¿Una sociedad caduca?

La sociedad antigua y los nuevos desafíos.

Leyendo la prensa, escuchando la radio y la televisión, obtiene uno la impresión de que vive rodeado de ancianos.  La gente es antigua, los políticos huelen a naftalina.

 

Tenemos un mundo al borde de un cambio radical. Hemos destrozado el medio ambiente en el que vivimos y las sociedades jóvenes y emergentes nos están empujando con fuerza. Pero, ¿cuales son las preocupaciones que nos rodean?  En España, un gestor sugiere ofrecer pisos de 30 m² a los jóvenes, y lanza el globo sonda de las expropiaciones. No es ésto lo que me interesa: Me interesa que ese gestor, que tiene en sus manos una de las soluciones al problema del cambio climático, si es que es capaz de forzar una construcción racional, se interesa por algo tan viejo como proporcionar pisos a los jóvenes. Los jóvenes son personas con empuje, con capacidad de trabajo, con ganas de comerse el mundo, o si no lo son no son jóvenes. No necesitan que nadie se ocupe de buscarles piso. Si lo necesitasen es que serían viejos de espíritu, que carecerían de la capacidad de aventura, del ansia de innovación, del fuego que se come el mundo. No es de recibo una sociedad que pide que le resuelvan los problemas individuales. La sociedad debe resolver los problemas colectivos. Los individuales los resolvemos cada uno de nosotros.  

 

En un país con sequía y con lluvias torrenciales, con incendios forestales, y con la ingente presión de la emigración, el interés y preocupación de la clase política es en qué lugar se pone cada cual cuando hay un funeral por el Papa.

 

Ante el problema de la escasez de energía y del calentamiento global, otro gestor no muestra la menor preocupación ni el menor interés por estos dos temas, y sugiere algo tan antiguo como volver a la energía nuclear, para salir del paso y volver a lo que le interesa, el juego del poder. Poder no para mejorar las cosas, sino para mandar sobre los demás. 

 

La sociedad en su conjunto no exige soluciones a los problemas acuciantes que nos rodean. La única forma de sobrevivir en un mundo altamente competitivo, donde 2000 millones de personas quieren disfrutar de lo que ya disfrutamos nosotros, y están dispuestas a que nosotros trabajemos para ellas, es poder estar siempre un paso por delante en la ciencia y la técnica. Pero la sociedad, caduca, quiere hospitales y carreteras, casas en las playas, 100 canales en la televisión y menos horas de trabajo.

 

Cuando llegaban el oro y la plata de América, España estaba, ya entonces, vieja. El botín se invertía en bienes raíces y festejos, mientras que los holandeses invertían lo que nos robaban en barcos y aventuras comerciales. Holanda era entonces y es ahora un país joven, mientras que España era entonces y es ahora un país viejo, cuyo máximo interés son los «puentes» y el jolgorio.  

 

 

Un intelectual inglés escribe en El País que se debe potenciar la investigación, y se le ocurre la antigua idea de concentrar algo de esa investigación en un edificio en Estrasburgo. La investigación no se hace en edificios, sino con jóvenes que quieren resolver desafíos trabajando 12 horas al día, siete días a la semana. No exigen buenos salarios, pero exigen sueldo, infraestructura y apoyo en su esfuerzo.

 

Europa está lanzada a proteger su «bienestar». Pagamos 1000 millones de euros para mantener una minería de un carbón inútil y perjudicial para el medio ambiente: Una tecnología del siglo XIX. Cuando es de sobra conocido que la solución del problema de la pobreza del tercer mundo pasa por abrir nuestras fronteras a sus productos, España y Francia quieren seguir manteniendo las subvenciones agrícolas, con la solución proteccionista del siglo XVIII. Pescadores, agricultores, transportistas y demás colectivos quieren subvenciones para poder ganar dinero: Es decir, quieren que otros les paguen sus gastos. En vez de la alegría joven que busca el triunfo en el trabajo de la vida, buscan, como en la residencia de ancianos, que un estado paternal les ayude a malvivir.

 

Necesitamos resolver los problemas a los que nos enfrentamos: Los problemas del agua, de la desertificación, del cambio climático. Necesitamos bosques y necesitamos la tecnología más avanzada para capturar energía del Sol y almacenarla como hidrógeno. Necesitamos lanzar a nuestros jóvenes al triunfo en la vida, a la aventura y la alegría de vivir.

 

Somos un país viejo, una sociedad anciana.

 

Pero podemos volver a ser jóvenes. Podemos volver a amar la vida. Nos basta con dejar atrás el musgo y las telarañas y salir al mundo con la cara recién lavada y todo el entusiasmo de la juventud, olvidar las fiestas y poner, por encima de todo, el trabajo y la aventura de la vida. Tenemos ideas nuevas, ideas que pueden comerse el mundo. Tenemos que apoyar esas ideas, desarrollarlas, avanzar en la aventura de la ciencia y de la técnica. Podemos hacerlo.  

 

La alternativa es la residencia de ancianos. 

 

 

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