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Autor
Xavier Pujol Gebellí

El año del clon

El año empieza con un anuncio no por temido menos esperado: el primer bebé clónico de la historia podría ser una realidad. Así lo sostiene la secta de los raelianos quienes, a pesar de la trascendencia del alumbramiento, no han dado por el momento prueba genética alguna que lo confirme. ¿Será 2003 el año del clon?
"Seguro que alguien, en algún lugar del mundo, ya lo ha intentado". Josep Egozcue, catedrático de Biología Celular en la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro de la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, siempre ha tenido muy claro que la falta de una regulación adecuada en todo el mundo sobre el uso de técnicas de clonación con fines reproductivos podía acarrear graves e indeseados efectos. El tiempo, según han hecho público portavoces de la secta de los raelianos, ha venido a darle la razón, aunque no se haya podido comprobar. Egozcue formuló su profética frase hace ya más de cuatro años (El País, 14 de noviembre de 1998).

El tiempo transcurrido ha evidenciado no sólo lo acertado de la profecía. También lo que hay de cierto en aquella máxima que viene a decir 'si algo es posible, será realidad' y que tan buenos resultados ha dado históricamente en ciencia, aunque más bien pésimos cuando la regulación de las aplicaciones derivadas del conocimiento se han hecho tarde y mal.

Ahora mismo, según se viene denunciando en España, en Europa y en cualquier país donde exista un compromiso ético consolidado, podríamos estar ante uno de estos escenarios. No en vano, no es éste el primer anuncio de este tipo que se intenta. Hace poco más de un año eran los científicos de Advanced Cell Technology quienes hacían lo propio aunque no hablaban de un bebé ya nacido sino de un embrión -fallido- clonado.

En algunos ámbitos, ambos anuncios, entre los que ha mediado el comunicado de Clonaid el pasado verano emplazando a la comunidad científica al nacimiento de los primeros bebés clónicos coincidiendo con el cambio de año, por el momento todo suena a farsa o, en el mejor de los casos, a espiral de provocaciones. Los destinatarios de las mismas serían, si existiera una campaña orquestada, la comunidad científica de un lado, y los representantes de la Administración con voz y voto en lo que concierne al desarrollo científico. Entre estos figuran, por supuesto, los primeros ministros de los países más avanzados.

¿Por qué se habla de provocación? Para dar con una respuesta coherente hay que echar la vista atrás. Por lo menos, a dos instantes clave, ambos refrendados mediante sendos artículos en revistas de máximo impacto. El primero es el nacimiento de Dolly, en el ya lejano 1996. El segundo, dos años más tarde, la obtención por vez primera de células madre humanas a partir de embriones (por el equipo liderado por James Thompson, de la Universidad de Wisconsin) y de fetos (John Gearhart, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland).

La suma de ambos experimentos se ha concretado en los últimos años en un sinfín de promesas en nombre de la clonación terapéutica y en una polémica inacabada a menudo teñida con tonos agrios. Pero, por ahora, con muy pocas realidades. A pesar de ello, científicos metidos a empresario vislumbran una oportunidad de negocio que, de concretarse, podría cambiar el orden de las cosas en la bioindustria.

Las reticencias mostradas por unos y otros a aplanar el camino de la investigación, a veces con razones peregrinas, a veces con sólidas argumentaciones morales y científicas, obliga a los principales impulsores a tensar tanto como sea posible la cuerda. En su ánimo está avanzar lo suficiente, y con la debida prudencia, como para que la marcha atrás no sea factible.

COINCIDENCIAS SOSPECHOSAS

Por el momento parece que lo están logrando. Desde esta misma sección nos hacíamos eco tiempo atrás de las conexiones, aparentes o no, de muchos de los actores que han sido protagonistas en este campo en los últimos años. La cadena, lejos de romperse, parecía sólidamente ligada. Incluso ahora, tras el anuncio de Clonaid, nada indica que vaya a resquebrajarse. Al contrario.

Inmediatamente después del 'alumbramiento del clónico' las empresas más significadas han hecho pública su opinión contraria al experimento. Era de esperar. No es ese su terreno. Les ha venido bien, además, que sea una empresa vinculada a una secta la que se haya significado, como bien les habría venido que hubiera sido el polémico Severino Antinori, el médico italiano que se había declarado dispuesto a iniciar un proceso similar. Al fin y al cabo, todo el mundo tiene un concepto despectivo de una secta, nadie en su sano juicio se la tomaría en serio salvo si de sus acciones se esperara una locura. Y este es el mensaje que queda en el subconsciente: clonar con fines reproductivos sólo puede ser posible de la mano de alguien al margen de la ley o claramente sospechoso de padecer enajenación mental.

¿Es que las empresas del sector persiguen desarrollar técnicas de clonación con fines reproductivos? No sería creíble. Si lo es identificar una acción que genera rechazo con alguien rechazable. ¿Quiere eso decir que se trata de una maniobra de la industria? Es muy probable que no haya apaño alguno y que todo haya sido coincidencia. Pero bendita sea para el sector biotecnológico, tanto para el que persigue forzar la situación como para el que defiende lícitamente la oportunidad de investigar con células madre embrionarias humanas. Para ambos, la opinión pública tiene ya más claro lo que es bueno y lo que es malo.

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