BIRDSEYE: LAS AVENTURAS DE UN HOMBRE CURIOSO

También este año he dedicado parte de mis vacaciones estivales a una lectura relacionada con el mundo de las patentes y de la invención. En esta ocasión, se ha tratado de la biografía de un inventor estadounidense muy popular en su país de nacimiento, aunque creo que bastante desconocido en el resto del mundo. Su nombre es Clarence Birdseye y aunque cuenta con 91 familias de patentes en campos muy diversos en las que figura como inventor, ha pasado a la posteridad por sus invenciones y patentes relacionadas con la congelación de alimentos.

El libro “Birdseye: the adventures of a curious man” (Mark Kurlansky, Doubleday, New York, 2012) nos ofrece un relato muy dinámico de la vida de este inventor, que nació en Nueva York en 1886 y falleció en la misma ciudad en 1956.

Aunque se lo considera como el padre de la comida congelada, dentro de sus numerosas patentes hay desde arpones para cazar ballenas hasta bombillas perfeccionadas con pantallas reflectantes incorporadas, pasando por incontables invenciones sobre procedimientos de congelación de aplicación en la industria alimentaria.

El autor de la biografía compara la cultura de los inventores estadounidenses, a la que claramente pertenecía Birdseye con la de los inventores europeos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Mientras que los inventores estadounidenses buscaban la aplicación práctica y comercial de las invenciones que, por supuesto, patentaban, en el caso de los inventores europeos, prestaban más atención al aspecto teórico, evitando en ocasiones las patentes, pues no querían dar la impresión de albergar bajas intenciones comerciales. Mientras que los europeos se contentaban con el mundo de la teoría, los americanos tenían la creencia puritana de que había una obligación moral de darle a la invención una utilidad para la sociedad. Los inventores estadounidenses solucionaban un problema, buscaban financiación, fundaban una empresa y confiaban en ganar una fortuna. Eran fundadores de industrias, no intelectuales.

Clarence Birdseye tuvo que abandonar la universidad en su segundo año debido a problemas económicos familiares, y a continuación desempeñó trabajos que podían considerarse de carácter aventurero como uno consistente esencialmente en la eliminación de animales que entonces se consideraban alimañas como los “coyotes” en Arizona y Nuevo México y posteriormente en Montana investigando aspectos relacionados con la transmisión por garrapatas de una enfermedad conocida como “fiebre de las Montañas Rocosas”. A lo largo de su vida, además de por inventor destacó por su afición a la caza, contándose entre sus víctimas miles de animales de todo tipo; terrestres, acuáticos y voladores.

Vivió durante muchos años en la región de Labrador, en Canadá, donde llevó a cabo varios emprendimientos, destacando la cría de zorros con vistas a exportar sus pieles. Allí, en una zona subártica y con un invierno durísimo, tuvo la oportunidad de familiarizarse con dos procedimientos de conservación de alimentos: la salazón y la congelación que, en cierto modo, son dos métodos opuestos. Mientras que para una correcta conservación mediante sal se requieren cristales de sal lo más grandes posibles, de ahí que la sal marina sea la más adecuada por su lenta formación, en el caso de la congelación es preciso que los cristales formados sean lo más pequeños posibles para no dañar las células y era sabido los cristales son menores cuanto más rápida es la congelación.

Durante su estancia en Labrador comprobó que los alimentos que mejor textura y propiedades presentaban tras su descongelación eran aquellos que se habían congelado en pleno invierno, cuando más baja era la temperatura y, por tanto, se habían congelado más rápidamente.

Con ese fin de lograr una congelación lo más rápida posible de los alimentos, que permitiera lograr tras la descongelación una textura muy similar a la del alimento fresco, inventó diversa maquinaria que patentó. Su primera patente sobre el tema la presentó en 1924 con el número US1511824.  Se trataba de una máquina para la congelación y el empaquetado de alimentos y tenía un tamaño impresionante, con un peso de 20 toneladas.

De todas sus patentes, la considerada como más transcendental para el comienzo de la industria de la congelación alimentaria es la de número US1773079, relativa a un procedimiento para la congelación de filetes de pescado en una caja, consistente en empaquetar filetes de pescado, dispuestos de manera que no haya aire entre ellos en un bloque que se dispone entre dos placas a una temperatura de entre -29 y -45,5 grados centígrados durante 75 minutos. Este procedimiento fue durante décadas el habitual en la congelación de alimentos en la industria.

A pesar de estas invenciones, no fue nada sencillo el lograr que el consumo de alimentos congelados se popularizara. Y es que, aunque ya se disponía de maquinaria que hacía posible la congelación rápida de los alimentos, no existía el equipo necesario para distribución de los alimentos ni para su conservación en las tiendas donde se deberían vender. En la biografía se hace referencia al dilema de “Adam Task”, divulgado en la novela de John Steinbeck “East of Eden” y que se asemeja muy sorprendentemente a lo que le ocurría a Birdseye.

De cualquier modo, en 1930 vendió su empresa y sus patentes por 23,5 millones de dólares y consiguió seguir trabajando en la empresa como responsable de investigación y con un muy buen salario.

Unos años más tarde decidió pasarse al negocio de la iluminación y en 1935 su patente US2219510 sobre una bombilla con reflectante incorporado fue un gran éxito. Habitualmente lo que hacía era crear una empresa basada en tecnología patentada, que luego posteriormente vendía.

A continuación, se dedicó al campo de la conservación de alimentos mediante deshidratación, obteniendo una patente sobre el tema en 1947, de número US2419875 , pero en este campo no logró grandes éxitos.

Su última aportación a la tecnología fue un nuevo procedimiento para la fabricación de papel, a partir de desechos de caña de azúcar. Llegó a vivir durante unos años en Perú donde montó una factoría basada en su procedimiento patentado (US2711369)

CONCLUSIÓN

Un libro muy recomendable para aquellos interesados en el mundo de las patentes y de la invención pues descubrirán la vida de un aventurero que guiado por la curiosidad resolvió numerosos problemas prácticos e impulsó varias industrias, principalmente la de la congelación de alimentos, sin necesidad de haber realizado grandes descubrimientos científicos. Al leer esta biografía uno tiene la sensación de que hoy en día sería muy difícil que apareciera una figura como esa, con patentes en campos tan diferentes, dada la super especialización a la que se ha llegado en los diversos sectores tecnológicos.

Si desean leer otras entradas que he escrito para el blog de la OEPM sobre literatura que trata el tema de las patentes y la invención en general, les recomiendo las siguientes:
– Día del libro de 2015.

– Les Souffrances de l’inventeur (Honoré de Balzac).

– Congreso en Estocolmo (José Luis Sampedro).

– A Venetian Court (Charles L. Harness).

– Les Patrons sous l’occupation (Renaud de Rochebrune).

– Patent Pending (Arthur C. Clarke)

– El Agua Prometida (Alberto Vázquez Figueroa)

– Antoine de Saint-Exupéry.

La literatura y las patentes

A patent lie

Día del libro 2018: “the corrections”, “Oral argument”, y “Filek: el estafador que engaño a Franco”.

 

Leopoldo Belda

 

 

 

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7 comentarios

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