INCOMPATIBILIDAD DE CARACTERES

El fisioterapeuta, la médica, el enfermero, se acercan, atienden, cuidan a sus pacientes con la mejor de sus intenciones, con cualificación y competencia. A veces eso no es suficiente, la relación está vetada por algo difícil de diagnosticar. 

Nos hemos percatado muchas veces, en la práctica en la sanidad pública y privada, en sus distintas variantes. Sí, es complicado explicarlo, exponerlo, por lo intangible, lo emocional y, a veces, poco racional. Nos damos cuenta de que el trato y el tratamiento se torna trabajoso, engorroso, delicado, frágil. Hay una barrera, una distancia insalvable, el paciente nos causa rechazo o nosotros a él o ella, o  entre ambos a la vez. Hay, en definitiva una incompatibilidad de caracteres.

En una aproximación conceptual más formal encontramos que el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico define la incompatibilidad de caracteres como «imposibilidad de dos personas de mantener una relación mutua en cierta armonía y respeto, que se funda en el carácter de las mismas». Parece que lo deja claro, se entiende sin mucho cavilar. 

A veces, el lenguaje no verbal, un gesto o un comentario intrascendente condiciona el inicio de la relación que habría de basarse en la confianza. Porque si el paciente no confía en el profesional la relación será endeble, incómoda, suspicaz. Otras veces, la relación se enturbia por una comunicación ineficaz, por eso se ha de abogar por enseñar y aprender estrategias de comunicación. Igualmente cuando el conflicto, menor o mayor, surge. ¿Nos enseñan en la universidad sobre todo esto? Lo hemos dicho muchas veces, esas habilidades no son blandas ni fáciles, hay que darlas la importancia que se merecen en el pregrado y el posgrado de las titulaciones sanitarias. 

Si el paciente manifiesta recelo, rechazo, expone ideas o prejuicios que chocan con lo que el profesional piensa o sabe sobre su problema de salud, incluso si el encuentro terapéutico troca en encontronazo por lo que lo integra o lo que lo circunda, no sólo lo relacionado con lo sanitario, tendríamos que tener unas directrices de conducta y acción. Así, si critica  nuestro proceder de manera despectiva, si hace comentarios despreciativos o discriminatorios hacia estudiantes, profesionales u otros pacientes, y no hablamos de violencia siquiera verbal, la incompatibilidad de caracteres podría ser inevitable. Y la respuesta no es transigir, obviar o subestimar tal situación. Quizá, la solución, sin pretextos, sin disimulo, sea terminar con la relación. Por el bien de todos. 

Dejamos, para relajar un poco esta entrada  un tanto antipática, una canción de Sabina, que viene muy a cuento.

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