrera dedicada al séptimo arte y, en total, trabajó en 140 películas. En el homenaje que Filmoteca Nacional le hizo proyectando El gran Ziegfield (1936) y Supersonic Man (1979), Juan Mariné (con muñeco en mano del superhéroe) comentaba cómo habían hecho posibles los efectos especiales para que ese superhombre volara por Nueva York o destrozara la base secreta del antagonista de la historia. El trabajo conjunto entre Juan Piquer Simón y Juan Mariné será lo que otorgue esa gran diferencia a Supersonic Man con respecto a las demás películas de superhéroes.

Al igual que la mayoría de películas de superhéroes, Supersonic Man se caracteriza por crear una historia que represente un enfrentamiento entre el bien y el mal, la dicotomía clásica en esta clase de narraciones. El bien encarnado por el personaje de Kronos, interpretado por José Luis Ayestarán, quien es enviado a la Tierra para detener a la humanidad de su propia extinción y así enfrentarse al malvado Dr. Gulik, interpretado por Cameron Mitchel, quien, como buen antagonista, desea conquistar el mundo. Este planteamiento, sencillo y entretenido, es la arquitrama por la que la mayoría de obras cinematográficas del subgénero de superhéroes se suelen decantar (cierto es que existen películas de este tipo que intentan transgredir este aspecto) por lo que todas son, en el fondo, lo mismo (aunque cada una la articule en la gran pantalla de manera distinta). En palabras de Robert McKee: “El DISEÑO CLÁSICO implica una historia construida alrededor de un protagonista activo que lucha principalmente contra fuerzas externas antagonistas en la persecución de su deseo, a través de un tiempo continuo, dentro de una realidad ficticia coherente y causalmente relacionada, hasta un final cerrado de cambio absoluto e irreversible” [4]. Pero, ¿qué diferencia a Supersonic Man de todas las demás películas, pretéritas y actuales, sobre superhéroes? Claro está que todas siguen una fórmula muy parecida con un argumento simple, por lo que vamos a tener que hacer una análisis en profundidad.

La cinta comienza sin ningún tipo de “anestesia narrativa”, es decir, se nos presenta al protagonista, en un extraño letargo espacial, y un ser que se aparece a través de una pantalla le encomienda ir a la Tierra para salvarla de su propia destrucción. “Que la fuerza de las galaxias sea contigo” [5] dice el oráculo que, en el primer minuto y medio de película, ya le ha propuesto un objetivo claro a nuestro protagonista y que perseguirá durante todo el desarrollo de la narración. Una frase que viene influenciada de manera clara por La Guerra de las Galaxias de 1977. A partir de ahí, y por primera vez en la película, veremos la canción clave de este superhombre: Supersonic Man, I wanna be! de Gino Peguri. Este tema principal de la obra sonará en diversos momentos de manera extradiegética en los que nuestro superhéroe tendrá que enfrentarse a las distintas vicisitudes que el Dr. Gulik le enviará para evitar su derrota. Desde robots asesinos, con una clara influencia del cine de serie B de ciencia ficción de los años cincuenta, como Forbidden Planet (1957) y su robot Robby o la raza de robots exterminadores Daleks del Doctor Who; hasta asesinos y secuestradores enviados por Gulik quien verá sus planes frustrados una y otra vez. Como bien nos señalan Bordwell y Thompson, “(…) En el proceso de producción de una película, la banda sonora se construye separadamente de las imágenes y puede ser manipulada independientemente. Esto convierte al sonido en un elemento tan flexible y de tan gran alcance como las demás técnicas cinematográficas (…) No podemos explicar la banda sonora tan fácilmente como podemos examinar el montaje de una serie de planos (…)” [6]. Es por ello que no debemos pasar por encima el tema principal de esta película puesto que es lo que le otorga una personalidad muy característica. Se ha conseguido relacionar directamente la cinta con su tema musical principal.

Juan Piquer Simón tiene claras sus limitaciones a la hora de rodar esta película, que contaba con actores americanos y que, posteriormente, fueron doblados al castellano para su proyección final en España. Su estética setentera y de corte de películas de serie B no son un impedimento para Simón puesto que ve en ellas una oportunidad para explotarlas y crear lo que, en realidad, a todo espectador le produce: comicidad. Desde las interpretaciones exageradas de todos los actores hasta momentos de lo más absurdos: como cuando Supersonic transforma el arma de un villano en un plátano, o bien el personaje del borracho (interpretado por Javier De Campos) y su perro “Salchicha”, que aparecen espontáneamente en los momentos menos indicados y que sirven como recurso para dotar de tintes cómicos a la cinta. Robert McKee, anteriormente citado, decía que el buen guionista debía evitar los clichés del género que escribiera (sin duda McKee habría detestado esta película), pero son precisamente estas expectativas que tiene el espectador con respecto al cine de superhéroes las que hacen soltar carcajadas al confirmarse, en la propia película, esos mismos clichés adscritos a este género.

