Alertas sanitarias y comunicación ¿asignatura pendiente?

El pasado 24 de junio participé en una actividad muy interesante sobre comunicación de alertas sanitarias, invitado por el proyecto CommHere del 7º Programa Marco de la UE. Fué en el European Science Open Forum-ESOF 2014 en Copenhague. El ESOF es el mayor encuentro científico en Europa y tiene lugar cada dos años en una importante ciudad europea. El próximo será en Manchester en 2016. Es un evento muy concurrido, complejo, pero no es un congreso al uso. Se trata más de un foro donde se encuentran muchas disciplinas científicas, pero también los medios, las universidades, los estudiantes, los centros de investigación, las agencias de financiación de la ciencia, los servicios así como agentes sociales y políticos.  No me extiendo sobre el ESOF porque no toca. Quien quiera saber más que pinche en el siguiente enlace.

Decía que participé en una actividad del ESOF 2014 que trataba de la comunicación de alertas sanitarias, que llevaba por título «The danger of new infections: what can be done to reduce the risks? (El peligro de las nuevas infecciones: qué podemos hacer para reducir los riesgos?)». La sesión, de 1 h 15 minutos de duración, iba dirigida a una audiencia amplia que incluía científicos, medios de comunicación y publico en general, y consistió en dos partes: en la primera intervinieron los 4 expertos invitados: Karl Ekdahl, del ECDC, especialista en comunicación de riesgos, Fabio Turone, periodista científico de la Agencia Zoe (Turín), y dos virólogos: Ab Osterhaus, del Erasmus Medical Center de Rotterdam, y yo, moderados por Carl Johan Sundberg, del Instituto Karolinska de Estocolmo. El propósito de esta primera parte era ofrecer a la audiencia la información básica necesaria para realizar la segunda parte, que consistía en simular una rueda de prensa para informar acerca de un brote de una enfermedad infecciosa que acaba de detectarse (hipotéticamente) en una ciudad europea. En este simulacro la enfermedad elegida fue la encefalitis por virus West Nile, o «Nilo Occidental«, y la ciudad afectada, Copenhague. Sin duda, esa emergencia sería una bomba informativa, por lo inesperado y sorprendente al tratarse de una infección transmitida por mosquitos en una población tan al norte de Europa, supuestamente «a salvo» de este tipo de amenazas, consideradas hasta hace poco propias de climas tropicales. Pero no crean que esa hipótesis es tan aventurada: hace unas semanas se detectó en Dinamarca por primera vez la presencia de un mosquito, Culex modestus, que es capaz de transmitir el virus West Nile. Además, este virus ya ha dado buenas muestras de una gran capacidad de generar «sorpresas», como cuando apareció en Nueva York en 1999, lo que fue su primera detección en el continente americano, para después invadir Norteamérica de costa a costa, y alcanzar Canadá al norte y Argentina al sur en muy pocos años.

Un momento de la primera parte de la sesión sobre comunicación de alertas biológicas en el ESOF 2014

Pues bien, en la primera parte los virólogos hablamos del virus, de cómo se transmite, de cuales son las consecuencias de la enfermedad, y las bases de su compleja eco-epidemiología. El experto en comunicación sobre salud pública habló de las consecuencias de un brote de esta enfermedad en una comunidad tal como puede ser Copenhague, la necesidad de tener medios y preparación adecuados, la importancia de comunicar bien, y quien debe hacerlo y cómo, etc, y por último, el periodista habló de la ética periodística, de los posibles conflictos de intereses que pueden afectar a la información en torno a los brotes epidémicos, del riesgo de caer en la tentación (periodística) de aprovechar el tirón mediático que sin duda poseen las noticias sobre estos brotes, etc. Con esto, el moderador hizo un breve resumen para introducir la segunda parte de la sesión, de la cual fue su «animador» y dinamizador. Esta segunda parte consistió en montar una rueda de prensa para informar  sobre el brote de encefalitis por el virus West Nile que supuestamente (repito que era un simulacro) había tenido lugar en Copenhague. Pero antes pidió a la audiencia que se dividiera en 4 grupos: 1) científicos; 2) autoridades (Ministerio de Sanidad); 3) Centro de control de enfermedades (expertos en salud pública del Gobierno) y 4) periodistas. Cada uno de los expertos invitados nos reunimos con cada uno de los grupos durante unos minutos para discutir sobre el papel de cada uno en la rueda de prensa, las dudas, y para una puesta en común en general. A mi me tocó el grupo del centro de control de enfermedades, el cual resultó muy animado y mostró un gran interés por la actividad. En general puede decirse que la participación del público fue muy animada y despertó mucho interés y entusiasmo. Hay que destacar la juventud de muchos de los participantes, algunos de los cuales no pasaban de los 16-17 años, que, viniendo de países diversos de Europa, cuya lengua no es el inglés, se expresaban magníficamente en este idioma en público. Aquí hay que decir que la representación española estuvo a la altura.

