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Autor
Xavier Pujol Gebellí

El nacimiento de una empresa de base tecnológica

Si Craig Venter hubiera desarrollado su carrera científica en España, el genoma humano, muy probablemente, continuaría sin descifrarse. La clave de su éxito, además del talento y del dinero, radica en la potencia de un sistema de transferencia tecnológica inexistente en España.
Una de las grandes diferencias entre los sistemas científicos europeo y estadounidense, es la capacidad que existe al otro lado del Atlántico para transformar el conocimiento adquirido en laboratorio financiados con fondos públicos en empresas con un marcado componente tecnológico. En Estados Unidos, al igual que en Japón o en otros entornos donde se ha hecho una clara apuesta de futuro como es Canadá, el nacimiento de una spin off es un tramo más del trayecto que lleva desde la ciencia básica a la aplicación o al servicio tecnológico. En Europa, aunque se están empezando a dar pasos en este sentido, la creación de empresas de base tecnológica continúa siendo una rémora para el sistema. El caso se agrava en España donde no existen apenas condiciones para favorecer su nacimiento.

La inexistencia de un entorno adecuado es, a juicio de analistas de la Unión Europea, uno de los elementos que dificultan la creación de empresas tecnológicas o con alto valor añadido. ¿Qué es un entorno adecuado? A juicio de los expertos, aquél en el que coinciden tres elementos clave: acceso a capital riesgo, facilidades legales para abandonar temporalmente el nido académico y conocimiento que pueda transformarse en negocio. Dicho de otro modo, instrumentos legales y financieros, además de visión emprendedora.

La siguiente pregunta es: ¿existen esos instrumentos en Europa? Y la respuesta es que a duras penas. En la UE, a diferencia de Estados Unidos y Japón, el camino se está empezando a recorrer justo ahora. Para ser más precisos, desde hace unos cuatro años. Es en este periodo que se han puesto en marcha instrumentos como los programas LIFT, concebido como servicio de ayuda para la búsqueda de financiación y el desarrollo de planes de empresa, y el FIT, orientado a la creación de redes de contacto entre el sector financiero y el empresarial. Desde ellos se están promoviendo acciones específicas para las tecnologías de la información, con empresas dedicadas a telecomunicaciones, desarrollos de software y aplicaciones para Internet, además de biomedicina y biotecnología. Los instrumentos junto con medidas específicas, persiguen estimular la "investigación, el desarrollo, la transferencia de tecnología y la gestión de la propiedad intelectual y de las patentes", así como "inversiones en las primeras fases de empresas de alta tecnología con potencial de rápido crecimiento", según se detalla en un informe reciente de la UE.

En España la perspectiva viene a ser la misma sólo que con mayor retraso. La iniciativa nacional para favorecer la creación de empresas de base tecnológica, que responde al nombre de Neotec, inició su andadura unos meses atrás. Coordinada desde el CDTI (Centro de Desarrollo Tecnológico e Industrial), cuenta en la actualidad con unas 70 solicitudes que se encuentran en fase de evaluación. Mayoritariamente, están centradas en tecnologías de la información. El objetivo de Neotec es alcanzar la creación de 100 empresas en 3 años.

Tampoco a nivel autonómico abundan las iniciativas de soporte a la creación de nuevas empresas. Una excepción es, en estos momentos, Cataluña, que dispone de un programa específico denominado de trampolines tecnológicos, para los que se han dispuesto distintas líneas de financiación desde el CIDEM (Centro de Información y Desarrollo Empresarial). Entre otras, de capital "semilla" para los primeros estadios de la empresa (inexistente en la oferta de Neotec), fondos de capital riesgo públicos (similares a los de Neotec) y mixtos (público-privado) para la capitalización de la empresa, además de facilidades para acceder a empresas privadas de capital riesgo. La iniciativa, saludada positivamente desde las universidades y los centros de investigación catalanes, lleva sin embargo tan sólo un año de vida. En cuatro años el CIDEM pretende generar 100 empresas de este tipo.

Dado que la oferta pública es limitada, incluso si se tienen en cuenta los viveros o incubadoras de empresas, muchos de ellos situados en parques científicos y tecnológicos, los científicos-empresarios españoles han tenido que rascarse literalmente el bolsillo para lanzar sus iniciativas, hecho que ha motivado que muchas de ellas se fueran al traste antes incluso de empezar.

Si las condiciones financieras y de entorno son poco propicias, no lo son menos las legales. El sistema español no permite a nadie del entorno académico dedicarse por entero a la puesta en marcha de una empresa salvo que renuncie a su puesto como profesor universitario o del CSIC. A lo sumo, pueden aspirar a períodos sabáticos, insuficientes en la mayoría de los casos para consolidar un proyecto empresarial. Por otra parte, los científicos-empresarios sólo pueden disponer del 10% del capital social de la empresa si quieren mantener colaboraciones con su departamento o centro de origen. Las condiciones son a todas luces contradictorias con los intereses manifestados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

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