Una propuesta positiva sobre educacion e investigacion

(Publicado tambien en ElMundo.es)

En la Atenas clásica, una vez al año se celebraba el rito del Misterio de Eleusis (probablemente un antecesor de El Rocío de Huelva). Una vez llegada la muchedumbre histérica a aquel pueblo cerca de Atenas, se la hacia recorrer una y otra vez las calles sin sentido y organización alguna, hasta que se sentían absolutamente perdidos.

Hoy, en Europa, en sus estados, en los EEUU, en los países del Islam, reina la  misma sensación de estar perdidos, sin rumbo fijo en la vida. ¿Qué queremos? Sobre todo, ¿Qué queremos conseguir?

Hubo épocas en que se quería que todo el mundo estuviese sometido al Islam, en otros periodos, que toda Europa fuese católica o protestante, … En el siglo XX a veces queríamos conquistar el espacio, otras veces erradicar la miseria, incluso a veces llegar a trabajar 4 horas al día, 4 días a la semana y holgar el resto del tiempo como bonobos: Completar el ciclo y volver a la selva como estos parientes nuestros.

Pero hoy ya no sabemos lo que queremos. No lo saben los gestores sociales, ni lo sabemos nosotros como sociedad, ni siquiera como sociedades parciales (individuos, familias, regiones, estados, el planeta entero).

Los gestores sociales, sobre todo aquí y en los EEUU, solo tienen interés en mirarse un partido al otro. Es un juego aburridísimo que solo interesa a los jugadores, y ni siquiera a todos ellos, y que se desarrolla ante la estupefacción de la sociedad que preferiría una atención mas directa a los ciudadanos que son quienes pagan el juego.

En España hemos entrado, desde principios de 2013, en un estado catatónico en el cual se anuncian decisiones sin ton ni son, decisiones que no se completan, que no se cumplen, que se apolillan en cajones olvidados.

Energía eléctrica, reforma de las Administraciones, educación a todos los niveles,  investigación, industria competitiva, modelo de Estado, hasta el juego. No hay línea de acción para nada de esto, y evidentemente, mucho menos para su coordinación y el desarrollo de los efectos sinérgicos de la misma.

Un objetivo razonable para individuos, familias, regiones, estados,  para el planeta entero es ser ricos, por ejemplo. Creo que es un objetivo práctico, decente, moral, realizable y alejado de cualquier ideología. Como el peso del baño nos aleja de cualquier ilusión sobre nuestra posible obesidad, la riqueza es, de la misma manera,  una medida objetiva del bienestar.

¿Qué es la riqueza? Hay dos definiciones, una tradicional desde hace miles de años, y que es idealista e impracticable, la otra que se expone poco, perfectamente practica y realizable.

La riqueza »tradicional» es tener más que los demás y por tanto hacer a los demás que trabajen para el rico. Satisface el ansia primate de jerarquía, y realmente, salvo ese problema psicológico, no lleva a absolutamente nada. Hay milmillonarios en el mundo que se sienten felices al saber que tienen un dinero en un subterráneo en una isla del caribe. Esta riqueza desaparece, generalmente en el plazo de años, genera malestar social, y no produce una sociedad humana, sino animal.

Esta riqueza no sirve de nada, ni siquiera a los que la poseen.

Hay otra riqueza, que es el disfrute de recursos. Si tenemos un coche que funciona, aunque no sea una carroza dorada, si tenemos una vivienda cómoda, aunque no sea un palacio, si podemos calentarnos en invierno y estar frescos en verano, leer, escribir, hacer o escuchar música, educarnos, pasear por un bello paisaje, somos ricos de verdad, pues todo eso son realidades objetivas que nos permiten disfrutar realmente de la vida, dejando de lado psicosis, a »la Breton» y similares, de cómo se comportan los demás conmigo, situaciones que, como la mística medieval frente a la ciencia, representan una mera subjetividad indemostrable frente a la objetividad palpable.

La primera riqueza exige robo, rapiña, lucha, traiciones, avances y retrocesos, y al final acaba siempre en nada.  Luis XIV la quería, decidió robar a los estados alemanes su tierras y sus gentes, decidió rapiñar Holanda. Tras años de guerras, dejo una Francia en bancarrota y arruinada. Un esfuerzo psicótico para realmente nada. Cómo él, otros muchos, o casi todos.

Suiza decidió trabajar tranquila, vender relojes y tecnología, no meterse con nadie y crear el segundo tipo de riqueza. A la vista están los resultados.

Gentes en España han querido esta riqueza. Estan en las cárceles, otros arruinados, otros temblando de miedo. Nunca ha servido de nada a nadie, y mucho menos a los ciudadanos, que somos quienes, al final, pagamos siempre ese juego.

Crear riqueza, por y para todos, implica establecer unos objetivos concretos, prácticos y realizables. Se puede hacer por etapas, con hojas de ruta fáciles de diseñar, con logros y fracasos, pero avances continuos.  Es factible y es para todos. Implica cooperar, como un equipo, implica construir en vez de destruir, e implica cuidar lo que nos rodea para garantizar esa riqueza tanto hoy como mañana.

