Necesitamos aprender una nueva asignatura
Como profesor con más 35 años de experiencia, mi diagnóstico es claro: hemos introducido una nueva asignatura en el curriculum de la sociedad humana, y estamos suspendiendo sin parar.
De repente nos hemos metido en una geometría de corte exponencial (ni siquiera reglada, como son las euclídea, hiperbólica, elíptica y parabólica, ni tampoco en la esférica) y los métodos de navegación que tenemos no nos sirven.
Estoy unos días en la Bretaña francesa, en un intercambio de casas, un sistema barato de veranear, en vez de tirar el dinero en hoteles y apartamentos. Y dando vueltas por la región, me hago tres reflexiones: Una, no hemos cambiado el paradigma económico social que se ve en la historia de esta parte de Francia y de la Francia entera: Guerras por un palmo más de tierra que va y viene de unas manos a otras sin acabar rindiendo lo que podría haber rendido si esa tierra se hubiese repartido amicablemente. Dos: El sistema de dogmas finales, y contrapuestos entre grupos humanos: Calvinistas, que habían llegado a »la verdad» final, y católicos, que ya tenían »la verdad» final, que resultó, con el paso del tiempo, que ni eran verdades, ni eran, muchísimo menos, finales. Tres: Viajando entre campos hasta arriba de trigo, patatas, maíz, árboles, entre los que sobresalen las inmensas aspas de los modernos molinos de viento, me reafirmo en que la realidad humana es la captura de la energía, de manera extra abundante, tan abundante que hasta 2007 el 90% de la población podía vivir de lo capturado por el 10% de la misma, aunque hoy es preciso cambiar ese sistema.
Este cambio debe hacerse contra la tradición de los otros dos paradigmas. Hoy en vez de católicos y calvinistas, tenemos por toda Europa y en sus extensiones culturales, los EEUU, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, el sistema de grupos enfrentados que han llegado a ‘la verdad‘ final, la de los neo-liberales (PP, por ejemplo) frente a los PSOEeros-IU, que recibieron ‘la verdad‘ final de manos del profeta Karl Marx. Hemos cambiado poco desde las guerras de religión francesas entre católicos y hugonotes. Hoy, de nuevo, cada uno defiende »su» verdad final, que, es claro, ni es verdad ni es final.
Y seguimos despreciando hoy, como entonces, la realidad (fíjense que no digo -verdad-) de la energía como única fuente de riqueza tanto para pobres como para los grandes señores que se matan por ridículas doctrinas, queriendo la riqueza obtenida mediante el robo en vez de mediante el reparto y la cooperación.
Estuve ayer en Josselin, un pueblo a orillas del río Oust, donde los señores de estas tierra edificaron sobre la misma roca de esquistos que cae a plomo sobre el río, un castillo tras otro. Como la economía española, que en 2007 era inexpugnable, los castillos fueron atacados y tomados siglo tras siglo. Primero los ingleses (realmente vikingos normandos con sede en Inglaterra) cuyos jefes deseaban la explotación de la fuerza de trabajo y sus mesnadas el botín que el robo producía, la misma riqueza momentánea que buscaban los españoles en Mexico y en el Perú. Luego los hugonotes que deseaban -servir- ¿? a un dios que les dejaba tirados, frente a los católicos que sencillamente deseaban el poder monolítico de uno sobre los demás.
Necesitamos cambiar esos paradigmas euclidianos, lineales. El nuevo paradigma debe reconocer que ni hay ‘verdades‘ ni mucho menos son ‘finales‘. Que la realidad ni es lineal, ni es determinista. Esa realidad es un fluido que cambia constantemente, al que hay que adaptarse de manera constante, cambiando las ideas, rechazado los dogmas y las leyes finales.
Hace años un colega, catedrático de física él en la E.T.S. de Ingenieros Aeronáuticos, se escandalizó porque dije públicamente que el Big Bang tenía toda la pinta de una traducción a la física de las ideas del Génesis. Para él las ideas de la física eran ‘verdades finales‘. Pero las ideas de la física han cambiado tanto como las de la astronomía cuando pasó del geo- al heliocentrismo. De la afirmación arrogante de Laplace de ‘dadme unas condiciones iniciales y predeciré la evolución del universo hasta el fin de los tiempos’ al reconocimiento por Poincaré de que no se necesitan miles o millones de cuerpos para destrozar esa arrogancia: Tres cuerpos de masas similares tienen trayectorias impredectibles en sus detalles. De las creencias firmes sobre el éter, que impidieron al mismo Poincaré descubrir la relatividad, a su desprecio por parte de Einstein, de la insistencia de Max Planck sobre la naturaleza contínua de la interacción entre el campo electromagnético y la materia a su reconocimiento a regañadientes del esquema cuántico.
El nuevo paradigma, el nuevo esquema geométrico, es fluido, no reglado, no final, evolutivo, histórico, no markoviano, variable, incierto y dinámico. Necesitamos nuevas reglas de medir, nuevos compases para describir la naturaleza real, unas reglas y compases que habrá que ir cambiando con el tiempo y el aumento de nuestra comprensión.
Necesitamos enseñar a los niños (y a los mayores) métodos de estudio y no materias cerradas, pues deberan cambiar de ciencia y de profesión varias veces en su vida, y deberan aceptar ese cambio como lo normal. Ya no hay mineros, torneros, profesores de literatura o de física, abogados o médicos del riñon derecho. Necesitamos formar a los niños y a los jóvenes para que sean un día mineros y otro mecánicos, para que puedan enseñar literatura y física, para que puedan curar riñones y piernas, para que puedan defender casos en los tribunales o arbitrar acuerdos fuera de ellos. Necesitamos que la comunista se haga capitalista y evolucione a liberal, y que el ultra-católico-integrista pase por socialista y ecologista, sin resistencia y sin solución de continuidad, adaptándose de manera suave a las condiciones cambiantes que ellos mismos producen a lo largo de sus vidas.
Y consecuentemente, necesitamos una economía que se adapte de manera constante a un mundo cambiante, en el cual lo único fijo es la necesidad diaria de energía para todo lo que hacemos y pensamos. No sabemos como hacerlo, porque las tres tradiciones que tenemos, las culturas de origen mediterráneo basadas en el dinero, las tribales basadas en el intercambio, y las orientales, basadas en la copia eterna de la tradición, han fallado y debemos aprender nuevas maneras fluidas de actuar. Lo haremos, pero el proceso será, como todos los preocesos revolucionarios, muy doloroso.