La edad del rechazo a la ciencia

Cayó en mis manos, hace un par de días, el número de Marzo del National Geographical, y leí un reportaje sobre el rechazo a la ciencia de una buena parte de la ciudadanía estadounidense (y según mi modesta capacidad de detectar las opiniones de los españoles, de una buena parte de nuestra ciudadanía, incluyendo ministros, sus jefes, y altos directivos de empresas). El hecho en sí es interesante, pero lo es mucho más el análisis que hace el autor del reportaje.

Para empezar, el título del mismo: »La edad de la falta de fé».  La ciencia no tiene nada que ver con la fé, ni con creer o dejar de creer. Si yo veo una bola de oro, y una del mismo diámetro y pulido en su superficie, pero de madera, caer ambas desde una torre exactamente a la misma velocidad creciente, con la misma aceleración, g=9.81 m/s2, no tengo nada que «creer»: Afirmo que la gravedad es la misma para ambas sin que intervenga nada que tenga que ver con la «fé».

En la ciencia no «creemos», medimos.  Las personas que no miden pueden aceptar o no lo que los científicos han medido, pero no tienen que creer nada. Si repiten el experimento y ven que funciona, pueden aceptarlo, si ven que no funciona, pueden rechazarlo, pero eso no tiene nada que ver con las creencias.

El autor analiza el rechazo de muchas personas a los alimentos modificados genéticamente actuando directamente sobre los genes en vez de cruzando una y otra vez ejemplares de las especies, como hemos hecho desde hace 8000 años con las plantas y los animales, por ejemplo, perros, vacas y caballos.  El rechazo surge del miedo, pero del miedo ¿a qué?

Imaginemos una tribu de homo sapiens en la sabana africana. Cerca de ellos hay una serie de colinas que los separan de otras tierras. Unos miembros de la tribu son incapaces de subir a las montañas a ver que hay detrás: Piensan, sin razón, que detrás hay Godzillas que les van a matar mas de lo que les matan leopardos y hienas en el valle donde están.  Algunos (muy pocos) miembros de la tribu carecen de miedo, aunque tienen imaginación. Pueden imaginar godzillas, pero también otros valles llenos de riqueza y tranquilidad. Suben las colinas y ven cumplidas sus expectativas.  El miedo de unos a lo nuevo era injustificado, lo mismo que injustificado era el querer quedarse allí donde la vida era realmente peligrosa.

Las mentes humanas trabajan utilizando matrices grabadas de manera inconsciente. Por ejemplo, a un romano de la época de Escipión nunca se le hubiese ocurrido que los romanos pudiesen rendirse ante Aníbal. Sencillamente, la no rendición era una matriz fija en las mentes romanas. De la misma manera,  durante unos 4000 años nadie en el planeta podía pensar que los jefes fueran responsables ante los súbditos: la matriz mental era la del derecho divino de los jefes, y la de su responsabilidad exclusiva ante los dioses y no ante los seres humanos.

Es importante notar que hasta hoy los científicos y los eruditos no han tenido en cuenta estas matrices de manera explícita. Como mucho han aparecido en algunos libros de ciencia-ficción, como si no fueran la esencia de los problemas que experimentamos las personas de este planeta.

En el libro de la colección «Historia de Europa Oxford» correspondiente al siglo XVIII se concluye la exposición con un trabajo de T.C.W. Blanning , profesor de Historia Moderna de la Universidad de Cambridge, y en estas 7 páginas de conclusión este historiador no es capaz de señalar que le Revolución Francesa fue una autentica revolución del pensamiento humano. Se entretiene en hacer notar que la economía, el arte, el gobierno tras los años turbulentos de Napoleón, siguieron en el siglo XIX igual que en los siglos anteriores y no es capaz de darse cuenta de que había habido un cambio radical, y ese cambio era que a partir de 1789 ya ningún »jefe», ni siquiera en China (salvo la locura islamista) puede decir que su mandato deriva de una orden divina y que él solamente es responsable ante, realmente, nadie.

La matriz mental había cambiado. Los cambios prácticos tardaría décadas o siglos, pero la forma de pensar ya no podía volver nunca a la irresponsabilidad del gobernante.

De la misma manera, la matriz mental que asignaba a fuerzas ignotas (ángeles, demonios, dioses) los eventos de la naturaleza desapareció para siempre con los trabajos de Galileo. a partir de entonces la naturaleza no es el capricho de seres desconocidos sino que sigue reglas fijas y racionales.

La gente desconoce casi todo, y no quiere aprender. El saber no ocupa lugar, ni exige un tiempo exagerado. Se aprende en los viajes en tren, en coche, en avión, se aprende hasta en la compra, mirando los pescados, los filetes. Basta con ver todo lo que nos rodea, escuchar todo lo que nos llega a los oídos, preguntarse siempre ¿Por qué? ¿Cómo?

Ayer esta haciendo un »examen» (Ejercicio de Grado, en lenguaje correcto) a unos alumnos de Arquitectura, que tienen que estudiar algo de física para saber la razón por la cual las casas no se caen. Una parte del ejercicio era diseñar una pared aislante al calor, y ellos debían seleccionar los espesores de los muros y de los vidrios de las ventanas.

¡ No tenían ni la más remota idea de cuanto medía un ladrillo o cual es el espesor normal de un vidrio !

De la misma manera es difícil entender cómo la gran mayoría de las personas de este mundo no tienen alguna sospecha de cómo les llega la televisión a casa o las palabras al móvil. No lo piensan siquiera, pero si algún día lo pensaran, sería para esa gran, inmensa, mayoría cosa de absoluta magia.

Y sin embargo conocer casi todo lo que ocurre y cómo ocurre en este mundo es algo relativamente sencillo que no exige mucho tiempo, o al menos no mas tiempo que el que se pierde habitualmente en actividades o ausencia de actividades a lo largo del día.  Hasta el hacer ejercicio, hasta el jugar a fútbol o al baloncesto, ir en moto o nadar nos enseña cosas sobre el mundo: El impulso de la bota al balón, el efecto Magnus de giro del balón, la necesidad de no pensar al tirar la bola al cesto, como se tiene que tumbar la moto si la queremos girar a alta velocidad o como nos impulsamos dentro de un fluido al nadar.

Pasear por las calles es aprender arquitectura, y por los campos, botánica y zoología, aprendemos que las águilas vuelen de forma distinta a las palomas o los gorriones, etc., etc.

Si uno lo hace así, inmediatamente acepta la ciencia y lo que esta le enseña.

¿Cual es la razón para el rechazo de las ideas científicas?

El ansia de ignorancia. El deseo de que haya algo que »no podemos conocer», el ansia de anular la acción individual y substituirla por la de entes ignotos, que por definición son irresponsables.

En definitiva: El rechazo de la responsabilidad de cada persona sobre sus actos, pensamientos y decisiones. Si conoces, eres responsable; si lo ignoras todo, la responsabilidad es de otros.  Una considerable mayoría de personas prefiere dejar la responsabilidad a imaginarios entes superiores.

El rechazo a la ciencia es el rechazo de la responsabilidad.

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