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EFE Futuro

Antonio Salas (genetista): Saber más de supercontagiadores e invertir en ciencia es decisivo

El trabajo que ha realizado este estudioso junto al doctor en Pediatría e investigador clínico Federico Martinón revela pruebas de la existencia e intervención de la figura del supercontagiador

Analizar los mecanismos que se esconden detrás de un supercontagiador es decisivo. "Pero de lo que estamos hablando es de un fenómeno que es terriblemente difícil de estudiar", reconoce el genetista Antonio Salas Ellacurriaga, que opina que esta pandemia global ha puesto sobre la mesa más si cabe la necesidad de la ciencia y aguarda que los gobiernos sean "conscientes" de ello.

Entre un tercio y la mitad de los contagios por Covid-19 en el mundo estarían relacionados con este hecho, el de personas que ya sea por sudor con más carga viral o más secreciones respiratorias tengan facilidad para transmitir el agente infeccioso. Es lo que se recoge en el trabajo que ha realizado este estudioso junto al doctor en Pediatría e investigador clínico Federico Martinón.

Ambos han conseguido revelar pruebas de la existencia e intervención de esta figura, que no es nueva, pues existe en el ébola por ejemplo, cuenta el también profesor Antonio Salas a Efe. Los detalles que aporta su minucioso análisis suponen un paso crucial para entender la dispersión del virus y serán de gran utilidad en la ardua tarea de tratar de prever y prevenir futuros brotes de este nuevo coronavirus o de otros patógenos con potencial igualmente letal o incluso superior.

Han llegado a la figura del superpropagador cuando se encontraban trabajando en el árbol filogenético del nuevo coronavirus y sus huéspedes. No es un fenómeno nuevo, ¿cierto?

Efectivamente. Y no, la figura del supercontagiador no es nueva. Existe en el ébola, pero también en pandemias de coronavirus previos, recientes, como el SARS y el MERS, y otras enfermedades infecciosas comunes como el sarampión, la tuberculosis, etcétera. La noción del supercontagiador es relativamente fácil de concebir, es decir, todo el mundo puede hacerse una vaga idea. Pero en la práctica resulta muy difícil entender los mecanismos que subyacen a esta figura.

Los epidemiólogos, en connivencia con los virólogos, han jugado y siguen jugando un papel fundamental en esa comprensión.

Sí. Hoy en día tenemos herramientas adicionales para investigar los modelos de transmisión a través del uso de la genómica, asistida por modernos procedimientos tecnológicos y computacionales. Esta visión molecular está siendo una herramienta complementaria, y nunca sustitutiva, para la epidemiología clásica, que ha demostrado ser tremendamente útil en la comprensión del supercontagiador.

Han manejado una secuencia de 5.000 genomas, aproximadamente 150 millones de letras que han sometido a análisis propios de genética evolutiva. Un reto computacional, ¿pero por la metodología, más que por la cantidad de información, verdad?

Veamos. Realmente el reto no ha sido el manejar 150 millones de letras. Un genoma humano tiene aproximadamente 3.000 millones y a menudo nos enfrentamos al análisis de miles de ellos. El reto computacional viene en efecto de la metodología más que de la cantidad de información. Pero en este caso ni tan siquiera ha sido un enorme problema; porque es cuestión de esperar días por algunos análisis y ya está. Para otros estudios en el área de Genómica humana hemos necesitado semanas o meses y tirar del Centro de Supercomputación de Galicia (CESGA).

Sí existe una parte del estudio que requiere de fuertes dosis de trabajo artesanal, como es el análisis de parsimonia, y que después se refuerza con análisis computacionales. Quizás esa reconstrucción de la genealogía del coronavirus que hemos hecho es lo que más tiempo nos ha llevado y es la base fundamental sobre la que pivota todo lo demás.

Ustedes, en la crisis sanitaria actual, no tienen acceso a la información clínica de los donantes y no les ha sido posible llegar a las muestras biológicas de ellos. ¿Concretar el patrón de un supervector es, así las cosas, el objetivo?