Finalmente, cada grupo (excepto el de los periodistas) designó un portavoz: el primero haría las veces de Ministro de Sanidad, el segundo, de portavoz del centro de control de enfermedades del Gobierno, el tercero, de científico experto en virus. Al grupo de los periodistas se les repartió una serie de artículos de prensa sobre casos parecidos, pero reales, para que se inspiraran con las preguntas. Por fin la rueda de prensa se inició con una serie de preguntas formuladas por los periodistas, dirigidas certeramente a cada uno de los portavoces sentados enfrente, que contestaron una por una con calma, con los argumentos adecuados, con los mensajes apropiados de tranquilidad y transmitiendo la sensación de control que se espera de una situación de este tipo. Aunque la simulación dio una sensación en algunos momentos de parodia, por los tics que adoptaron algunos portavoces (singularmente el Ministro de Sanidad), probablemente adquiridos por imitación de situaciones similares difundidas por los medios, sobre todo la televisión, no obstante, resultó una «actuación» bastante creíble y digna. Destacable fue el papel de los otros portavoces (científicos y centro de control de enfermedades), que pese a su extrema juventud se defendieron perfectamente en una situación como esa, ofreciendo explicaciones técnicas convincentes discutidas en los pocos minutos de preparación previa.

Lo anterior demuestra que no es difícil informar de crisis y alertas sanitarias, si se hace con un mínimo de preparación. Cuán diferente fue, sin embargo, la lamentable actuación de la Ministra de Sanidad del Gobierno de España, Ana Mato y sus acompañantes el pasado día 6 de octubre en la rueda de prensa organizada para informar del primer caso de ébola autóctono en España. Si sirvió de algo, fue como  ejemplo de lo que no hay que hacer en un caso como este. Quedó muy en evidencia la absoluta falta de preparación de los responsables de dirigir la situación ante una crisis sanitaria de esta importancia: recordemos que era la primera transmisión autóctona de este virus fuera de África, en toda la historia de esta enfermedad. Y eso no transmite precisamente tranquilidad ni confianza. Cuando no se está a la altura, debe uno aceptarlo, retirarse y dejar paso a gente más capaz, Sra Ministra (todavía). Creo que en su lugar cualquiera de los chavales de 17 años que participaron en la sesión sobre comunicación de alertas sanitarias del ESOF habría demostrado más capacidad. Y en un perfecto inglés.

La Ministra ha desaparecido de los medios desde entonces, pero sigue en su puesto. Lo primero es clara evidencia de que aquélla rueda de prensa tuvo un efecto nefasto en la opinión pública (véase nota anexa, al final de este post), razón por la cual no se atreve ni a aparecer públicamente, esperando que, como otras veces, pase el chaparrón y se olvide el escándalo. Lo segundo es prueba de que en la España actual se puede mantener el puesto de Ministro a pesar de haber demostrado públicamente y de forma notoria la incapacidad para el cargo, lo cual es insólito y muestra lo poco que valora el Gobierno actual la salud de sus ciudadanos, dejándola en tales manos. Por fortuna, un nuevo equipo ha relevado al anterior en el control de esta crisis, y por lo visto hasta ahora parece que con mejor acierto, pero sin que haya habido dimisiones ni asunción de responsabilidades. Por ello la Ministra de Sanidad y su Gabinete de crisis merece un suspenso en «Comunicación de alertas sanitarias», su asignatura pendiente.

