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Gonzalo Delacámara, IMDEA Agua

En 1933, el filósofo, matemático y escrito británico Bertrand Russell (1872-1970), escribió un ensayo en el que lamentaba el surgimiento del movimiento nazi en Alemania: El triunfo de la estupidez. En él escribió: “El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”. Victoria Camps, filósofa española, escribió en 2016 su Elogio de la duda. Como en filosofía, la esencia de la ciencia consiste también, en algún sentido, en un ejercicio de escepticismo, en distanciarse incluso de las creencias propias, en cuestionar lo que parece incuestionable, en alejarse de los prejuicios… La ciencia no existe para describir sino para entender y explicar. La duda está en el corazón del método científico. Desde ahí la ciencia aporta certezas que contribuyen, como señala la Declaración de Budapest sobre la ciencia y el uso del saber científico, al conocimiento, la paz y el desarrollo económico y social.

La actual pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), asociada a la expansión del virus SARS-CoV-2, no solo ha puesto de manifiesto la debilidad de la idea de estado-nación y la acuciante necesidad de cooperar, referida en numerosos pasajes de la Declaración, sino también las ventajas de la toma de decisión temprana basada en evidencia. Gran parte de la información que llega a los ciudadanos carece, en muchas ocasiones, del mínimo nivel de rigor y veracidad. Todo ello en un contexto caracterizado por la incertidumbre y cuando sabemos que tendremos que enfrentar retos globales no solo en el terreno de la salud pública (pandemias, enfermedades infecciosas resistentes a los fármacos), sino de crisis planetarias como la asociada al cambio climático. La falta de rigor en todos esos terrenos y muchos otros, causa daños irreparables porque erosiona la confianza. La ciencia, al enfatizar sobre las buenas preguntas, proceder de modo sistemático a través del método científico, privilegiar el uso de criterios racionales sobre los juicios de valor, poner de manifiesto la pasión por el conocimiento, pensar en el bien común… es más necesaria que nunca.

Habrá quien piense que una pandemia (con sus crisis económica, social, política e institucional asociadas) no es el momento adecuado para impulsar la ciencia; es más bien al revés: si no se hace durante una pandemia global y durante una de las crisis más profundas de nuestra historia contemporánea, ¿cuándo entonces?

El Instituto IMDEA Agua junto a quince socios europeos, a través del proyecto AQUACROSS, financiado por la Comisión Europea a través del programa Horizonte 2020, mostró el valor del conocimiento científico para favorecer el progreso económico y social, analizando las relaciones causales entre el grado de diversidad biológica de los ecosistemas acuáticos (de agua dulce, costeros, marinos), y los servicios ecosistémicos que los mismos proporcionan a la sociedad. La gestión basada en el ecosistema de sistemas socio-ecológicos, ofrece innumerables oportunidades para aumentar nuestra resiliencia ante shocks futuros, nuestra capacidad de adaptación al cambio climático y, todo ello, al tiempo que se contribuye a la seguridad hídrica a largo plazo.

Gracias a la ciencia tenemos la oportunidad de hacer que prevalezcan las voces de aquellos que saben y se celebre el conocimiento y la experiencia. La realidad tiene una capacidad inefable de situarnos en el terreno maltratado de los hechos. Decía Pat Moynihan, senador demócrata estadounidense (1927-2003): “Usted tiene todo el derecho del mundo a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos”

Gonzalo Delacámara es conomista, Coordinador del Área de Economía del Agua del Instituto IMDEA Agua. Asesor en política de agua de la Comisión Europea y en política de clima del Parlamento Europeo. Representa a IMDEA como miembro de la Iniciativa de Gobernanza de Agua de la OCDE, ha desarrollado numerosos proyectos para el sistema de Naciones Unidas o el Grupo del Banco Mundial y es miembro de la Asamblea de la Misión sobre Océanos, Mares, Aguas Costeras y Continentales del programa Horizonte Europa de la Unión Europea. Asimismo, es Embajador y Líder sobre el Valor del Agua de Water Europe, la plataforma tecnológica europea sobre agua y saneamiento, y Asesor Especial de la International Desalination Association o miembro del Consejo Científico de KWR, un prestigioso instituto de investigación sobre el ciclo del agua en los Países Bajos.

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