La exposición del fotógrafo Marín

Mirar al pasado es aprender para el futuro

Ahora que apenas quedan unas horas para clausurar la exposición que la Fundación Telefónica dedica al fotógrafo Marín repaso el díptico con su biografía y me recreo en las fotos que se han insertado como ilustración. Veo en estas imágenes las escenas de la vida cotidiana y reafirmo mi convicción de que por encima del autor está la intrahistoria, la propia vida. Yo, que tanto escribí sobre Alfonso y sobre la generación de reporteros del primer tercio del siglo XX, estoy convencido de que los documento superan la propia idea del fotçografo, si es que la tuvo en el momento de captar la imagen. No menoscabo con ello la profesionalidad, ni tampoco su creatividad, pues hay imágenes cuyo concepto es otro y presentan esa visión que caracteriza al artista.
Por eso, en esta exposición fuí de un lado a otro, de acá para allá, de un rincón a una esquina, y de lado a lado de las salas, buscando en los detalles el encanto de las escenas, inventándome el final o el principio de la historia, según el fotógrofo nos la presente.
Esta es la grandeza de la fotografía, también su particularidad, que nos invita a montar nuestra película entre las sienes, a escribir un guión efímero que tal vez a nadie importe. Pero cada foto de Marín nos deja una historia en la cabeza y nos compromete, nos hace tomar partido, incluso nos obliga a sufrir cuando alguna de las escenas nos afecta.
Una joya, esto es lo que podemos encontrar en la Telefónica…
Una joya de autor atrapada en el patrimonio…
Este tipo de exposiciones deberían ser obligatorias para niños y mayores… o mejor aún deberían ir juntos de la mano, pero no para dar explicaciones sino para pasera juntos de la mano dejando que los DOCUMENTOS FOTOGRÁFICOS se cuelen hata la médula por los ojos.

Juan Miguel Sánchez Vigil

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