Por Javier Segura del Pozo

Médico salubrista

 

A finales del siglo XIX va imponiéndose una nueva higiene social que tiene su base en la bacteriología.  Deja de poner el énfasis en las condiciones sociales de la enfermedad y  postula patrones individuales de conducta, legitimados desde una supuesta neutralidad científico-médica. En Alemania, esta nueva higiene, íntimamente asociada al desarrollo del seguro médico estatal obligatorio, gestionado desde las Krankenkasse, y complementada por la acción de nuevos profesionales, como los médicos comunitarios y las visitadoras sanitarias, tendría un papel relevante en el proceso de asimilación de la clase trabajadora al nuevo mundo industrial. Satisfacería la necesidad de nuevos patrones de conducta y socialización, diferentes a los originarios del mundo agrario. Así se produce un proceso de construcción social de nuevos conceptos como “la salud” y el “homo higienicus”. Éste sería aquella persona que considera la salud como la máxima meta a alcanzar. La nueva higiene social se encargará de controlar “científicamente” el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo (a través de la educación de la mujer del obrero, como ama de casa y madre “higiénicas”), a la vez que la organización científica y técnica del trabajo (mediante diferencias de sueldo, beneficios, reglas de trabajo, etc.) se hace cargo de disciplinar al obrero en el proceso de producción.

 

Esta tesis es sostenida brillantemente por Alfons Labisch, en su ya clásico artículo, publicado en 1985 en inglés: Doctors, Workers and the Scientific Cosmology of the Industrial World: The Social Construction of ‘Health’ and the ‘Homo higienicus’” (“Médicos, obreros y la cosmología científica del mundo industrial: la construcción social de ‘la salud’ y el homo higienicus’), al que he podido acceder gracias a la amabilidad de Francisco Vázquez.

  

  

Home-making a science (La construcción científica del hogar). Cartel de la American Social Health Association. United States Public Health Service. 1922. Fuente: American Social Hygiene Posters. Traducción: Un hogar verdadero no es accidental. El mantenimiento eficiente del hogar aumenta el confort hogareño. Requiere conocimiento y habilidades. Aprende: A cuidar de la casa (eficiencia mercantil); a gastar sabiamente (sistema presupuestario); a alimentar la familia (valores alimentarios); a curar a la familia (higiene infantil)

 

 

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Esta entrega forma parte de la serie de “Salud Pública y Biopolítica”, junto con algunos artículos anteriormente aparecidos y otros que verán la luz a lo largo de los siguientes meses:

 

(1) Introducción

(2) Higienismo

(3) La Medicina Social, según Virchow

(4) La Medicina Social según Foucault

(5) Degeneracionismo y Eugenesia

(6) La alianza entre Medicina Social, Regeneracionismo y Eugenismo en España

(7) Ciudad y Biopolítica (la beneficencia, la higiene municipal y la ciudad higiénica)

(8) El “homo higienicus”

(9) Biopolítica, Tanatopolitica y Promoción de la Salud en el nazismo

(10) La gestión de riesgos para la salud

(11) Biotecnología o la Biopolítica del siglo XXI

(12) ¿Biopolítica afirmativa?

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La Medicina Social de base bacteriológica

 

A finales del siglo XIX, el desarrollo de la bacteriología y el descubrimiento de los agentes bacterianos como vehículos de las grandes epidemias, supuso una deslegitimación de la medicina social y un replanteamiento de su enfoque. Ésta había sido capaz de señalar las causas estructurales o últimas de las enfermedades sociales, pero no había avanzado mucho en explicar el mecanismo patogénico y las causas próximas, utilizando todavía antiguas categorías de la teoría miasmática. El prestigio de la bacteriología, como enseña de modernidad, dejó como anticuado y poco científico la idea de que las condiciones de vida eran el origen de la enfermedad entre las clases más pobres. Así por ejemplo, en Alemania hubo un cisma en la salud pública o higiene pública, en dos corrientes. Una higiene pública concebida como ciencia experimental, desarrollada alrededor del laboratorio y la bacteriología y alejada de las incomodas connotaciones sociales, que estaba representada por Emil A. von Behring (1854-1917). Y otra, que defendía la determinación de los aspectos sociales en la enfermedad, el uso de técnicas estadísticas y de las ciencias sociales, e, incluso, el desgajamiento de la medicina o higiene social de la tradicional higiene pública. Esta última corriente estaba representada en Alemania por Alfred Grotjahn (1869-1931)[1]. Sin embargo, ambas sensibilidades, aun con matices o diferencias notables, tuvieron un proyecto de disciplinamiento higiénico de las clases trabajadoras, que se envolvía en un ropaje científico y suponía un nuevo liderazgo social de la medicina y de los médicos, los cuales eran reclamados para definir nuevas normas de conducta que llevaran a configurar un nuevo hombre, el homo higienicus.

