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Autor
Leticia Sala

“La presencialidad del profesor seguirá siendo esencial en una buena enseñanza”

Con motivo de la publicación de su último libro, entrevistamos al profesor Francisco Mora, quien ha desarrollado una intensa labor en la entronización de la Neurociencia en la Educación

Francisco Mora es Licenciado y Doctor en Medicina por la Universidad de Granada, Doctor en Neurociencia (Psicología Experimental) por la Universidad de Oxford , Catedrático de Fisiología Humana en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y ex-Profesor adscrito al Departamento de Fisiología Molecular y Biofísica del "Carver College" de Medicina de la Universidad de Iowa . Actualmente es Profesor Honorífico de la Universidad Complutense (Departamento de Fisiología) y miembro (desde el año 2009) de la Real Academia Nacional de Medicina. En los últimos años ha venido estudiando y proponiendo aproximaciones de la neurociencia (cómo funciona el cerebro), en particular el papel de la emoción, como base a una nueva aproximación a la educación. En este sentido, acaba de ver la luz su último libro ‘Neuroeducación y lectura: de la emoción a la comprensión de las palabras’.

¿Cómo nació su vocación científica? ¿Tenía un entorno familiar propicio? 

Mi vocación científica fue temprana. Ya como estudiante de Medicina era alumno interno del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de Granada. Pero también es verdad que me gustaban las humanidades. Leía mucho de muchas cosas. Mi entorno familiar no fue propiamente la semilla de mi querencia por la Ciencia. No sé cómo nació en mí, pero para mí una guía mental, absoluta, fue la figura del profesor Santiago Ramón y Cajal.

¿Cómo acaba un doctor en Medicina, neurocientífico de renombre internacional, siendo un referente de una nueva enseñanza?

Tras la Licenciatura en Medicina comencé mi tesis doctoral. Al mismo tiempo realicé estudios sobre Psiquiatría y Neurología. Y me di cuenta de las escasas herramientas terapéuticas y el profundo desconocimiento neurocientífico que se tenía sobre las enfermedades mentales. Y fue este convencimiento, profundo, el que me llevó a dar el salto haciala investigación científica.Y marché a Madrid a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma. Y después a Inglaterra (Oxford) y Estados Unidos (Universidad de Iowa). A mi regreso a España comprendí la necesidad de "decir cosas", en lenguaje asequible sobre investigación científica y la profunda necesidad educativa en ese sentido. Ello me llevo a escribir varios libros y entre ellos el libro sobre Neuroeducación con mis ideas acerca de una nueva aproximación a la educación.

¿En qué momento la divulgación científica cobra una importancia capital en su trabajo?

Desde mi regreso a España comprendí, profundamente, que un científico no solo tiene que hacer una buena investigación científica, sino, además, comunicarla, llevarla a la sociedad que necesita de ese conocimiento.


La dignidad nacional e internacional de un pueblo solo nace de su capacidad de crear "pensamiento nuevo". Ese que nos hace avanzar hacia nuevas luces de conocimiento. Y ese es el pensamiento científico

En España no había cultura de la ciencia. Y lamento decir que después de tantos años sigue sin haberla. Para nosotros la cultura es el arte, la música, la literatura, el teatro, el cine. Seguimos teniendo el mismo y único premio Nobel en Fisiología y Medicina de 1906 que es Cajal. Nuestros políticos siguen sin "darse cuenta" de que .

En los últimos años ha venido estudiando la neurociencia, en particular el papel de la emoción, como base a una nueva aproximación a la educación. ¿En qué consiste exactamente la neuroeducación

Neuroeducación significa fundamentar la educación en los conocimientos que hoy se tienen acerca de cómo funciona el cerebro. Es gracias a nuestro cerebro y a sus procesos neuronales que somos capaces de aprender y memorizar y tener altas capacidades mentales. Estamos, por tanto, en un nuevo principio en la educación. Aquel de dar solidez, más allá de opiniones y consideraciones sacadas solo de la observación, a lo que enseñamos, tanto en la instrucción (leer, cuentas, matemáticas, etc.) como en la propia educación de valores, normas y hábitos éticos. Eso me condujo a los conceptos de Neurocultura y desde luego al libro "Neuroeducación: Solo se puede aprender aquello que se ama" que tan bien recibido ha sido entre maestros y profesores.

