Fecha
Fuente
El País
Autor
A.N.

La catedrática que ha roto tres veces el techo de cristal

La ingeniera biomédica María Teresa Arredondo ha hecho historia en diferentes universidades de España y Argentina

El currículo de la ingeniería en biomedicina María Teresa Arredondo es el de una pionera. “Fui la primera ingeniera electrónica de mi universidad, en Argentina —Universidad Nacional de Tucumán—. Después, la primera persona que se doctoró en Telecomunicaciones de la Politécnica de Valencia y la primera mujer catedrática de Telecomunicaciones de la Politécnica de Madrid (UPM) y de España”, resume en su despacho de la Universidad madrileña. Arredondo ha roto con el techo de cristal dentro de la Universidad pública, donde solo un 21% de las mujeres de su profesorado son catedráticas, según el informe Científicas en cifras.

La profesora imparte clases de Ingeniería biomédica en la UPM. Llegó a esta entidad para cursar el doctorado y se quedó. “Nuestro objetivo es aplicar las tecnologías de la información y las comunicaciones en el campo de la salud y la integración social de las personas, involucrando a las que tienen necesidades especiales”, explica. La docencia la compatibiliza con la dirección de un buen número de grupos de investigación y la participación en conferencias y congresos, algunos dirigidos a incentivar la presencia de la mujer en la ciencia. Es además la fundadora de Life Supporting Technologies, un grupo internacional de investigadores cuyo objetivo es “crear un mundo más saludable, apoyado en la tecnología, para prevenir la aparición de enfermedades. Y en caso de que se presenten, acompañar a las personas en ese proceso”.

Su vocación apareció cuando en una visita a la Universidad la llevaron a ver un laboratorio. “Me acuerdo que estaba en un ático; subimos y ahí estaban elaborando, de una manera muy rudimentaria, unos marcapasos. Ese día dije: quiero dedicarme a eso”. Arredondo no tuvo ninguna profesora mujer, ni siquiera compañeras en la carrera. “Hubo dos chicas, pero lo dejaron rápido”, apunta. Confiesa que al principio tuvo que aguantar algunas bromas de sus compañeros: “Te escondían el bolso y esas cosas, pero fue pasando el tiempo, algunos se quedaban atrás y yo me saqué la carrera primero, así que te ibas ganando el respeto y hasta te acababan pidiendo los apuntes”.

Durante su formación y posterior carrera profesional asegura no haber sufrido ningún ataque machista directo, pero sí sentía la presión del techo de cristal. “Era una cuestión intangible. Sabías que era más difícil, que iban a escoger a los hombres para los puestos de poder porque solo había que verlos, no había ninguna mujer, se suponía que iban a ser madres. Las que teníamos hijos —tiene dos hijas también ingenieras—, teníamos que andar ocultando que había que llevarlos al médico y cosas así para que no te tomaran de menos”, relata.

Dos generaciones

La Ingeniería biomédica aúna ciencias de la salud, la rama de enseñanza con más mujeres matriculadas en la universidad, un 70%; e Ingeniería, donde caen hasta un 25%, según los Indicadores de Género del Ministerio de Educación. Esta combinación hace que las clases de Arredondo estén equilibradas en cuanto a género. Sobre su equipo de investigación, que trabaja con fondos europeos, afirma que hay más mujeres. “No ha sido algo buscado, pero casi siempre hay más chicas”.

En el ámbito laboral, solo 2% de las mujeres ocupadas lo están en el sector tecnológico, según el informe Mujeres en la economía digital en España 2018, frente a un 5,2% de los hombres. La catedrática considera que esas diferencias, tanto en el ámbito formativo como laboral, pueden deberse a la falta de referentes: “Es que hasta hace poco no había ni rectoras y todavía no hay directoras de grandes empresas tecnológicas o incluso de Bancos”, lamenta.

Entre los proyectos que dirige se encuentra la red Europea de EIT Health Living labs. Se trata de casas domotizadas, es decir, conectadas a internet en las que prueban aplicaciones destinadas a mejorar la calidad de vida de las personas en su hogar. Beatriz Merino, también ingeniera biomédica, trabaja en este espacio como coordinadora. Tiene 25 años y es exalumna de Arredondo. Su experiencia formativa es muy diferente de la de su profesora: ella ha tenido la mitad de la clase ocupada por mujeres y entre sus docentes hay catedráticas, como Arredondo. Enumera a algunas mujeres que tiene como referentes, pero recuerda que en la infancia le faltaban. Sostiene que el problema es educacional: “En el instituto no se incentivan las carreras tecnológicas entre las chicas, a pesar de que algunas siempre tuvimos, y hoy siguen teniendo, el gusanillo de cacharrear con la tecnología y la electrónica”. En su caso quería imitar a las astronautas de las películas. “Siempre había alguna dedicada a la biomedicina”.

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