Fecha
Autor
Xavier Pujol Gebellí

Nuevo tándem en ciencia y tecnología

Josep Piqué y Pedro Morenés relevaron antes del verano a Anna Birulés y Ramón Marimón. El cese de ambos no constituyó ninguna sorpresa. Sus relevos, por inesperados y por su escasa relación previa con todo cuanto rodea a la ciencia, sí han sido considerados "un tanto sorprendentes".
El cese de la ministra Anna Birulés de la cartera de Ciencia y Tecnología y la entrada en escena de Josep Piqué como nuevo titular, cierra una etapa de crispación creciente en la comunidad científica y abre otra nueva en la que, por el momento, domina la incertidumbre. Poco se sabe, todavía, de las intenciones del nuevo ministro y, mucho menos, del tiempo que va a permanecer en el cargo. Las sospechas de interinidad pesan ahora mismo como una losa.

Hace algo más de dos años, el nombramiento de Birulés como ministra de Ciencia y Tecnología no dejó indiferente a nadie. Nacía un ministerio y sobre él la comunidad científica había depositado la esperanza de que el periodo de estancamiento vivido a lo largo de prácticamente un decenio iba a tocar a su fin. Por otra parte, de Birulés se conocía su capacidad de gestión tanto en el sector público como en el privado. No en vano, había ejercido cargos de responsabilidad vinculados al mundo empresarial en la Generalitat de Catalunya, así como en Banco Sabadell y Retevisión. Todo ello, al menos a priori, representaba un buen currículo para afrontar con ciertas garantías la puesta en marcha de un organigrama del que pendían, entre otros, las telecomunicaciones y la política científica y tecnológica.

El reto, sin duda, no era fácil. Además de organizar un ministerio, a Birulés le tocó cargar con la pesada herencia de Industria y el desgajamiento de Educación. Si la primera creó anquilosamiento y dificultades en el arranque, la segunda provocó desconfianza y no poca perplejidad entre los científicos, que creían superada esta fase.

No obstante, se avanzó. Ramón Marimón fue nombrado Secretario de Estado de Política Científica y Tecnológica; la Oficina de Ciencia y Tecnología, dirigida por Fernando Aldana, pasó a mejor vida; y empezó un tiempo de impasse en el que los anuncios de nuevas actuaciones y reordenación hicieron pensar que, a pesar de todo, el tren de la I+D, a la que ahora se sumaba la "i" de innovación, no iba a pasar de largo. Buenos augurios, pues, para el comienzo.

Entre pasillos, no obstante, y nada más comenzar a andar el nuevo ministerio, se hablaba ya de su orientación casi exclusiva a las telecomunicaciones, donde el principal escollo era y continúa siendo la liberalización del sector, y del escaso margen de maniobra que se dejaba para la ciencia, enmarañada, según pudo saberse tiempo después, en la burocrática rigidez estructural de Hacienda. Una rigidez, por cierto, que se intentó salvar en más de una ocasión ni que fuera por la brava. El famoso y polémico "parquetazo" tiene ahí una parte de su origen. La otra habría que buscarla en una falta de visión que muchos, aunque con la boca pequeña, no dudaron en atribuir a la bisoñez del gestor. Desde el Ministerio se argumentó, en cualquier caso, una "optimización de recursos".

Sea como fuere, lo cierto es que si bien el primer curso en Ciencia y Tecnología transcurrió con cierta placidez, e incluso con algún éxito remarcable, no ocurrió lo mismo en el segundo. El crecimiento de las inversiones en ciencia fue real, aunque con el matiz de una supuesta I+D militar que, en el caso español, corresponde a actividad industrial. Y del organigrama del Ministerio, que ya empezaba a tomar cuerpo, se desprendía una clara voluntad de reorganizar el sistema para mejor.

Pero las cosas empezaron a torcerse cuando parecía que iban a mejor. El pistoletazo de salida lo dio, como no, el "parquetazo". Los polémicos créditos a Parques Científicos, por un valor que superó los 30.000 millones de pesetas de entonces, supusieron una verdadera inyección económica para un buen número de proyectos. Año y medio después, nadie duda de que parte de las iniciativas se han consolidado gracias a ese dinero y que algunos parques, más que sobrevivir, han conseguido capear el temporal de su puesta en marcha. Sin los créditos, más de un parque hoy probablemente seguiría estancado en la fase de proyecto o, simplemente, no existiría.

La acertada visión de rescatar un dinero que se habría perdido en la telaraña de Hacienda contrasta, no obstante, con el método y sus consecuencias previsibles. Que la Universidad se endeude a costa del Estado, como así ocurrió, sienta un precedente poco analizado jurídicamente. Las prisas por ejecutar la subvención, además, dejaron demasiados cabos sueltos. Y por si esto fuera poco, a cualquier vicerrector de investigación que se le pregunte, en privado responderá que esos créditos difícilmente se van a devolver. Otra cosa bien distinta es lo que se diga en público.