Puedo poner ejemplos de ecologista, pero para aquellos que nos rechazan, prefiero ejemplos duros, sacados de los esquemas del primer tipo de riqueza. Roma basó su poderío psicótico en la explotación de los esclavos obtenidos por guerras de conquista. Acabó con ellos como los tejanos han acabado con su petróleo, y los estadounidenses acabarán con su gas natural.  Para tratar de conseguir más esclavos, su fuente del primer tipo de  riqueza, extendieron sus campañas militares a zonas tremendamente alejadas, y para poder mantener los ejércitos a esas distancias, tuvieron que contratar ejércitos de »bárbaros». Las derrotas se fueron sucediendo, y los ejércitos bárbaros, bien ilustrados y entrenados por los romanos, invirtieron la dirección y conquistaron, ellos, el imperio.

Los romanos tenían la tecnología disponible para generar riqueza real del segundo tipo, para producir recursos abundantes, pero la rechazaron, por su ansia de riqueza psicótica del primer tipo.

Hoy estamos, en España, destruyendo en unos años (empezó hace unos seis y la destrucción se ha acelerado en los dos últimos) todas nuestras capacidades para generar riqueza real.

Respecto a la energía, seguimos quemando carbón agotable, sin eliminar nuestra dependencia y pagos al exterior mediante nuestra propia tecnología, una tecnología que puede, perfectamente, generar toda la energía que consumimos en España, y de la cual la electricidad no es más que un 35%. Generar energía propia es crear riqueza, pues es disfrutar de un recurso real. Seguiremos quemando petróleo para mover nuestros coches y camiones, cuando podemos reducir esa quema a la mitad, y fabricar nuestro propio combustible con energías renovables. Recursos reales para todos.

Pero no los producimos. Preferimos comprarlos y disiparlos.

La investigación: La estamos destruyendo, cuando es la esencia de la creación de recursos reales. Los recursos conocidos están todos sobreexplotados. La única forma de aumentar el disfrute de recursos (es decir, de extender el uso de coches, de biocombustible o eléctricos, de viviendas de coste cero, de cultura y educación) es generar otros nuevos, y para esto la única posibilidad es la investigación científica,  tecnológica y cultural.

Pero estamos destruyendo la investigación.

La educación: Solo es educación la que de verdad consigue que el alumno conozca más de lo que conoce el profesor.  Necesitamos sociedades cada vez más educadas para que generen recursos cada vez mayores, recursos materiales, pero también culturales (culturales, no genéticos).

Pero estamos destruyendo la verdadera educación: Nuestros alumnos rara vez acaban sabiendo mas de lo que sabe el profesor.

Y estamos destruyendo nuestro entorno: La visión es una esponja estrujada hasta que ya no queda mas agua dentro.  Hoy leía de una compañía minera en Sudáfrica que hace bajar a los trabajadores a 3000 metros de profundidad, a 78ºC de temperatura.  ¿Para sacar algo productivo? Para sacar oro. Los estadounidenses están estrujando su subsuelo para sacar gas, y en la China se están hundiendo los terrenos porque se les está vaciando de su sostén: El agua.

Y claro, no podía faltar en este blog el cambio climático.

Lo que hay de hoja de ruta, de objetivo en España, si lo hay, es pagar a los gestores sociales (en el sentido amplio, incluyendo empresas de nula actividad), a los parados y a los jubilados. Ninguno de estos pagos genera recursos, es decir, riqueza, y lo que si hacen es disiparlos, a marchas aceleradas. Estamos estrujando la esponja humana y estrujando nuestra casa común, allí donde vivimos.

Lo mismo ocurre en los EEUU, y en una generalidad de países.

Lo que aquí propongo si es una hoja de ruta, con etapas y medidas como la de la báscula del baño.  La creación continua de riqueza para todos los seres humanos del planeta, y de riqueza perdurable en un entorno ‘sin estrujar’.

Tenemos que empezar por disponer de toda la energía que necesitamos, propia. A continuación, y al mismo tiempo, dedicar a la investigación a todos los jóvenes brillantes que habrán salido de colegios donde los premios y aplausos serán para los »empollones» de 10, estimulando a todos, no a pasar de curso con -n- suspensas, sino a no suspender jamás una sola asignatura. Se puede hacer.

Tenemos que crear ciudades y metrópolis de alta produción y casi nula disipación. Y bellas. Se puede hacer. Sabemos hacerlo.

Y esto rodeado de la mejor cultura posible, no la salvajada tipo botellón, sino el arte sofisticado, no el quemar gasolina en circuitos de asfalto con máquinas muertas, sino en el disfrutar de la vida. Para todos.

Todo esto se puede hacer si se decide hacerlo: Es, sencillamente respetar y estimular el potencial humano que todos tenemos, en vez de degradarlo apoyando las soluciones más elementales y facilonas, que destruyen la sociedad y denigran a cada uno de nosotros, desde artista hasta el camarero. Estimular al alumno a sacar dieces, en vez de cuidarlo, ¡pobrecito! para que supere el trauma de la escuela con la mitad suspensas. Eso es denigrar a la persona.  Se trata de ayudar a pensar, no de apoyar lo más salvaje que alguien quiera hacer, sino lo mas sublime que esa misma persona ansíe.

Es, sencillamente, cambiar de perspectiva. Es invertir la idea de la Inquisición de tener una sociedad de borregos, a considerar a cada persona como capaz de los mas altos logros.

Es razonable.

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