Sin piedad: muere un enfermo de tuberculosis.

Era de esperar, es noticia que en Mallorca un ciudadano ha muerto víctima de la tuberculosis, no ya solo sin que haya recibido el tratamiento adecuado sino, por lo que se publica, incluso sin haber sido diagnosticado. No me concierne analizar la legitimidad de las disposiciones legales que regulan la prestación de servicios médicos a quienes se encuentran en éste país, ni tampoco dispongo de la documentación que se precisa para averiguar con exactitud lo que ha ocurrido. Pero por lo que se ha publicado en los medios de comunicación se puede concluir que esta muerte era esperable, y lo que es más grave, que si nadie lo remedia no va a ser la última.

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Un peligro para todos. Que un enfermo de tuberculosis no sea diagnosticado ni tratado significa que todos quienes entren en contacto cercano corren el riesgo de contagiarse, no importa si son nativos o inmigrantes, pobres o ricos, cultos o ignorantes, jóvenes o ancianos. Unas 10 a 15 personas se verán afectadas. En 2012 España fue el octavo país de la UE con respecto a casos de tuberculosis, 16,6 por 100.000 habitantes, solo superado por Rumanía (108,2 casos), Lituania, Letonia, Bulgaria, Estonia, Portugal y Polonia. Fuente de la imagen: enlace.

 

Aparte de por su gravedad cuando está en fase activa, la tuberculosis es una enfermedad temible. Lo primero es que es muy contagiosa, bastan diez bacilos para contraerla, lo que va en una gota de un estornudo, luego que puede permanecer latente durante muchos años sin producir síntomas aparentes. Además es una enfermedad que creíamos vencida pero que lejos de ello es muy común, una de cada tres personas en el mundo está infectada. Pese a que las muertes por tuberculosis se han reducido en los últimos años, pasando de los 1,8 millones de 2003 a los 1,4 de 2010, las cifras son todavía dramáticas. Pero por otro lado los antibióticos para tratarla son en algunos casos inservibles porque las estirpes resistentes van ganando terreno. Con la tuberculosis además hay que seguir un escrupuloso procedimiento para cerciorarse de que los enfermos cumplen a rajatabla con el tratamiento prescrito y que al final se han librado del mortal bacilo, algo que, según cada paciente, precisa de algo más que de una visita al médico de cabecera. Si no se hace así la enfermedad puede permanecer latente y el bacilo convertirse además en multiresistente.

Sorprende lo que se publica sobre las circunstancias que rodean al suceso. Lo primero es que el infortunado paciente no fue diagnosticado. Algunos síntomas de la tuberculosis pulmonar, tos, fiebre, fatiga, son comunes con otras afecciones respiratorias lo que puede confundir un diagnóstico inicial. Saber que el paciente provenía de una zona de riesgo (Senegal) y habiendo comunicado él mismo que en su entorno había un enfermo de tuberculosis podría haber orientado las pruebas necesarias para el diagnóstico, que no es trivial. Una prueba con tuberculina solo es eficaz en personas que no hayan sido vacunadas con la vacuna BCG (ojo, que la vacuna BCG no es eficaz en todos los casos), ya que la propia vacuna sensibiliza frente a la tuberculina. Si ocurre así se puede comprobar la infección con la reacción del quantiferón. En ambos casos las pruebas no distinguen entre tuberculosis latente y activa, y tampoco son un diagnóstico inequívoco, por lo que han de completarse con un examen por rayos X que tampoco es infalible.

Las pruebas definitivas sobre la presencia de la infección la suministra la identificación del bacilo de Koch en los esputos. Según los medios técnicos de los que se disponga la realización de esta prueba no es trivial. Los procedimientos clásicos, el cultivo del patógeno aislado de la muestra y su identificación microscópica por una tinción específica, son tediosos, largos e incluso peligrosos. Las técnicas modernas, basadas en la amplificación tipo CSI del ADN son mucho más rápidas, seguras y eficaces, y además pueden diagnosticar si se trata o no de un bacilo resistente a los antibióticos de primera línea. Estas pruebas precisan un instrumental y unos reactivos más caros.

Ya digo que no es mi competencia evaluar la legitimidad de las disposiciones sanitarias ni de las inversiones en salud. Pero me parece muy triste que hayamos llegado como sociedad a una situación en la que algunos enfermos duden en ir al médico porque les falta un trozo de plástico o en las que a un médico se le pueda ocurrir si un diagnóstico va a ser más o menos caro. Seguramente ahora existan, como decía, unas cuantas personas que hayan podido ser contagiadas por el infortunado ciudadano ya fallecido, personas que a lo mejor tendrán todos los trozos de plástico que les legitimen como pertenecientes a una sociedad en regresión. Mi reflexión se acaba al considerar esa falta de coraje que tienen los que siendo obsequiosos con los poderosos y despiadados con los débiles escatiman recursos para aliviar a quienes no se les pueden enfrentar. Seguro que ya ni se sonrojan cuando los ciudadanos desconfían de ellos.

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3 comentarios

  1. Es sorprendente lo ocurrido pero esperado. Por desgracia, noticias similares aparecerán con mayor frecuencia, si no las silencian.
    Felicitaciones por el artículo en particular y por tu espléndido trabajo como educador y divulgador.

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