Sin duda, Supersonic Man se enfrenta al modelo del superhéroe de manual, dentro de las leyes de la propia fantasía de su mundo y con la loca lógica en la que se va a tener que mover. Se nos presenta el mundo ordinario del protagonista (viajando en el espacio) y su llamada a la aventura, por parte de lo que podríamos considerar su mentor, en menos de dos minutos. No hay ningún atisbo de rechazo o duda ante su misión, sino que sale directamente a la inmensidad espacial para viajar a ese llamado “mundo especial”, en este caso la Tierra, en el que encontrará aliados y enemigos. Gracias al montaje paralelo, asociamos la idea de que Supersonic se dispone a patrullar los cielos de Nueva York mientras que la hija del famoso científico retenido por el Dr. Gulik, Patricia Vorgen (interpretada por Diana Polakov), es perseguida por unos maleantes del malvado doctor mientras conduce. Es salvada por Supersonic, quien provoca el accidente del automóvil de los perseguidores al mover una máquina que estaba convenientemente en medio de la carretera. Patricia es recogida por el “álter ego” de nuestro superhéroe: el detective privado llamado Paul (interpretado por Antonio Cantafora, alias Michael Coby). En su coche, Paul y Patricia mantienen una curiosa conversación:

PAUL: “Lo que no acabo de comprender muy bien es… ¿cómo pudo evitar la apisonadora?”

PATRICIA: “Lo tengo muy confuso, pero me pareció ver a un hombre vestido de rojo que la apartaba de la carretera.”

PAUL: “¿Cómo pudo manejar tan rápidamente esa máquina?”

PATRICIA: “No lo sé, simplemente la levantó para que yo pudiera pasar.”

PAUL: “¿La apisonadora? ¿que la levantó? ¿qué dice, está de broma? ¿de verdad se encuentra bien?” [7].

Diálogos que están a la altura de la fotografía o la trama de la obra, lo cuál no la hace una mala película, sino un producto único. Se crea así un punto de no retorno en el que el personaje de Kronos estará ligado, de manera personal, a los intereses del doctor Gulik debido a su romance con la hija del científico que tiene secuestrado.

Hay una escena que resalta de las demás, tarea difícil debido a las disparatadas situaciones que se suceden una tras otra, y es aquella en la que tiene lugar una pelea (al más estilo Wéstern) en un bar en el que van a cenar Paul y Patricia. Mientras suena de fondo una música con una armónica y un banjo, los golpes entre los comensales se suceden debido a que alguien le pone la zancadilla a otra persona y que sirve como excusa argumental para demostrar las destrezas de Paul en la lucha. Todo ello mientras ocurren una serie de acciones que resaltan la comicidad de la escena: un anciano que no para de reírse, el barman que llama varias veces a la policía pero siempre le cae algún plato encima o el señor que come, tranquilamente, en su mesa sin inmutarse de la pelea. La trifulca termina con Patricia siendo secuestrada (esta vez con éxito) y siendo llevada en un coche, así como Paul inconsciente y maniatado en una furgoneta.

Como bien apunta Syd Field, “La acción es el personaje, una persona es lo que hace, no lo que dice.” [8], es decir, la acción acompaña a nuestro personaje principal. Nosotros, como espectadores, vemos cómo transcurren unos hechos, a medida que la cinta avanza, gracias a que la narración está pensada de tal manera que vaya con el protagonista (aunque haya ciertos momentos de montaje paralelo en los que se nos muestren las malvadas maquinaciones de Gulik). El humor está presente durante toda la obra: uno de los secuestradores de Paul es tartamudo, pero al convertirse en Supersonic y atraparles con su poder de “lanzar redes”, éste deja de tartamudear y le da toda la información posible; las interpretaciones exageradas (sumadas por el doblaje) de Cameron Mitchell; o la secuencia en la que Paul va a buscar champán para Patricia en la que se vuelve a convertir en superhéroe para volar y conseguir una botella en la cocina de un restaurante y, de paso, llevar una pequeña botella de alcohol al personaje del borracho.

Supersonic Man, ya dispuesto a terminar definitivamente con los planes del Dr. Gulik, va directo hacia su guarida secreta en una cueva. Gulik le lanza una serie de pruebas mortíferas que no provocan daño alguno a su enemigo y de las que todas sale airoso (aunque haya alguna que le cueste más que otra). El padre de Patricia, el profesor Vorguen, es disparado por los secuaces, pero Kronos aparece en escena y lucha contra todos ellos (y el robot asesino) mientras que Gulik huye de su base en una adecuada maqueta de un cohete hacia el espacio exterior. Durante esta secuencia Supersonic tiene tiempo de llevar al famoso científico a un hospital para después perseguir el cohete del huidizo villano, mientras que toda la base secreta explota debido a una cuenta atrás. Es decir, toda esta acción transcurre en menos de treinta segundos (gracias a la información que nos da el cronómetro de la autodestrucción) por lo que el tiempo del discurso es mayor al tiempo de la historia o, en palabras de Robert McKee, que “el tiempo de proyección supere el tiempo narrativo.” [9]. Algo que dota de mayor “dramatismo” a la escena final, que termina con el cohete del doctor Gulik explotando debido a que ha sido atravesado por Kronos/Supersonic, el profesor Vorguen recuperándose de sus heridas y volviendo a ver a su hija y, por último, Paul deshaciéndose de su pulsera que le hace convertirse en superhéroe y que cae en manos del borracho y su perro, quienes son abducidos por una nave espacial.

