La belleza de la ciencia – 2

La búsqueda de armonía en una naturaleza caótica.

Cuando miramos a nuestro alrededor observamos simultáneamente orden y desorden. Al amanecer, bandadas de grajillas pasan por delante de mi ventana, desde la zona de nidificación en la Casa de Campo a su zona aparente de comedero en El Pardo. Los movimientos de cada una de las aves son caóticos, unas van hacia la izquierda, otras hacia la derecha, algunas hacia atrás, pero la bandada se mueve hacia adelante, hacia El Pardo. 

 

Cuando estamos en una playa, aburridos de ver pasar el tiempo, observamos con frecuencia las olas del mar.  Las olas son irregulares, sin orden alguno aparente, pero sin embargo hoy es posible predecir el oleaje de los océanos.

 

Unos días llueve, otros hace sol. La secuencia de los meteoros es aparentemente desordenada, pero en realidad siguen leyes racionales, y hoy es posible predecir el tiempo con 5 días de antelación.

 

Los movimientos de los planetas son irregulares para cualquier persona que los observe en el cielo nocturno (¡lejos de las ciudades, claro!).  Galileo y Newton dedujeron diversas «leyes» que  permitían entender esos movimientos como perfectamente ordenados, como armoniosos. Durante 300 años los científicos fueron, poco a poco, encontrando regularidades y orden en algunos fenómenos naturales. Pero esos fenómenos eran singulares, escasos. Había orden en el movimiento de los planetas, en el comportamiento de la luz. Había orden en los fenómenos eléctricos y en los magnéticos. Si había orden en estos fenómenos, ¿no lo habría también en aquellos otros más interesantes como son los comportamientos humanos?

 

¿De qué está hecho un ser humano? ¿Cómo piensa y, por tanto, regula sus acciones?

 

El problema es difícil, y los enfoques para su solución, diversos. Las religiones optan por soluciones definitivas, generalmente muy antiguas, sin que sea posible conocer el motivo de la aceptación tanto de la antigüedad como de su posible veracidad, siendo extraño que se tengan que aceptar sin modificar estas soluciones vetustas.

 

En la filosofía se asume que las soluciones pueden cambiar a lo largo del tiempo, pero  cada filósofo propone las suyas esencialmente independientemente de las de  los demás (existen evidentemente, escuelas y modas filosóficas) y no existe en filosofía la acumulación de datos ni la aceptación de leyes que existe en la ciencia. La filosofía no emite leyes verificables ni falsables, sino opiniones abiertas a la discusión.

 

Las soluciones de la ciencia son más modestas que las de las religiones o las de las filosofías. La ciencia no presume de tener la «verdad», sino de aproximarse lentamente a la realidad. En la filosofía se detecta una urgencia de solución: Un filósofo quiere dar «la» solución al problema en el breve intervalo de su propia vida, mientras que los científicos se contentan con añadir datos al esquema  acumulativo del conocimiento.

 

La ciencia presenta, hoy, varias claves para entender el problema de las acciones humanas, para tratar de aportar orden al caos observado.

 

Las claves son la energía, la evolución, la construcción del ser vivo mediante células, y los esquemas de neuronales del cerebro.

 

La energía es lo que necesita cualquier ser vivo para mantenerse en vida, de forma que el primer mandato genético es capturarla como actividad esencial.  ¿Qué es esto de la energía? La energía es, esencialmente, una medida del movimiento. Puesto que el ser vivo está formado por células que producen proteínas, o por células nerviosas que exigen el movimiento de cargas eléctricas, el ser vivo necesita capturar energía para proporcionarla a sus máquinas de ensamblaje proteínico y de generación de corrientes eléctricas. Casi toda la energía en la Tierra proviene del Sol, y eran las plantas, hasta hoy, las únicas que la podían capturar y almacenar de forma útil para el resto de los seres vivos.

 

Los seres humanos somos esencialmente predadores, es decir, obtenemos la energía no del Sol (hasta hoy) sino de otros seres vivos. La energía es escasa, pues cada ser vivo trata de capturar el máximo de la disponible, de manera que los seres humanos disponemos de dos formas de adquirirla: Distribuyendo la existente o eliminando competidores. Nuestro sistema de comunicación deriva del proceso que hacemos de la información recibida, y este proceso se realiza mediante reconexiones neuronales casi constantes. La información que adquirimos es parcial y poco fiable, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad de predicción, pues el sistema social es un sistema complejo y aún hoy comprendemos mal el funcionamiento de tales sistemas. Nuestra imagen mental o modelo del mundo es necesariamente escaso, pues deriva de experiencias personales, y la traducción de otros modelos al nuestro es incompleta o deforme, pues nos faltan los circuitos neuronales de los otros.

 

El ser humano ha llegado hasta hoy heredando genes y memes de una larga cadena de antepasados que llegan hasta un esquema de vida comunal de forma tribal, donde la estabilidad social derivaba de la presencia de un jefe que repartía graciablemente comida y hembras (obsérvese el comportamiento de una tribu de papiones). Aunque hoy el esquema ha desaparecido, ya que vivimos entremezclando un número muy elevado de tribus, y la energía ya no la obtenemos mediante el esfuerzo tribal, los memes transmitidos de generación en generación salen a flote con frecuencia, y aparecen personas (generalmente machos) con el ansia tribal de poder, que desconociendo la inutilidad de su rol, arruinan las sociedades que lideran.

 

Evolución, conjunto celular que precisa energía y base de datos cerebral escasa imponen un primer, y rudimentario esquema armónico sobre el comportamiento social humano, abren la puerta a un esquema ordenado y por tanto bello, de los problemas sociales.

 

 

 

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2 comentarios

  1. Quería advertir que en dos de estos comentarios aparece una alusión a los "memes", un concepto de esa nueva ciencia que llaman "Sociobiología", con exponentes como Richard Dawkins; y que dista bastante de gozar del consenso que suele acompañar a una ciencia instituida. La proposición de unidades ontológicas para la transmisión de información cultural es algo todavía criticado por muchos científicos y filósofos de la ciencia.

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