Nuestro estudio evidencia la conveniencia de investigar los mecanismos de supercontagio, detectar a los supercontagiadores y estudiar en profundidad cuáles son los mecanismos, ya sean estrictamente mecánicos o biológicos, que se esconden detrás de la figura de un supercontagiador. Muchos países ya lo han hecho con algunos focos, caso de Alemania o Corea del Sur.

Usted, siempre que puede, incide no obstante en la dificultad de esta tarea.

Porque la figura de un supercontagiador es quizás fácil y hasta intuitiva de entender, pero terriblemente difícil de estudiar. Son muchos los factores que se pueden confabular en el mismo huésped y que pueden actuar de manera orquestada para facilitar un foco de supercontagio. Recientemente afirmaba un virólogo de reconocido prestigio que una persona que ya tenga una fuerte carga viral y sintomatología respiratoria acompañada con tos y estornudos, puede ser un gran foco de supercontagio.

En la variabilidad observada en los genomas del SARS-CoV-2 vemos un patrón que es perfectamente compatible con la intervención de un supercontagiador y no de un supercontagio basado en transmisión horizontal.

En España entraron las primeras cepas del virus que afectaron a casi toda Europa pero, además, hay una que le confiere un carácter distintivo pues no existe en el resto de países del entorno.

El estudio que hemos realizado es a nivel global. No nos hemos detenido tanto en la idiosincrasia de cada país o zona geográfica. En el trabajo hablamos de España porque es, junto con otros países, uno de los que ha sido especialmente impactado por la pandemia y porque sí presenta ese linaje que es distintivo.

Podemos adelantar que es de procedencia china, pero no tanto si es originario de Wuhan. Ni tan siquiera sabemos si llegó directamente de China o si hizo escala en algún otro lugar de Europa. De haber sido esto último, sí puedo asegurar que en ese lugar intermediario no ha tenido éxito, mientras que en España sí, ya que es el linaje más representativo de nuestro país.

He de aclarar ahora que el hecho de que haya triunfado en nuestro país no ha estado motivado por haber tenido una virulencia especial, sino muy probablemente por un fenómeno estocástico/aleatorio que, como bien conocen los genetistas, tan presente está en la determinación de los patrones de variabilidad genética (técnicamente, deriva génica).

Las evidencias apuntan a que es difícil conseguir que el virus llegase antes del pasado 14 de noviembre.

Porque el ADN cambia, muta a un ritmo predecible; se puede estimar a partir de los datos. Esta tasa de cambio es como el tic-tac de un reloj: si escuchas 60 tic-tac sabrás que habrá pasado un minuto. En el genoma sucede lo mismo. Si uno observa un número determinado de cambios, asumiendo un tic-tac molecular determinado se puede estimar cuánto tiempo ha sido necesario para generar la diversidad genómica que se observa en el RNA (ácido ribonucleico) del coronavirus.

Este procedimiento no es nuevo. Lo usamos los genetistas desde hace décadas. Y esto es exactamente lo que hemos hecho: calcular el tic-tac del reloj del coronavirus, entiéndase, su tasa de mutación; y, una vez determinada su variabilidad y un modelo evolutivo, puedes estimar su edad, así como la edad de sus parientes más cercanos, como por ejemplo el coronavirus del murciélago y el del pangolín.

La ciencia, en suma, que tiene su magia. Es una reflexión suya.

Efectivamente, la ciencia tiene su magia. De no ser así, sería monótona, aburrida. Y la inmensa mayoría de los científicos lo son por vocación, porque han sido llamados por esa extraña energía que nos cautiva. Es el momento de que los gobiernos y la sociedad sean conscientes de su necesidad y hagan una apuesta decisiva por ella; tal y como están haciendo desde hace muchos años nuestros países vecinos y las grandes potencias mundiales.

Al fin y al cabo, por muy intensa que sea la magia, el investigador es una persona altamente cualificada que, como todo ser vivo, necesita alimentarse y alimentar a sus familias. Y, además, tener cierta garantía de continuidad. Porque el buen científico es como el buen vino, no se hace de un día para otro. Necesita dosis de maduración para dar lo mejor de sí.

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