Con toda esta información recopilada, podemos confirmar que Supersonic Man de Juan Piquer Simón es una mezcolanza de diversas influencias del propio director: Superman, La Guerra de las Galaxias y toda una malgama del cine de serie B. Sus característicos efectos especiales (como cuando Supersonic vuela hacia la cámara pero el fondo se mueve hacia un lado debido al “front projection”), la trama y la calidad de las interpretaciones nos hacen ver que, en general, estaríamos analizando una “película mala” en el sentido más estricto de la palabra. Pero es precisamente esta estética sucia y poco cuidada aquello que la diferencia y la hace única a las demás películas, ya no solo de superhéroes. Le dota de un carisma único y especial que, juntado con la comedia de lo absurdo, hacen que los espectadores se diviertan durante el tiempo que dura la cinta. Puritanos como McKee no sabrían ver lo especial de esta película y la catalogarían como una mala película, lo cual tendrían razón ya que está llena de clichés y un argumento débil y barato, pero entretiene. Sin duda, el espectador recordará esta película cuando salga de una sala de proyección y se quedará retenida en su memoria (lo cual es complicado debido a la inmensa cantidad de información audiovisual a la que estamos expuestos). Supersonic Man tiene ese aura mágica que todo el mundo busca pero que nadie encuentra, precisamente, porque se quieren separar de ciertos elementos considerados, socialmente, inaceptables para el séptimo arte. En definitiva, entretiene y es el aspecto que, personalmente, me parece el más importante en una película puesto que el cine se creó, en un primer momento, para entretener al público.

 

Bibliografía

ADSUARA, J. J. & varios, 2011. Juan Piquer Simón. Mago de la serie B. 1ª edición ed. Castellón: CINE CLUB MUSEO FANTÁSTICO.

ASIÓN SUÑER, A. y otros, 2019. III Jornadas de Investigadores Predoctorales. La Historia del Arte desde Aragón. Zaragoza: PRENSAS DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.

BELINCHÓN, G., 2020. Juan Mariné, casi un siglo de cine. EL PAÍS, 2 Enero.

BORDWELL, D. & THOMPSON, K., 1995. El arte cinematográfico. 1ª edición ed. Barcelona: Paidós Comunicación.

FIELD, S., 1995. El manual del guionista: ejercicios e instrucciones para escribir un buen guion paso a paso.. Madrid: Plot Ediciones, S.L..

MCKEE, R., 1997. El Guion. Story. Sustancia, estrucutra, estilo y principios de la escritura de guiones. Barcelona: ALBA EDITORIAL, s.l.u..

Supersonic Man. 1979. [Película] Dirigido por Juan Piquer Simón. España: Almena Films.

 

 

Juan Sainz de Rozas, 2020.



[1] ADSUARA, J. J. (coord) & varios, 2011. Juan Piquer Simón. Mago de la serie B. 1ª edición ed. Castellón: CINE CLUB MUSEO FANTÁSTICO. Pág 191.

 

[2] ASIÓN SUÑER, A. y otros, 2019. III Jornadas de Investigadores Predoctorales. La Historia del Arte desde Aragón. Zaragoza: PRENSAS DE LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA. Pág 223.

 

[3] BELINCHÓN, G., 2020. Juan Mariné, casi un siglo de cine. EL PAÍS, 2 Enero.

 

[4] MCKEE, R., 1997. El Guion. Story. Sustancia, estrucutra, estilo y principios de la escritura de guiones. Barcelona: ALBA EDITORIAL, s.l.u..Pág 67.

 

[5] Extracto de Supersonic Man.1979. [Película] Dirigido por Juan Piquer Simón. España: Almena Films.. Minutos 1:30 a 1:33.

 

[6] BORDWELL, D. & THOMPSON, K., 1995. El arte cinematográfico. 1ª edición ed. Barcelona: Paidós Comunicación. Pág 292.

 

[7] Extracto de Supersonic Man. Op.Cit.. Minutos 18:25 a 18:47.

[8] FIELD, S., 1995. El manual del guionista: ejercicios e instrucciones para escribir un buen guion paso a paso.. Madrid: Plot Ediciones, S.L.. Pág 41.

 

[9] MCKEE, Robert. Op.Cit. Pág 94.

 

 

Compartir:

Un comentario

Deja un comentario