 Enlace: Rueda de prensa íntegra de Ana Mato en El Mundo

 

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 NOTA ANEXA (22 de noviembre de 2014)

La valoración ciudadana de la ministra de sanidad, Ana Mato, ha descendido a 1,78 (desde un ya modesto 2,00 sobre 10 en abril, su máxima nota) en la ultima encuesta del barómetro del CIS realizada entre el 1 y el 15 de octubre de 2014, es decir, en un período que abarca unos días antes y unos días después de la nefasta rueda de prensa (6 de octubre). Es la tercera ministra peor valorada del gabinete, solo por encima del ministro de educación, José I. Wert (1,47) y del recién nombrado ministro de justicia, Rafael Catalá (1,54). Sin embargo, el hecho de que muchas encuestas se realizaron unos dias antes de la rueda de prensa previsiblemente ha salvado a la ministra de un resultado aún peor.

 NOTA ANEXA (6  de diciembre de 2014)

Al final la ministra Mato se vió obligada a dimitir, cosa que hizo el 26 de noviembre, pero no a causa de su gestión de la crisis del ébola, sino, al parecer, para evitar perjudicar al Gobierno por su presunta implicación en una trama de corrupción en la que está imputada por un juez (el caso Gürtel). La dimisión se produjo 1 mes y 20 días después de la fatídica rueda de prensa sobre el ébola, que fue una de sus últimas apariciones en público.

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6 comentarios

  1. Gracias de nuevo por comentar. Finalmente la ministra dimitió, aunque por otra cosa. Tienes toda la razón con lo de las nefastas consecuencias (especialmente para la salud pública) de sacar el ISCIII de sanidad y meterlo en el de la ciencia de turno (en poco tiempo ésta ha cambiado cuatro veces de ministerio: MEC, MCINN, MCYT, MINECO…). En cuanto a los «Osterhaus» de turno, pues parece que es inevitable que en las crisis sanitarias surjan «expertos» de cualquier pelaje dispuestos a opinar en los medios. Es importante que los medios tengan una referencia de quien es quien, y cuáles son las fuentes acreditadas, y entre ellas, el ISCIII debería tener el papel más destacado.

  2. Tienes razón, Miguel Ángel, hay que insistir N veces sin desanimarse hasta lograr lo que quieres.
    La capacidad de Osterhaus para disertar sobre lo divino y lo humano un minuto después de enterarse de qué va la cuestión forma parte de su personalidad. En mi opinión, el desconcierto informativo de los días previos a la constitución de la Comisión respondió más a improvisaciones de ese tipo que a la famosa rueda de prensa. Tras escucharla otra vez con calma, me parece que fue más bien pobre que mala. Durante esos días, algunos profesionales que jamás se habían ocupado del Ébola salieron en los medios simplemente por ser conocidos por cada medio en concreto, y las intervenciones a la Osterhaus se multiplicaron. En mi caso, conté con la ayuda de los especialistas en fiebres hemorrágicas que trabajan en el departamento que dirijo, y fue esa ayuda la que me permitió desempeñar con dignidad el papel que me tocó en el reparto. Esos otros espontáneos no contaban con gente así, y se les notó mucho.
    Es verdad que el Ministerio de Sanidad debiera ser capaz de salir airoso en situaciones como esta. Ten por seguro que cuando alguien decida corregir la insensatez que supuso sacar el Instituto de Salud Carlos III de ese ministerio para colocarlo en el que gestiona la investigación científica (el de Ciencia e Innovación entonces, el de Economía y Competitividad ahora)el Ministerio de Sanidad recuperará esa capacidad. Además, sería un paso obligado para asegurar que cuando los ciudadanos volváis a buscar a los profesionales del Centro Nacional de Microbiología en una situación de alarma parecida, digamos que de aquí a diez años, los encontréis otra vez. En otro caso, me temo que os llevaréis una sorpresa desagradable.
    Un abrazo.