 

  

  

Foto de la izquierda: Emil Behring. Foto de la derecha: Behring con sus colegas Wernicke (izquierda) and Frosch (centro) en el laboratorio del Instituto Robert Koch de Berlin.
Photo: Cortesia de Aventis Behring

 

 

Foto de la izquierda: Alfred Grotjahn. Foto de la derecha: Portada original de una de sus obras principales (junto con «Soziale Pathologie»=Patologia social), «Die hygienische Forderung» («La Promoción Higiénica»). Lleva un subtitulo publicitario irresistible: «Desde fuera parece un pequeño libro, pero dentro contiene toda la suma de guias para una vida saludable»

  

  

La embriaguez, dejadez y libertinaje del obrero

 

Para comprender mejor este desarrollo de la higiene pública y de la medicina social debemos tener en cuenta las dinámicas sociales asociadas a la transición que sufrió Alemania desde una sociedad agraria a una industrial (aproximadamente entre 1870-1914). Según Labisch[2], para la población trabajadora la industrialización supuso un cambio inimaginable en sus tradicionales pautas de vida, de su conocimiento “natural” sobre la enfermedad, la invalidez, la vejez o la muerte, además de una perdida de sus sistemas de vínculos y apoyo social, representados anteriormente por parientes, patrones agrarios, cooperativas y vecinos. La ciudad era una nueva fuente de oportunidades, pero también de peligros y de vulnerabilidad; entre ellos, el riesgo de enfermar por tuberculosis (“la enfermedad del proletario”). Al enfrentarse a estos riesgos, progresivamente la salud y la fortaleza productiva adquirieron más importancia.

 

“Para los observadores burgueses, la conducta del trabajador aparecía como “embriaguez, dejadez y libertinaje”. Su incapacidad de posponer la satisfacción y el control de las emociones era el signo externo de que los trabajadores todavía no se habían ajustado (tal como lo había hecho la burguesía civilizada) a la búsqueda de metas lejanas. Como resultado, los sistemas de apoyo tradicional, la vida comunitaria y los patrones de conducta tenían que ser complementados y reemplazados por equivalentes artificiales e institucionales. Se requerían nuevos perfiles y estándares de normalidad…En este proceso de civilización, racionalización y disciplinamiento social, “la salud” (o “la higiene”[3]) se convirtió en un termino polivalente del máximo potencial político.”

 

 

Alfons Labisch, nacido en 1946; historiador, sociólogo y medico, Desde 1991, Director del Instituto de Historia de la Medicina. Universidad de Düsseldorf (Alemania) Múltiples Publicaciones de libros y artículos  

  

Para Labisch, la bacteriología tuvo un efecto liberador al proporcionarle una nueva base científica a la higiene, que le permitió separarse de las connotaciones políticas que tenia anteriormente en la época de Virchow (Ver Medicina Social, según Virchow). La higiene proporcionó un concepto científico y neutral al proceso de asimilación, colonización social e integración del proletariado en la sociedad industrial. Lo que había llegado a ser el estilo de vida personal de la burguesía, se convertía ahora en el estilo de vida obligatorio de todos: el homo higienicus, el hombre para el que la salud es la meta suprema de la vida y quien subordina enteramente su forma de vida a los principios higiénicos derivados de la medicina. La higiene ofrecía a la vez un instrumento para controlar la conducta y para tratar los problemas sociales de una forma socialmente pacificadora. 

 

Este proceso de adopción de este constructo social (de la salud y del homo higienicus), al que Labisch le da el nombre de proceso socio-genético y psico-genético, se dio, según él, a tres niveles:

 

  • La institucionalización de la seguridad social estatal y, secundariamente, de la medicina como monopolio de la ayuda y de la definición de normalidad.
  • El efecto de la higiene social sobre la vida reproductiva de las familias de clase obrera
  • La necesidad de los obreros de asimilarse en el nuevo universo de la sociedad industrial, en el que la higiene estaba de moda y asociada a “la vida moderna”.

