Los modelos mentales

Hay una novela de ciencia ficción en la cual, un terrestre, teletransportado a otro mundo, es invisible para los habitantes del mismo: Lo ven, pero no lo registran.  Cuando dormimos no cerramos los oídos, pero descartamos todos los sonidos que no impliquen peligro.

El cerebro se hace modelos mentales de la realidad. El modelo actual es tal que las personas no entienden cuando se les dice que hay otra forma de vida. Ya he contado aquí que en mis clases sobre energía y arquitectura/urbanismo trato de conseguir que los alumnos piensen de manera distinta sobre la ciudad. Pues bien, mis palabras no entran en su modelo mental.  Oyen, escuchan atentamente, pero traducen lo que oyen a -su- modelo mental. Cuando tienen que realizar un trabajo de fin de asignatura, sus soluciones son tranvías, bicicletas, circumvalaciones, pero no cambian su modelo mental de la ciudad. No pueden pensar cual es la definición básica, subyacente, de ciudad; y cómo podría organizarse en el siglo XXI. Siguen con el modelo mental de ciudad de hace 3000 años.

De la misma manera ocurre con los economistas. Krugman sigue insistiendo en devaluaciones, cuyo efecto es el de una aspirina, o de un paracetamol, como decía el otro día Altafaj en Bruselas. Stiglitz, otro premio Nobel como Krugman, insiste en un modelo mental lineal y  determinista, en donde sirve subir o bajar unas décimas los exponentes del capital y el trabajo en las funciones de producción, que sin embargo mantiene fijas sin mentalizar la posibilidad de que en la realidad sean otras distintas de las clásicas.

Estoy leyendo un libro sobre el impacto del descubrimiento de América sobre el pensamiento europeo, de J.H. Elliott.  Hasta 1650 Europa no asimiló realmente lo que significaba América. América no encajaba en su modelo mental. Hubo un pensador que decía: ‘Si el esfuerzo hecho en América se hubiese hecho en Europa …’, sin darse cuenta de que sin la idea de América no habría habido esfuerzo en Europa. No podía cambiar su modelo mental, no se daba cuenta de que con el modelo mental tradicional, Europa no podía crecer. Solo la existencia de América forzó una nueva manera de ver las cosas.

Sería inmensamente útil que todos los científicos leyesen este libro de Elliott: »The Old World and the New», que se puede comprar para el Kindle. Es una ilustración clarísima del problema social actual.

Isabel la Católica, Felipe II, bañados diariamente en el mensaje de la religión, no concebían el gasto de riqueza mas que para esa misma religión. 1300 años de modelo mental basado en que la vida no es más que la oportunidad de alabar a un dios ignoto se notaba en todas sus acciones.

¿Qué modelo mental tenemos hoy?

Hace 400 años se aceptó que la Tierra era un grano de polvo en la inmensidad del universo, y se asumió que sin esfuerzo se podía crecer cuantitativamente por siempre, de manera porcentual o exponencial.  La física permeó las mentes de todos los ciudadanos del planeta, gracias a sus inmensos triunfos prácticos. Pero ¿qué física? 200 años después de Galileo, Laplace sistematizó, codificó y dogmatizó la física, cómo había hecho Agustín de Hipona 300 años después de la redacción de los evangelios cristianos.

El dogma de Laplace era la mecánica lineal, el determinismo a ultranza. Ese determinismo permeó y permea aun la física, la biología, la teoría de la evolución, y lo que es peor, la teoría económica, hecha a imagen de la teoría estática del equilibrio de Lagrange por Walras y Pareto. Tan profundo permea el dogma de Laplace que hasta la mecánica cuántica, que debería ser estadística por definición, e interactiva hasta el máximo, se restringe a modelos lineales y deterministas. La incertidumbre en tan anatema en la física moderna como el unitarianismo en el dogma trinitario cristiano, o el politeísmo en los dogmas judío y musulmán, y eso a pesar del principio de incertidumbre de Heisemberg, que se considera como certidumbre de lo que hacen los electrones, y no se lo deriva de razones tan simples como la interacción con los otros 10^(70) electrones del universo.

Necesitamos, como el agua las plantas del valle, un cambio de modelo mental, pues el fracaso de los dos anteriores (el dogma revelado y el dogma determinista encontrado con la razón)  y del clásico chino (que vuelve a las andadas) es evidente.

El modelo mental actual es el del crecimiento cuantitativo en un esquema determinista y sin incertidumbre.  Cualquier persona de la calle, y cualquier economista de las asesorías gloriosas de los gestores sociales lleva, imbuido hasta lo más profundo de su mente, la idea de que, sin esfuerzo alguno, cada año tenemos mas dinero que los años anteriores. La crisis actual ha salido de este pensamiento lineal: basta con vivir y automáticamente   y(t+1) = 1.03 x y(t),  donde y(t) es la riqueza en el año t. Puesto que esto –era– así, se podían pedir hipotecas a 40 años: Cada año se iba a ganar más dinero, por todos los miembros de la sociedad, y se podía acceder a la propiedad como un derecho concedido por esa misma sociedad por el mero hecho de nacer.

La realidad no es así: La vida es no lineal e incierta, y  la riqueza de mañana no es una función lineal de la riqueza de hoy.

La crisis se desató cuando se hizo evidente que no es posible extender la riqueza a todos los seres humanos sobre la Tierra sin más esfuerzo que desearlo así.

Hemos encontrado un mundo nuevo, pero no lo vemos con los ojos de un nuevo mundo, sino que tratamos de enfundar ese mundo de, digamos, 120 kilos de peso, en un corsé adecuado para una persona de 60 kilos.  Todos los mecanismos que se prueban desde hace 5 años fallan uno detrás de otro. Están dentro de otro modelo mental.  No pueden funcionar.

El nuevo mundo, el nuevo algoritmo es no lineal. Las funciones no lineales tienen realimentaciones positivas (el rico se hace mas rico y el pobre más pobre), puntos críticos antes de los cuales la función es suave y tras los cuales la función es caótica, y generan, de manera automática, incertidumbre intrínseca, debida a la interacción de trillones de agentes todos con todos de manera no lineal.

Lo mismo que Colón, y los que le siguieron, veían en la Española las Islas de las Hespérides, y los frailes, a los indios como inocentes, lo mismo que Europa no consiguió entender nada de América hasta 1650, hoy ni el pueblo, ni los sindicalistas, ni los catedráticos de economía ni los gestores sociales, ni los físicos entienden la nueva situación, el nuevo mundo, la nueva cuenca de atracción en la que hemos entrado al desarrollar en exceso los mecanismos de la cuenca anterior.

Estos problemas de cambio de modelo mental no se han resuelto antes de ahora sin revoluciones sangrientas y millones de muertos. Hoy quizás, ya que conocemos la historia, la dinámica de sistemas y las funciones no lineales en sistemas complejos, podríamos resolverlos con un sufrimiento reducido.

Quizás.

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