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Autor
Miguel Ángel Criado

El tiburón blanco ayudó a la extinción del gigantesco megalodón

La presencia de un metal en los dientes de fósiles de ambos escualos sugiere que compitieron por la misma comida y ganó el más pequeño

No siempre el pez grande se come al chico. Hasta hace unos tres millones de años, el rey de los mares era el megalodón (Carcharocles megalodon), un enorme tiburón de hasta 20 metros. Pero algo pasó entonces que se extinguió, dejando su corona al tiburón blanco (Carcharodon carcharias). Unas teorías culpan al enfriamiento climático de la extinción. Otras apuntan al declive de sus principales presas, las ballenas. Un tercer grupo de estudiosos señala a la aparición de nuevos competidores por los recursos, como los primeros antecesores de las orcas. Pero el análisis de los dientes de grandes peces del pasado y el presente plantea ahora otra posibilidad: los tiburones blancos y megalodones competían por la misma comida y ganaron los primeros.

El megalodón fue el mayor tiburón que ha existido. Comparado con él, el gran blanco, con sus seis metros, es un pececito. Otra comparación, los dientes de los megalodones eran unas 10 veces más grandes. En esos dientes puede estar la clave del reemplazo de unos por los otros. Un grupo de investigadores ha usado un original sistema para saber en qué lugar de la cadena trófica estaban ambos animales. El nivel trófico indica la posición de una especie en el ecosistema. Para averiguar esta posición, estudiaron la presencia y concentración de un isótopo de zinc en el esmalte de los dientes de los tiburones. Los isótopos son variaciones de un mismo elemento químico, en el que cambia el número de neutrones del núcleo atómico. En este caso, se centraron en el isótopo Zn-66. Es tan estable que, como han publicado en la revista Nature Communications, se mantiene apenas sin alteración después de millones de años.

Lo primero que hicieron los investigadores fue medir la concentración de zinc en la dentadura de casi 30 especies de tiburones actuales. Así pudieron relacionar los niveles de Zn-66 con su posición en la cadena trófica. La mayor o menor presencia de este isótopo de este metal en el esmalte depende en buena medida del tipo de dieta, con menores niveles cuanto más arriba en la cadena trófica. Lo siguiente fue ir al registro fósil y estudiar la presencia de este elemento en dientes tanto de megalodones y su antecesor como otros tiburones de entonces, el tiburón blanco entre ellos, que había aparecido unos tres millones de años antes de que se extinguiera el megalodón.

Comprobaron que había diferentes concentraciones del isótopo según la zona geográfica y el tiburón estudiado. Pero en las aguas de lo que hoy es la costa este de Estados Unidos, donde coincidieron el tiburón blanco y el megalodón, encontraron niveles similares de zinc en ambos animales. Lo cuenta en una nota Michael Griffiths, profesor de la Universidad William Paterson (Estados Unidos) y coautor del estudio: “Nuestros resultados muestran que tanto el megalodón como su antepasado estaban en la cima de los depredadores, alimentándose en la cúspide de sus respectivas cadenas alimenticias”. Pero lo nuevo es que “los valores de isótopos de zinc de los dientes de los tiburones del Plioceno temprano [hace entre 5 y 3,5 millones de años] sugieren niveles tróficos en gran medida superpuestos de los primeros grandes tiburones blancos con el megalodón, mucho más grande”.

El profesor de la Universidad DePaul (Estados Unidos) Kenshu Shimada sostiene que “estos resultados implican al menos un cierto grado de solapamiento en las presas que cazaban ambas especies de tiburones. Aunque reconoce que hay que investigar más, dice que el trabajo apuntala “la posibilidad de una competencia dietética del megalodón con los grandes tiburones blancos del Plioceno temprano”.

La tesis de que la competencia por los recursos fue una de las causas que acabó con el megalodón, dejando la corona al tiburón blanco, no es nueva. Robert W. Boessenecker, del Museo de Paleontología de la Universidad de California (Estados Unidos), es uno de los que la sostiene. En 2019, publicó un trabajo que adelantaba la extinción de los megalodones en un millón de años, lo que implica que desaparecieron antes de la gran extinción de animales marinos, en particular cetáceos de hace 2,6 millones de años. “Propusimos que la evolución del gran tiburón blanco moderno llevó al C. megalodon a la extinción por medio de la competencia por presas similares”, dice este investigador, no relacionado con el estudio actual.

“Los primeros tiburones blancos evolucionaron en el océano Pacífico a partir de un ancestro con dientes no serrados. Pero la evolución de las dentaduras alrededor de los 6-7 millones de años nos dice que comenzó a alimentarse de mamíferos marinos de sangre caliente por primera vez (las dentaduras son una adaptación para cortar la grasa)”, explica Boessenecker. “Hace 4 millones de años, el Carcharodon carcharias aparece por primera vez en el Atlántico Norte y otras cuencas, y esta dispersión alrededor de 3,5-4 millones de años coincide con la extinción de C. megalodon en todo el mundo”, añade.

Una de las primeras que propuso la competencia por la comida como causa fue la investigadora Catalina Pimiento. Responsable de un grupo de investigadores de la Universidad de Zúrich (Suiza), la Universidad de Swansea (Reino Unido) y el Instituto Smithsoniano de Investigación Tropical (Panamá), Pimiento se ha especializado en la extinción de los tiburones, en evitar la de los existentes, y en estudiar la de los extinguidos. Para ella, no hay una única razón. “La extinción del megalodón se viene estudiando desde hace al menos seis años. Distintos trabajos han sugerido varios factores, en especial, la pérdida de hábitat debida a oscilaciones en el nivel del mar, con la consiguiente reducción en la disponibilidad de presas y el posible aumento de la competencia”.

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