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Autor
Guillermo Reglero Rada (Catedrático de Tecnología de los Alimentos. Universidad Autónoma de Madrid)

Aprovechamiento de subproductos y alimentos funcionales

Hace unos días, El PAÍS Universidad/Noticias ofrecía un artículo sobre un estudio de la UIB acerca del enriquecimiento de productos alimenticios con fibra de naranja. Estos estudios persiguen además aportar soluciones tanto para el aprovechamiento de los excedentes de naranja, como para el reciclaje de los residuos y en concreto de la piel.
La investigación de la UIB sobre la viabilidad de utilizar fibra de naranja para mejorar el valor nutritivo de diversos alimentos, como hamburguesas y yogur, es uno de los ejemplos de la investigación alimentaria en los que confluyen dos objetivos de enorme interés actual: el aprovechamiento de subproductos alimentarios y el desarrollo de alimentos funcionales.

Cada uno de los anteriores objetivos tiene entidad propia como demuestra el hecho de que ambos son, por separado, prioridades del Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del Programa de Recursos y Tecnologías Agroalimentarias del Plan Nacional de I+D 2004-2007.

Desde hace décadas ha existido un continuo interés por encontrar procedimientos para valorizar los subproductos generados por la industria alimentaria. Estos subproductos son enormemente importantes en cantidad y de gran variedad y en muchos casos producen serios problemas de gestión medioambiental a las empresas que los producen.

Los tradicionales procedimientos de empleo de los subproductos en la alimentación animal, como fertilizantes o sustratos agrícolas no aportan el valor que la empresa alimentaria necesita para reforzar su competitividad. Ni siquiera contribuyen lo suficiente a resolver el problema medioambiental.

El descubrimiento de compuestos con actividades biológicas interesantes en muchos subproductos agroalimentarios ha abierto una vía de valorización muy interesante. En la mayoría de estos subproductos se pueden encontrar sustancias capaces de proporcionar el carácter de funcionales a diversos alimentos, una vez incorporados a ellos. Por este motivo las nuevas estrategias de aprovechamiento de subproductos miran hacia la posibilidad de extraer de ellos ingredientes funcionales naturales, productos con un mercado potencial extraordinario, consecuencia del aumento de interés de la población por mejorar su estado de salud mediante la alimentación.

Esta pretensión está bien sustentada por el aumento del conocimiento científico de las bases moleculares de las enfermedades más graves y del papel que en su prevención pueden desempeñar ciertos compuestos de origen natural, fácilmente incorporables a los alimentos de consumo habitual.

El concepto de alimentos funcionales está cada vez más difundido. Ciertamente, encierra una idea muy interesante como es la ya mencionada de mejorar la salud mediante la alimentación. Este concepto va más allá de la Nutrición clásica. Esta se ocupa de estudiar las combinaciones de alimentos, en cuanto a tipos y cantidades, que favorecen el correcto desarrollo de la actividad corporal. Generalmente, la nutrición correcta, asociada con vida sana y ejercicio físico han sido las pautas recomendadas para el mantenimiento de la salud en los últimos años. A estas pautas se ha incorporado, con mucha fuerza (es posible que con excesiva fuerza), el consumo de alimentos funcionales. Tal es el interés que han despertado estos productos que los científicos trabajan intensamente en su desarrollo, los consumidores los buscan en los centros de abastecimiento y la industria alimentaria los produce, viendo en ellos una nueva e interesante vía de negocio. En una simple revisión con cualquier buscador de Internet, aparecen decenas de miles de referencias a páginas actuales. Con todo ello, se ha creado no poca confusión, necesitándose algunas actuaciones de las administraciones competentes.

Los alimentos funcionales fueron desarrollados inicialmente en Japón, a comienzos de los años 80. La idea fue potenciada por el gobierno japonés, viendo en ella una posibilidad de reducir el gasto sanitario estatal. Tras pasar por los Estados Unidos, el fenómeno de los alimentos funcionales ha llegado a Europa, con gran intensidad.

Los alimentos funcionales no son otra cosa que alimentos conocidos, de consumo habitual, a los que se han añadido ciertas sustancias, que deberían ser generalmente naturales y obtenidas por procedimientos limpios y seguros, con actividades biológicas demostradas, que sirvan para prevenir enfermedades concretas. Los alimentos funcionales deberían mantener su aroma, sabor y textura tradicionales y hay que demostrar no sólo que los ingredientes funcionales poseen actividades biológicas concretas, sino también que dichas actividades se mantienen intactas tras el procesado y durante la vida útil del alimento. Además hay que asegurar que el compuesto funcional es altamente biodisponible en el organismo humano.

Los requisitos anteriores no siempre se cumplen. En el mercado español hay docenas de productos con pretendido carácter funcional, sin que exista aun una legislación específica. El nivel de fundamento de todos los productos funcionales comerciales no es el mismo. Algunos son el resultado de rigurosas investigaciones de obtención y caracterización de los ingredientes funcionales y de ensayos clínicos para demostrar sus beneficios saludables. Sin embargo, hay productos en el mercado con mucha menor base científica, casi fraudulentos.

Para contribuir al desarrollo de alimentos funcionales genuinos, con demostrado efecto beneficioso para la salud, el Plan Nacional de I+D 2004-2007 ha establecido una prioridad temática específica. Se pretende la movilización y el fomento de actividades de investigación que permitan demostrar científicamente la funcionalidad y el posible efecto beneficioso de los alimentos e ingredientes funcionales. Desde un enfoque multidisciplinar, se promueve la realización de investigaciones en las que, además de las actividades biológicas positivas y la biodisponibilidad, se evalúen los posibles efectos indeseables y acumulativos que se pudieran producir como consecuencia del enriquecimiento de los alimentos en ingredientes funcionales (balance beneficio/riesgo).

Para que los alimentos funcionales cumplan su cometido social correctamente, las iniciativas científicas deben ser complementadas con las legislativas. Al respecto ya existe una Propuesta de Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo sobre las alegaciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos (presentada por la Comisión. Bruselas, 16.7.2003). El objetivo es armonizar las diferentes legislaciones nacionales relativas a alegaciones nutricionales y de propiedades saludables; alcanzar un elevado nivel de protección de los consumidores mediante la transmisión de información adicional, además de la información obligatoria prevista en la legislación comunitaria; mejorar la libre circulación de los productos dentro del mercado interior; incrementar la seguridad jurídica de los operadores económicos y garantizar una competencia justa en el ámbito de la alimentación.

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