 

 El seguro de enfermedad y las Krankenkasse

 

La ley del seguro de enfermedad de los trabajadores paso inicialmente en 1833 en el Reichstag (parlamento alemán) con la oposición del SPD (partido socialdemócrata). Sustituyó el anterior esquema de autoayuda obrera por un esquema de ayuda estatal, ambos obligatorios. Los socialdemócratas se dieron cuenta desde el principio que el seguro estatal trataba de despolitizar los riesgos asociados a la invalidez, enfermedad y vejez.  Sin embargo, progresivamente los socialdemócratas, a través de los sindicatos, se integraron en la administración de las Krankenkasse (los fondos de los seguros de enfermedad). A finales del XIX, se estimaba que uno de cada cinco sindicalistas estaban en los consejos de las Krankenkasse., por lo que estas también fueron un instrumento de integración (en todos los sentidos) de la socialdemocracia en el orden burgués y en la asimilación por parte de esta izquierda del concepto de una higiene “científica” y de bajo perfil político.

 

Las grandes empresas como Siemens tenían su propia Krankenkasse, a través de las cuales se proveían servicios médicos de empresa y residencias. Izquierda: Consulta médica para los trabajadores de la Dynamowerk (fabrica de dinamos) de la Siemensstadt (complejo industrial Siemens), 1914. Derecha: Residencia de rehabilitación “Siemensgarten” (jardín de Siemens) en Berlín para socios femeninos de la Krankenkasse de la empresa Siemens. 1920. Fuente: https://100jahre.sbk.org/geschichte_zeitstrahl.php

  

Los anteriores médicos de la ley de pobres fueron sustituidos o complementados por los nuevos médicos del seguro (a veces eran los mismos), quienes no solamente tenían funciones terapéuticas, sino que como expertos médicos juzgaban si procedía proveer de servicios sociales a una familia. De esta forma, se dejaba en manos de la medicina el monopolio socialmente organizado de las posibilidades de supervivencia del obrero en el nuevo mundo industrial. Para el sector de la población que estaba obligatoriamente asegurado, el único camino posible de salir del mundo del trabajo era mediante la definición de “saludable/enfermo”. A la vez se vetaba las ofertas de ayuda de fuera de la medicina (medicina popular, curanderos, etc.). El poder de los médicos se multiplicó e invadió campos de acción nuevos.

 

 

Izquierda: La empresa cervecera suiza Hürlimann tenía ya a principios del siglo XX una Krankenkasse y un albergue de ancianos para sus empleados, además de  un campo de futbol propio. Foto de 1934. Fuente: www.sf.tv/webtool/data/pics/dok/patron1934.jpg ;Derecha: Mecánico trabajando en una bomba de vapor (1920), una de las mas famosas fotos del documentalista social estadounidense Lewis W. Hine

 

 

La Higiene social y la cultura higiénica

 

Según Labisch, “bajo el eslogan de “higiene popular”, la bacteriología había desarrollado su propio programa de educación sanitaria, pero basado en alterar la conducta a través del entendimiento racional, en vez de alterar las condiciones sociales”. Esta forma de ilustración individual fue organizada a través de varios tipos de organizaciones y asociaciones (como la “Sociedad Alemana para la Higiene Popular”), con su área de especialización (madres, bebés y niños, alcohólicos, etc.), de inclinación conservadora, frecuentemente organizadas por médicos y trabajando mano a mano con políticos, funcionarios, miembros de las clases altas y con la industria. Sin embargo, este movimiento también acabó por ser apoyado por las organizaciones de trabajadores y sus representantes. “Al entrar en el nuevo siglo, un nuevo tipo de práctica de salud pública emergió en las ciudades: mediante servicios locales de salud, médicos, trabajadoras sanitarias, economistas nacionales, funcionarios y reformadores sociales, trabajando juntos. Fue el concepto científico de higiene social el que señaló la dirección de tal esfuerzo”.

 

Se identificaron dos diferentes grupos en riesgo:

a) el de madres, bebes y niños pequeños y

b) el de los que padecían “enfermedades sociales” (tuberculosis, venéreas, alcoholismo, enfermedades mentales, etc.).

 

La higiene social se basaba en tres prácticas:

  • La observación médica constante de los grupos en riesgo para la salud.
  • La identificación de enfermedades, la predisposición a enfermar y la facilitación de su tratamiento
  • El consejo, la educación y la formación higiénica

 Los profesionales implicados fueron:

