La eliminación de la responsabilidad

Una parte de los problemas en los que estamos inmersos (y estamos metidos hasta la cabeza en problemas infantiles) deriva de la eliminación de la responsabilidad de las personas. Si en las quiebras de las entidades financieras (bancos en otros sitios, cajas en el nuestro) se hubiese exigido responsabilidad a los gestores, y no a las entidades, y se hubiese exigido de manera rápida y eficaz, estos gestores no habría hecho las locuras o quizás los desfalcos que nos han traído hasta aquí.

Pero ni en Alemania (Deutsche Bank), ni en los EEUU (Lehman, Morgans, Citi, etc.) ni en España (las Cajas) se había establecido que la responsabilidad de las quiebras era de los directivos, sino que se asumía que no era responsabilidad de nadie: Dinero de »nadie».

Hoy seguimos así, con unos bancos centrales (dinero de los contribuyentes) decididos a seguir avalando cualquier aventura de los directivos de esas instituciones financieras ( olvidemos  las generalidades, »Cajas» »Bancos»: Estas instituciones tienen nombres y apellidos).

En el ámbito académico ha ocurrido lo mismo: Se ha eliminado la responsabilidad de los profesores.  Hoy día para conseguir un puesto docente se exige que el candidato presente una serie de publicaciones que nadie juzga en España. El criterio es si han sido aceptadas por los editores innominados y por tanto irresponsables de ciertas revistas a las que alguna institución se ha arrogado el derecho de asignar una cierta calificación de manera arbitraria.  Una vez alcanzado un cierto número en esa serie de publicaciones, el candidato es acreditado como con derecho a una plaza docente, aunque sus méritos sean, no de investigación, sino de publicación de unos artículos cuya importancia científica no es juzgada de manera explícita.

Ha desaparecido la responsabilidad de los universitarios para elegir profesores. y se ha delegado en un dios irresponsable que es el número de publicaciones.

De la misma manera ocurre con las tesis doctorales. Un candidato dedica nos años de su vida a investigar en un cierto campo científico.  Para juzgar la tésis los profesores universitarios tienen unas reglas estrictas, de manera que su función es la de robots, o amanuenses: Certifican que la tesis ha sido publicada en revistas que la han aceptado mediante un esquema de revisión anónima e irresponsable. Los profesores del tribunal raras veces entran a fondo en el significado de lo que juzgan: Dejan de ser responsables.

En la enseñanza la regulación es también plato de cada día. Y los alumnos cuando suspenden, rechazan cualquier responsabilidad propia: El profesor enseña mal, no han tenido tiempo de estudiar, tienen demasiadas asignaturas (lo que por otro lado es cierto, y las tienen para dar trabajo a mas profesores), vienen mal preparados …. etc., etc.

Ahora bien, una sociedad de irresponsables esta sometida, como una sociedad sin control,  toda clase de excesos. En primer lugar, si nadie es responsable, si los alumnos no son responsables de sus notas, si los profesores no son responsables de la enseñanza que imparten, si los administradores indican que no pueden hacer nada,  si nadie es responsable de una crisis que hace a unos pocos muy ricos y a la mayoría muy pobre, si nadie es responsable de la corrupción institucional, del mal funcionamiento de la gestión social, etc. etc. la sociedad deja de ser funcional, y es presa de cualquier crisis ante la que no puede responder.

Cuando hay un accidente y mueren 800 personas, y la única respuesta es »algún dios (irresponsable) así lo habrá querido»  la situación deriva a la del Imperio Romano tras Constantino, cuando todo lo que ocurría era voluntad del dios correspondiente, hasta el punto que Roma colapsó porque »así lo quiso ese dios».

No volveremos a la responsabilidad: El camino es irreversible hasta el colapso. Solo en las etapas de construcción se hacen los seres humanos responsables de sus acciones.  En las etapas de desintegración social, la responsabilidad desaparece hasta el punto que se asigna a algún ente a quien no se le puede exigir: Instituciones y no a personas, o a entelequias que por definición hacen lo que estiman sin dar cuenta de ello a nadie.

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