¿Por qué se inundan las riberas de los ríos?

Las cuencas de los ríos están formadas por un número considerable de valles que abocan todos al valle principal.

Mientras llueve de forma suave, los suelos empapan el agua, que unas semanas después empieza a percolar por el subsuelo hacia los cursos fluviales. El proceso es lento, ordenado, tranquilo.

Si llueve fuertemente, de manera torrencial, los suelos no pueden empapar el agua si en las laderas no hay árboles. Si las laderas de los valles están cubiertas de bosques, el agua se frena al chocar con las hojas, o incluso con las ramas, y se retiene en las raíces, de manera que también empapa el suelo.

Pero hay situaciones en las que hay escaso arbolado, o el suelo está helado: las lluvias intensas de finales del invierno sin posibilidad de empape por el suelo.  Si al mismo tiempo se produce un deshielo brusco por elevación de la temperatura en zonas donde la nieve no ha sido apelmazada, se genera una muy considerable cantidad de agua que no entra en el subsuelo y fluye hacia los valles.

Los cálculos son sencillos: Con lluvias mantenidas que produzcan una precipitación de 25 litros por metro cuadrado y día, en una cuenca de un pequeño arroyo de 10 x 15 km, tenemos 150 km2, es decir 150 millones de metros cuadrados que por 25 litros suponen 3.75 millones de metros cúbicos, o 3.75 hectómetros cúbicos. Esto es agua que cae en 24 horas. Dividiendo los metros cúbicos por los segundos en un día tenemos 43,4 metros cúbicos o 43.400 litros por segundo en el extremo del valle de ese arroyo.  Si pensamos en 10 valles por afluente del río y 5 afluentes, tenemos 50 descargas de 43.4 m3/s es decir, 2160 m3/s.

Un cauce de un río de 100 metros de anchura y 5 de profundidad fuerza al ese caudal de agua a moverse a 4.32 m/s o 15 km/h, y los bajíos, las islas y los obstáculos en un cauce mal conservado producen frenazos en el agua que se acumula, supera las barreras de las orillas y desborda el cauce.

En el Ebro las riadas se producen entre Noviembre y Junio, con la mayor frecuencia en Junio.  En invierno las descargas son fuertes, pero sobre todo el suelo no empapa el agua de la lluvia y se añade a esto el deshielo de las zonas de mediana altura. En Junio tenemos el deshielo de los neveros de altura generalmente estimulado por lluvias torrenciales derivadas de meandros fuertes del chorro polar.

Como en todas las cuestiones de medio ambiente, los fenómenos naturales se ven modificados por la acción humana.  Lo razonable en ríos propensos a crecidas es construir diques permanentes en piedra u hormigón, en los bordes del cauce, en las zonas de interés económico.  Esos diques deben tener en cuenta el máximo caudal medido en las series históricas de cada punto del río y deben diseñarse con un factor generoso de incertidumbre. Así, si el máximo caudal medido en las series históricas de la localidad de Zaragoza ha sido de 3000 m3/s, y se quiere mantener una anchura de 100 metros entre las orillas, con puentes colgantes para eliminar los estrechamientos del cauce, se deben diseñar diques para 4000 m3/s lo que significa, con una profundidad uniforme de 10 metros, una velocidad máxima de 4 m/s, que no es peligrosa.

Pero como con los bosques, si estos están cuidados, sin sotobosque, sin ramas secas por los suelos, los incendios forestales no se producen, de la misma manera en un río canalizado el agua no desborda si se mantienen los parámetros del diseño. Si por el contrario se deja de dragar el canal, se permiten en el cauce los obstáculos, se descuida el mantenimiento de las paredes, el canal deja de funcionar y se repiten las inundaciones.

Mantener el medio ambiente supone destinar al mismo una cierta cantidad de la riqueza de los ciudadanos. Es un destino de va y viene, pues la riqueza empleada consiste, en su mayoría, en salarios de los trabajadores que mantienen en buen estado ese medio ambiente: Es un flujo de riqueza y no una disipación, con el añadido de prevenir la disipación real de riqueza que se produce en las catástrofes.

Pero es una opción. Uno puede aceptar vivir en casas ennegrecidas por el humo, con los cristales rotos y los sótanos inundados. Se puede vivir así, y destinar la riqueza que se tenga (reducida, pues en ese tipo de hogares no se genera mucho de ella)  a botellón, fiestas, coches oficiales y sueldos de parásitos.

O se puede mantener la casa en perfecto estado, eliminar la disipación, y al mismo tiempo producir riqueza.

Es perfectamente posible controlar las catástrofes naturales, y esta posibilidad elimina la disipación de riqueza y si se hace bien, aumenta la producción de la misma.

Pero es una decisión voluntaria.

Se puede elegir.

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