Fecha
Autor
Gutiérrez Rodilla, Bertha M. Instituto de la Lengua. Colección Beltenebros, 2003. 523 pp.

Aproximaciones al lenguaje de la ciencia.

LA CIENCIA Y SUS MODOS DE EXPRESIÓN<br> Indagando en el problema del lenguaje científico, sus estructuras y su vocabulario. Reseña realizada por Fernando Sánchez León<br> Departamento de Lingüística Computacional<br>Real Academia Española

"Elogio del mestizaje: Historia, lenguaje y ciencia". Este, que es el título del discurso de recepción en la Real Academia Española que José Manuel Sánchez Ron pronunció hace tan solo unos meses, podría ser perfectamente el subtítulo de este libro. Porque, en efecto, en el volumen editado por Bertha M. Gutiérrez Rodilla, y que recoge las ponencias presentadas en un curso que, bajo el mismo título, se celebró en Salamanca en octubre de 2002, se abordan, si bien con desigual extensión y profundidad, todos los aspectos relacionados con la producción y transmisión del conocimiento especializado: desde los problemas puramente lingüísticos de creación, traducción y adaptación de neologismos y, por ende, de las unidades terminológicas, a la constitución de los lenguajes vernaculares que permitieron la divulgación de la ciencia en castellano y catalán en la Edad Media, desde las cuestiones relacionadas con la normalización del lenguaje de la ciencia hasta los aspectos lúdicos presentes en los términos propios de una disciplina.

Estructurado en tres bloques que abordan las características del lenguaje de la ciencia, su historia y desarrollo, y su relación con la lexicografía, el libro se vertebra sobre la perspectiva histórica, como queriendo demostrar una vez más la tesis de su editora de que el lenguaje de la ciencia "puede condicionar el desarrollo del pensamiento científico". Porque, como señala D. Locke en su libro La ciencia como escritura, "los documentos de la ciencia delimitan el progreso de la ciencia; son la ciencia; la ciencia es lo que los documentos científicos dicen que es". Así, práctica científica y discurso científico se presentan como dos aspectos de una misma realidad, que se influyen mutuamente.

Discurso y documento científicos proporcionan, pues, valiosísima información sobre el sistema lingüístico y sus variedades (diacrónicas, diatópicas, diastráticas...), y también sobre la relación entre ciencia, cultura y sociedad (la brecha entre ciencia y sociedad y el papel de los intermediarios para su divulgación, los "públicos de la ciencia"). Varios de los ponentes coinciden en señalar que para el estudio (especialmente diacrónico) del lenguaje de la ciencia es necesario constituir un corpus textual representativo, y algunas de las contribuciones del libro, centradas más en los documentos que en la forma lingüística, se ocupan de cuestiones historiográficas o ecdóticas que ayudarían en la creación de ese gran corpus de textos de la ciencia en español, solo parcialmente desarrollado para épocas y dominios muy concretos, pero sin que se comparta un criterio común en los distintos equipos de investigación y, lo que es peor, sin que se haya visto, en muchos casos, la necesidad de aplicar las nuevas tecnologías a un proyecto de estas características.

Para quienes en la obra abordan el problema desde el punto de vista lingüístico, priman los aspectos léxicos sobre otras características del discurso científico. No en vano, como nos recuerda Alan Lightman, profesor de humanidades en el Massachusetts Institute of Technology, "the scientist tries to name things and the artist tries to avoid naming things". Cómo se nombran las cosas, es decir, cómo se crean los neologismos, si existe variación denominativa, especialmente en relación con los ejes de variación a que antes se aludía, y a quién corresponde la misión de armonizar esfuerzos y normalizar usos lingüísticos son cuestiones que trascienden el ámbito de la terminología (disciplina que estudia las unidades léxicas no ambiguas ni polisémicas que portan el significado conceptual de un texto) para adentrarse en el de las ciencias cognitivas o el de la política lingüística y que también encuentran cabida en las páginas de este valioso volumen.

Pero no olvidemos que el léxico es solo una característica más, la punta del complejo iceberg que es el discurso científico en sus diferentes manifestaciones, y que en la comunicación científica también aparecen fenómenos morfológicos característicos, unidades fraseológicas y construcciones sintácticas específicas y que, en definitiva, el discurso científico cuenta con recursos expresivos propios. Solo recientemente, y a pesar de las carencias señaladas más arriba, se están aplicando a los textos científicos los presupuestos teóricos y métodos de la Lingüística de(l) corpus, un modo de enfrentarse al estudio de la lengua, con fuerte fundamentación empírica, y que la lingüística chomskyana, introspectiva y racionalista, condenó al olvido. Esta metodología permitirá no solo extraer los términos contenidos en los textos (en una labor que es previa a cualquier trabajo lexicográfico y terminográfico) sino también identificar, mediante técnicas lexicométricas y estadísticas, especialmente cuando se apliquen por contraste con un corpus general de lengua, el conjunto de rasgos que caracterizan las variedades lingüístico-estilísticas presentes en el discurso científico y con ello producir una tipología de textos.

Finalmente, en una época altamente tecnologizada y de grandes avances en las distintas fronteras del saber como esta en la que nos ha tocado vivir, en un tiempo en que la expansión social de la ciencia fuerza a acomodar en el término cultura no solo la humanística sino la científica, cobran especial relevancia las relaciones entre lenguaje especializado y lexicografía. Cuál es el tratamiento que la lexicografía general y, por tanto, los diccionarios de uso, han dado al vocabulario de especialidad, tanto a lo largo de la historia como desde un punto de vista sincrónico, es el tema abordado por varios autores en esta obra. La divulgación de la ciencia favorece el uso de este vocabulario en la comunicación cotidiana, no siempre con el control conceptual con el que debiera emplearse, y, por ello, los diccionarios deben abrir sus puertas a este caudal léxico. No es sorprendente en este sentido que buena parte de los neologismos incluidos en la 22a edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española sean tecnicismos.

Esta obra colectiva es, en definitiva, una buena manera de conocer, desde la lectura amena y diversa, las diferentes aproximaciones a este campo mestizo que es el lenguaje de la ciencia.

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