Háblenos de su último libro: ‘Neuroeducación y lectura: de la emoción a la comprensión de las palabras’ de inminente publicación.

Es un libro que escribí con mucha ilusión y desde esa perspectiva del conocimiento científico. Me llevó bastante tiempo escribirlo. Su núcleo reside principalmente en dar algunas trazas acerca de los vericuetos que recorren las letras y las palabras en nuestros cerebros y cómo lo cambian en su física y en su química, en su anatomía y fisiología durante su aprendizaje, siempre teniendo la emoción como centro principal de todo ello. Tema, por otra parte, muy poco tratado en libros sobre cerebro y lectura. Y es que la emoción, es esa energía que mueve el mundo vivo y en particular el mundo humano. Para mí, junto con el significado conceptual de las palabras (la semántica) está el "teñido emocional" que llevan las palabras y las frases. Y más allá su relación, lo reitero, con el aprendizaje de la lectura. Nada o muy poco se puede "aprender bien", particularmente en lo abstracto o conceptual, más que con la alegría, ese "don" que cantaba Schiller en su oda. Alegría, chispazo emocional que te permite estar verdaderamente despierto y encender con ello la curiosidad que lleva a la atención y con esta a aprender y memorizar y con ello alcanzar conocimiento nuevo.   

Usted afirma que la lectura es una revolución más profunda que el lenguaje porque es más humana. ¿A qué se refiere?

Siempre pensé que la lectura ha sido en la historia de la humanidad esa revolución silenciosa que ha traspasado fronteras, geografías y culturas.


La lectura ha sido en la historia de la humanidad esa revolución silenciosa que ha traspasado fronteras, geografías y culturas. Y así nos ha llevado a una mayor unificación del mundo humano y con ello a mayores cotas de libertad

Y así nos ha llevado a una mayor unificación del mundo humano y con ello a mayores cotas de libertad. Una revolución no solo pacifica, sino verdaderamente humana en tanto que la lectura no es como el lenguaje oral un producto directo de la genética, sino el resultado de una presión cultural selectiva, de una necesidad de comunicación humana a largas distancias. Presión selectiva que nos ha hecho darnos cuenta del verdadero impacto que ello ha tenido conla instrucción y la educación del ser humano en el mundo. Y no debemos olvidarlo nunca: el ser humano es lo que la educación hace de él. Por eso considero que la lectura ha cambiado de raíz al ser humano permitiéndole vivir en un mundo más abierto y libre. Y esto último tiene que ver con la educación que acabo de señalar.

También defiende que aprender es un proceso polisensorial que requiere de la convergencia de todos los sentidos, ya que no solo importan los conceptos sino la transferencia emocional del que enseña o las vivencias con los compañeros. ¿Cómo se armoniza eso con el modelo educativo que parece que va a imperar en eso que se ha venido en llamar “la nueva normalidad” en el que primará lo digital sobre lo presencial para lograr una educación de calidad?

Depende mucho de qué hablamos cuando lo hacemos sobre este tema. No es lo mismo la instrucción y la educación en los niños desde su nacimiento, infantil y primaria a la de los estudiantes de la ESO o secundaria o la enseñanza universitaria. Un maestro, a través de una pantalla, no puede enseñar en toda la dimensión que este proceso requiere. Enseñar en la instrucción, y no le digo en propiamente la educación, requiere la presencia física del maestro o el profesor con absolutamente todos los ingredientes sensoriales y emocionales que ello conlleva. Lo digital, una pantallaproporciona un conocimiento parcial, sesgado, de lo que transmite humanamente un buen maestro. No es posible enseñar propiamente a un niño a través de una pantalla con las enormes limitaciones que ello tiene para transmitir gestos, expresiones faciales, espontaneidad, ejemplos múltiples, digresiones o roturas del discurso, silencios, insinuaciones, anécdotas que un maestro tiene directamente y con las que adereza lo que enseña a los alumnos. Lo digital sirve para comunicar conocimientos instructivos pero muy poco educativos. Nunca se podrá educar bien a un niño sin la presencia física del maestro, con toda la "polisensorialidad" que ello conlleva y con toda la "emocionalidad" que ello conlleva. La "nueva normalidad" nos obligará a tener todo esto en cuenta.