De ahí se saltó a las convocatorias del Plan Nacional, con un anuncio de incremento que luego se vio que no se correspondía con la realidad. Una simple operación matemática redujo el pretendido aumento por debajo de la inflación interanual. A ello se añadió el PROFIT, un programa donde se difuminaron los límites entre investigación básica y orientada, se excluyó prácticamente a la Agencia de Evaluación (ANEP) y se mezclaron con criterios vagos subvenciones y créditos. Daba la impresión, luego corregida, que el sistema español tomaba preferencia por la ciencia aplicada, un papel protagonista de la empresa como beneficiario de las ayudas al desarrollo tecnológico y la innovación, y la imposición del crédito estatal como fórmula preferencial de financiación. Probablemente, no era esa la intención pero sí la impresión.

A estas cuestiones se sucedieron varias actuaciones desafortunadas. La más destacada, por su valor simbólico, corresponde a la Acción Especial de Genómica y Proteómica. Año y medio después del anuncio de su puesta en marcha "inmediata" sigue sin conocerse a ciencia cierta cuanto dinero fresco ha invertido Ciencia y Tecnología y en qué condiciones. Por no saberse, se ignora incluso quienes han sido los beneficiarios de una convocatoria largo tiempo gestada, y por lo que parece, mal diseñada y peor ejecutada.

La puesta en marcha de la Fundación de Ciencia y Tecnología, las críticas al Programa Ramón y Cajal y, sobre todo, la constatación de retrasos en el pago de proyectos de investigación, propiciaron un clima cada vez más enrarecido que acabaron por colmar un vaso de la paciencia que se había llenado con una dubitativa actuación en el marco de las Telecomunicaciones y Sociedad de la Información. El proceso de liberalización ha estado estancado los dos últimos años y del Plan Info XXI poco se sabe salvo que se ha anunciado repetidas veces su puesta en marcha en los medios. Todo ello ha pesado demasiado en la gestión de Birulés. Tanto como una errónea y errática política de comunicación que en nada benefició al ministerio.

El colapso en el ministerio era de tanto calibre que en los meses previos a la presidencia española de la Unión Europea, los nombres de Marimón y de Birulés estaban ya en el candelero. La apuesta generalizada, en un rumor que iba ganando cuerpo día a día, es que se iban por Navidades. La presidencia, sin embargo, acabó con el rumor. O mejor dicho: lo aparcó, puesto que el siguiente señalaba su cese para verano, una vez concluida la parte española en Europa. Los últimos meses de presidencia fueron prolijos en este sentido. La pregunta más repetida en ese lapso era: ¿Cuándo cesa Birulés? La respuesta llegó en julio.

NUEVO MINISTRO, NUEVO MINISTERIO

Desde entonces la cartera la ocupa Josep Piqué y la secretaría de Estado, Pedro Morenés. Ambos tienen escaso pedigrí en ciencia y tecnología, aunque un amplio currículo en política y gestión. Su experiencia al frente de distintas naves de la Administración no es desdeñable en absoluto. De ellos se espera, en primera instancia, que pongan orden y que se cumplan plazos y objetivos. En opinión de muchos observadores, sólo con esto basta para recuperar una cierta normalidad.

Otra cosa muy distinta es que se apliquen al diseño de una estrategia de política científica de alcance. Por el momento, Piqué ha lanzado mensajes a los operadores de Telefonía y ha tratado de calmar, y parece que lo ha conseguido, los ánimos del sector de las telecomunicaciones. No se ha pronunciado todavía sobre qué va a hacer o qué va a proponer con respecto a la ciencia. El espinoso asunto del sincrotrón de Barcelona, del que se dice que no cuenta con el dinero necesario ni para empezar; el ultimátum pronunciado por Joan Massagué, del que todavía no hay respuesta; o la falta de concreción en la puesta en marcha de un nuevo parque científico en Madrid, van a ser algunos de los obstáculos a superar.

Por lo que refiere a Morenés, se sabe de su trayectoria en Defensa y en Interior, donde ha destacado por su capacidad de gestión, su discreción y su escasa propensión a aparecer en los medios. También se sabe de su vinculación al sector industrial, especialmente el militar. Pero poco o nada de sus intenciones en materia de política científica.

Mientras todas estas cuestiones se resuelven, habrá que ver qué papel juega finalmente Piqué. Si es cierto que va a optar a la presidencia de la Generalitat catalana, y si se confirman los rumores que van a avanzarse las elecciones en Cataluña, Piqué no va a estar demasiado tiempo en el cargo. Y ello sería una mala noticia para el sistema. Si nada de eso ocurre, el ministro tendrá tiempo (experiencia le sobra) para reorientar el ministerio hasta colocarlo en el lugar que le corresponde. En unos meses, muy pocos, tendremos la respuesta.

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