  1. Los médicos. Entre los que distinguiremos: los médicos del seguro (encargados del diagnostico y tratamiento) y los nuevos médicos comunitarios.  Estos, entre los que había muchos motivados por un alto sentido de responsabilidad social y que contemplaban su actividad como trabajo político, se encargarían de las prácticas higiénicas antes mencionadas, por ejemplo  a través de la higiene escolar. Partiendo del reconocimiento seriados de los escolares considerados en riesgo, conocían los hábitos de conducta de sus padres y  se legitimaban para educación a los padres en los principios de la higiene.
  2. Las visitadoras sanitarias. Representaban la implicación femenina en la obra de bienestar, especialmente en el cuidado de la salud. A modo de “profesionalización del instinto materno”, las mujeres de clase media encontraron una vocación que parecía casar con su origen social. Proporcionaban, muchas de ellas de forma voluntaria, tanto cuidados médicos como económicos a las familias que se adaptaban al perfil de normalidad de “vida familiar” impuesto, a través del rendimiento de la mujer del obrero como ama de casa y madre. “…las visitadoras sanitarias proporcionaban también comida y vestidos para bebes y niños pequeños y bajo su propia iniciativa buscaban madres necesitadas en sus hogares, comprobando simultáneamente si el hogar estaba limpio, los pañales lavados y el biberón había sido sometido a cocción.”

 

 

  

Izquierda: Poster de la Generalitat de Catalunya, usado en 1935 en una campaña de sellos en pro de la salud infantil. Autor: Josep Morell (1899-1949). Derecha: Enfermeras visitadoras de Boston. 1910. Historia de la Enfermería. V III. M.E. Donahue. Doyma

  

La necesidad de asimilación de la familia obrera

 

Como habíamos dicho, la integración del  obrero en las nuevas pautas de “conducta con conciencia higiénica” se realizó de forma obligatoria en los trabajadores asalariados por las obligaciones que el seguro de enfermedad tenia asociado y por la presión de los visitadores médicos que supervisaban también el cumplimiento de las terapias medicas prescritas por los médicos del seguro. Sin embargo, no debemos olvidar que el llamado proceso psico-genético también se basaba en que fuera el propio obrero y su familia quien demandaba estas nuevas guías de conducta para facilita su asimilación a las nuevas modas.

 

El efecto educativo que tuvo la higiene experimental y la bacteriología en múltiples aspectos de la organización social fue enorme. Desde el nuevo urbanismo, las nuevas viviendas, el abastecimiento de agua y los baños públicos, hasta la higiene del vestido y de la preparación de alimentos, estuvieron influenciados por las guías escritas por médicos. “Ya que los cambios en la conducta individual dentro de los procesos de civilización no se dan de forma racional, sino como imitación social de la conducta de los estratos integrados, la conducta higiénicamente correcta también se diseminó a través de la conducta que se consideraba correcta según la moda imperante.” La cultura higiénica se diseminó a “la persona higiénica”, la “familia higiénica”, la “vivienda higiénica” e incluso la “ciudad higiénica”

 

 La salud y la higiene, por una parte oscurecieron las instituciones y los centros reales del poder, pero por otra parte estuvieron íntimamente ligados al ímpetu de la nueva clase obrera industrial: “Por ello, la imitación social, el aprendizaje social y la impuesta socialización funcionó en la misma dirección. En Alemania, la segunda fase de la industrialización, incluido el periodo de Weimar, fue una “edad dorada de la educación sanitaria” porque, en la forma que tomó, la nueva clase obrera industrial se agarró al constructo “higiene” como un componente de su movimiento social general”

 

“Go back to them physically fit and morally clean” (Vuelve con ellos físicamente en forma y moralmente limpio). U.S. Army Educational Commission, 1918. Fuente:American Social Hygiene Posters.


[1] Rodríguez Ocaña, Esteban. La constitución de la medicina social como disciplina en España (1882-1923). Colección textos clásicos españoles de la Salud Pública nº 30. Ministerio de Sanidad y Consumo. Madrid 1987

[2] Alfons Labisch. “Doctors, Workers and the Scientific Cosmology of the Industrial World: The Social Construction of ‘Health’ and the ‘Homo higienicus’”. Journal of Contemporary History, Vol. 20 (1985), 599-615

[3] En el texto original se usa el término “health”, que puede ser traducido al castellano tanto como “salud” o como “higiene”.

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9 comentarios

  1. MAESTRO
    JAVIER SEGURA DEL POZO
    Gracias por haber respondido uno de mis dos comentarios. Bueno sería para mí leer sus opiniones sobre lo que yo pienso del concepto de EUTANASIA.
    En relación al presente artículo, permítame conocer sus puntos de vista sobre lo siguiente: Es la salud un fin o un medio? El “homo higienicus” considera la salud como la máxima meta a alcanzar.(Para él es un fin).
    Se afirma en el artículo que la bacteriología se desarrolló a finales del siglo XIX, piensa Usted que esto afianzó la aún posición dominante del positivismo en la educación e investigación médica? Hay alguna alternativa para esta corriente filosófica en el campo de la salud?
    Cordialmente,
    PIERINO ROCA

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