¿Es el fin de la Universidad tal y como la conocemos?

Yo, personalmente, no lo creo. La presencialidad del profesor seguirá siendo esencial en una buena enseñanza. Un gran profesor es aquel que deja huella utilizando toda y su entera personalidad "humana" ante los alumnos. Solo en presencia física ante el alumno se desenvuelve bien el gran profesor, aquel capaz de convertir cualquier cosa, incluso lo soso, en algo siempre interesante. En abrir los ojos de quien escucha. En que lo que dice cale, deje huella. Eso es la emoción con las que tiñe sus palabras y les da profundo sentido. Y eso es lo que un buen alumno sabe luego expresar con profundo agradecimiento a lo largo de toda su vida. Muchos grandes profesores podrían contarnos sus experiencias. Eso es lo que llevó a Albert Camus a agradecer a su maestro en su discurso de aceptación del Premio Nobel que fue gracias a él y sus enseñanzas que alcanzó ese tan alto honor y reconocimiento.

¿Qué reflexión o enseñanza saca de este confinamiento al que nos ha obligado la actual situación de emergencia sanitaria por COVID-19?

El valor profundo que tienen “los demás” para la normalidad de todo ser humano porque la conducta humana reside, en todo su enorme peso psicológico (emocional), en su relación con los otros. Y es que, los seres humanos, somos fundamentalmente seres de "costumbres", de "hábitos". Y un período largo de confinamiento como lo ha sido éste puede romper muchos de esos hábitos, sobre todo en las personas mayores. Un aislamiento emocional siempre produce ansiedad, inseguridad, nerviosismo, incertidumbre y hasta desconfianza. Algo que si lo ponemos en conjunto se llama miedo. Y sin duda todo ello repercute en todo el amplio marco de la cultura en que se vive. De luchar contra ese miedo es lo que debiera servirnos este periodo de confinamiento como enseñanza.

¿Cree que el coronavirus supondrá un antes y un después en el papel de la Ciencia y el reconocimiento a la labor de los investigadores en nuestra sociedad? ¿Qué le diría a esos jóvenes investigadores que trabajan en condiciones precarias y que se sientan tentados de tirar la toalla?

No. No lo creo. Esto pasará. Y veo difícil que haya un cambio en la visión de los políticos y la percepción de la sociedad española sobre el valor de la ciencia y los investigadores científicos. España, ya lo he dicho, no tiene cultura de la ciencia. Y eso no se arregla en dos días. Eso requiere una visión nueva, lenta, que comience ya con la educación de los primeros años.  La segunda parte de la pregunta es todavía más dura. Yo les diría que, dentro de lo posible, persistan, no tiren la toalla. Que intenten, en lo posible, no aislarse y crear y mantener, una colaboración con otros laboratorios de otros países recabando financiación de Fundaciones o Instituciones Europeas. Yo no soy ejemplo para nada ni para nadie, pero la verdad es que, de alguna manera, es lo que yo mismo he hecho aunque tal vez en mejores tiempos. 

Por último, nos gustaría terminar con una batería de preguntas cortas:

  1. ¿Cómo es un día perfecto para usted?

Levantarme muy temprano. Tomarme un buen té. Y en el silencio de esa madrugada, tener ese "despertar", "esa alegría interior" queemocionalmente me lleva a decir las cosas que llevo dentro. Y en el resto del día....encontrarme con gente que me sonría.

  1. Si pudiera viajar en el tiempo, ¿a qué momento histórico se trasladaría?

A la Antigua Roma en el año 100 antes de Cristo.

  1. ¿A quién le gustaría invitar a comer para poder tener una extensa sobremesa? Puede ser un personaje histórico o actual.

En mi vida he tenido la gran suerte de conocer a grandes personajes. Muchos Premios Nobel con sobremesa. Desde adolescente he tenido una enorme admiración a Demócrito pero no sé si entendería su lenguaje. Para una larga sobremesa hoy, me gustaría tenerla con el biólogo y entomólogo Edward O. Wilson.

  1. ¿Cómo le gustaría ser recordado?

No sabría contestar esta pregunta. No solo no lo he pensado nunca, es que no creo que en mi caso se justifique. Pienso seria y sinceramente que no hay nada que haya hecho yo en mi vida que merezca ser recordado

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