  3. Muchas gracias, José Manuel, por tu aportación, como siempre enriquecedora. A la luz de tu comentario, que es muy acertado en señalar que eso de comunicar alertas sanitarias no es tan simple, debo de matizar algo que probablemente no «comuniqué» bien en el post: quería expresar que no es que comunicar en estos casos sea fácil, sino que una buena preparación facilita mucho esa tarea. Quizá fue preparación lo que faltó en aquella rueda de prensa de la ministra (o sobró improvisación), pero tienes razón que incluso con una buena preparación la cosa no resulta tan fácil, especialmente si hay mucha incertidumbre, cosa que frecuentemente pasa en estos casos.
    También he de darte la razón en que no es lo mismo un simulacro que una situación real. Pero tampoco es lo mismo un público prácticamente lego que los máximos responsables del Ministerio de Sanidad: a éstos se les supone capacidad para salir airosos de un trance como ese.
    Respecto a lo de tu sorpresa ante la calma, tranquilidad y argumentos adecuados, estando Osterhaus por ahí, posiblemente ese mérito habría que atribuírselo más a los chicos que intervinieron, y a la propia mecánica de la sesión. La intervención del Dr. Osterhaus fue la primera, y fue un resumen de 10 minutos sobre los riesgos asociados a la infección por el virus West Nile, que improvisó (de hecho llegó 1 minuto antes de empezar la sesión y aprovechó ese minuto para preguntarme de qué iba). A mi, que tengo que llevar la «chuleta» (o el powerpoint) a todos lados, la verdad es que me dejó atónito esa capacidad de improvisación, sin dejar un solo cabo suelto. Por lo demás, supongo que aleccionó a su grupo (los «virólogos») acerca de cómo contestar las preguntas que se podían esperar de los periodistas. Éstos apuntaron más al ministro y al portavoz del centro de control de enfermedades, y los virólogos tuvieron menor papel. No hubo más misterio.
    Finalmente, creo que comprendo muy bien lo que comentas de que el esfuerzo en argumentar y aportar datos se diluye y al final es poco lo que se retiene. También creo que eso, que es cierto, no debe desanimarnos a seguir explicando estas cosas, porque quizá la dilución del mensaje es al 90% en una primera explicación, pero si la repetimos dos, tres, cuatro, etc veces, y lo hacemos no uno ni dos, sino muchos especialistas, tengo la certeza de que finalmente el mensaje será comprendido, asimilado y hasta incorporado al acervo común.
    Saludos.

  4. Interesante ejercicio. Sin embargo, la experiencia enseña que la comunicación es siempre una cuestión espinosa en los casos reales, aún cuando se pueda hacer sin gran dificultad mucho mejor que lo hiciera la Ministra de Sanidad durante aquéllos cinco días del pasado Octubre. En ese sentido, me sorprende que el doctor Osterhaus contribuyese a poner calma, argumentos adecuados y tranquilidad en ese simulacro. Bien se ve que solo era eso, un simulacro, lástima que no suela hacerlo igual en las alertas de verdad.

    Aún cuando todo se haga muy bien, sucede siempre que tras comunicar las cosas lo mejor que sabes, y por muy bien que lo hagas, sacas después la conclusión de que poquísima gente te ha escuchado. Basta una conversación con el vecino del quinto o con esa amiga de su cuñado que es enfermera y entiende de eso para que el ciudadano medio olvide tus argumentos. Lo aprendí con gran sorpresa hace treinta años con el SIDA y lo he confirmado plenamente en las últimas semanas con el Ébola. Tu esfuerzo se diluye en un 90%, pero es lo que hay.

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