Fecha
Autor
Kaldor, Mary. Editorial Tusquets. Barcelona, 2005. 238 páginas.

La sociedad civil global. Una respuesta a la guerra

ANGÉLICO PACIFISMO<br> Un polémico libro sobre la situación política desde 1989 hasta nuestros días Reseña realizada por José Antonio Olmeda<br> Departamento de Ciencia Política y de la Administración<br>Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)

El libro que se presenta es un ensayo político por lo que carece del rigor de los estudios académicos, aunque se reviste de cierto aparato formal propio de esas labores para presentar sus ideas particulares con un ropaje que le prestaría mayor legitimidad ante el lector poco avisado. El texto se divide en seis capítulos muy desiguales. En los tres primeros pasa revista a distintas conceptuaciones de la sociedad civil y a algunos hechos de los que pretende derivar el concepto que sirve para titular el libro. El cuarto capítulo se dedica a acopiar información sobre la proliferación de movimientos sociales, las mal llamadas organizaciones no gubernamentales y diversas redes organizativas como nuevos actores de la sociedad civil global. El quinto capítulo reitera anteriores aportaciones de la autora sobre las nuevas guerras características del orden mundial surgido del final de la Guerra Fría. El último capítulo promete una reflexión sobre las consecuencias de los ataques del islamismo terrorista a los Estados Unidos pero se queda en un repertorio de consejos para el activismo pseudo-pacifista sin analizar las graves consecuencias para la política internacional que han tenido estos ataques terroristas.

En efecto, la autora es una veterana militante del movimiento pacifista británico, ese que Frank Parkin calificó brillantemente como radicalismo de clase media. Esa ideología rezuma por todo el texto y embota su análisis. Así, a estas alturas del siglo XXI todavía se trata de mantener una cierta equidistancia con los bloques enfrentados por la Guerra Fría, so pretexto de que Occidente apoyaba regímenes anticomunistas pero autoritarios. A lo largo del texto no abundan precisamente las referencias críticas sobre los regímenes totalitarios comunistas.

Pero el problema fundamental arranca de la exagerada extrapolación de un hecho cierto: la proliferación de actores no estatales en la política internacional desde 1989 se convierte en el indicador definitorio del surgimiento de la sociedad civil global. Esta se define como "el proceso global mediante el cual los individuos debaten, influyen y negocian un contrato o serie de contratos sociales con los centros de autoridad política y económica". Pero ¿qué autoridades son esas? ¿Qué órganos están encargados de la aplicación de esos contratos? ¿Cuál es su relación con la sociedad anárquica de Estados que constituye la comunidad internacional? Lo cierto es que en la sociedad internacional no existe una autoridad con capacidad de poner en vigor normas y contratos. La ausencia de órganos centrales especializados para la creación y aplicación de normas jurídicas es una característica del derecho internacional ya resaltada por Kelsen. Es decir, no hay una autoridad central capaz de ejercer la mínima coerción para imponer las reglamentaciones del derecho internacional por lo que sólo pueden ponerse en vigor por el poder militar de una o más naciones, lo que suele ser la excepción y no la regla. Por ello este derecho tiene un carácter meramente instrumental más que esencial.

Este débil fundamento intelectual pone de manifiesto la endeble arquitectura conceptual del libro de Kaldor. El angélico pacifismo le lleva a analizar incorrectamente el final de la Guerra Fría y el colapso del imperio soviético. Así atribuye la victoria occidental en este conflicto al triunfo efímero de la sociedad civil, presentando como revoluciones los procesos de cambio político facilitados por la quiebra del comunismo en la URSS. Pero lo cierto es que fue la presión internacional militar y económica competitiva liderada por los Estados Unidos, encabezados por Ronald Reagan, quienes forzaron las reformas de Gorbachov. Además estas transiciones a la democracia y a la economía de mercado no pueden conceptuarse como auténticas revoluciones desde una perspectiva política sino que, más bien, se trata de rebeliones ya que aunque los cambios fueron muy importantes, y muy activa la movilización de las masas, faltó un ingrediente característico: la violencia. Estos cambios fueron fruto conjunto, por tanto, de la presión internacional, la debilitad de los Estados, los conflictos internos de las elites, las coaliciones interclasistas entre reformistas y grupos populares enfrentadas a unas condiciones de vida deplorables, y unas ideologías (democracia y nacionalismos).

Por último y desde un ángulo formal, la versión española es muy deficiente con abundantes errores léxicos en lo que es una terminología muy precisa y ya establecida.

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