Un niño esclavo de doce años encontró la fórmula que permitió plantar esta especie fuera de América y crear una industria global
La vainilla proviene del fruto de una orquídea tropical, la Vanilla planifolia. Originaria de México, era consumida por los pueblos indígenas de la región. Cuando los colonizadores europeos intentaron cultivarla en otras regiones tropicales descubrieron algo que los indígenas ya sabían: la flor de la vainilla solo podía ser fecundada por una abeja nativa, la Melipona.
Pero en 1841, un niño esclavizado de doce años en la isla de Reunión, llamado Edmond Albius, resolvió el enigma. Con una técnica manual de polinización, logró lo que botánicos de medio mundo no habían conseguido: hacer que la vainilla diera fruto fuera de México.
Siguiendo únicamente su intuición, Edmond fue capaz de identificar la antera, donde se produce el polen, y el estigma, donde se produce la fecundación. En la planta de la vainilla estas dos partes están separadas por una estructura llamada rostellum, que hace las veces de tapa, impidiendo que la planta se autopolinice. Con esa información, Edmond pudo emular a las abejas y fecundar las plantas.Y gracias a eso, pronto floreció una gran industria de la vainilla que pervive hasta nuestros días.
Aunque recibió crédito por su descubrimiento, la vida de Edmond Albus no fue especialmente feliz después de su hallazgo. Consiguió la libertad, pero murió pobre y sin participar de los pingües beneficios que entraron a raudales en la isla de Reunión. Podéis leer la historia en más detalle en este artículo (en inglés) en National Geographic.
Foto de portada: Geoff McKay