LA SITUACIÓN DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA
La situación de la Universidad española
Este es el relato de un profesor de física que lleva 62 años dentro de la universidad, pues ya nació en una familia universitaria (de letras) y está rodeado de universitarios por todos los costados. No es una descripción con miles de datos. En la física sabemos, desde Tycho Brahe, que los datos a priori justifican elegir una hipótesis y su contraria. Hay datos, pero los datos deben analizarse para que adquieran utilidad.
La sociedad precisa de conocimientos de muchos tipos, pero si queremos avanzar, por ejemplo, de letrinas comunales a baños individuales, de curas de sanadores a medicina nuclear, necesitamos buscar los recovecos de la naturaleza. Para esta búsqueda es para lo que se establecieron las universidades.
De la historia del conocimiento se aprende que el descubrimiento de nuevas soluciones no depende del número de estudiantes que las buscan. Casi al revés: Cuando el número es alto, se suelen encontrar desarrollos de soluciones antiguas, y se suele aplastar cualquier iniciativa innovadora. Cuando el empleo depende del número de artículos publicados, es aconsejable elegir como tema de investigación algo ya casi hecho, mejor que embarcarse en la aventura sin garantías de buscar lo ignoto.
Si se mide el resultado perseguido no por los descubrimientos nuevos que realicen los estudiantes universitarios, sino por el diploma de unos conocimientos estándar y unos avances incrementales y no radicales en lo que sabemos de la naturaleza (y una parte de ella, la sociedad), entonces es quizás útil medir el rendimiento de la inversión por el cociente número de diplomas/dinero invertido o número de diplomas/profesores: La ratio.
En este sentido podemos considerar otras universidades en el mundo, para comparar con las españolas. En Europa, dos universidades, o escuelas de muy alta cualificación tienen una ratio de alrededor de 4: La Ecole Polytechnique y la Ecole Normale de Paris. En los EEUU, las universidades que marcan la pauta tienen rationes de 4 a 8: Caltech, Stanford, MIT, Yale, con tamaños de alrededor de 6000 alumnos. Otras universidades elegidas por muchos estudiantes, de tamaños medios, tienen rationes de alrededor de 12. Las universidades americanas más grandes, de tamaños de entre 20.000 y 30.000 alumnos tienen rationes de alrededor de 18.
Las 70 universidades españolas tienen rationes en el entorno de 11. Pero hay una diferencia: En las universidades americanas de ratio 4, el porcentaje de admisión es de un 15%. En las de ratio 12, el porcentaje de admisiones es del 40% y sube al 60% en las de ratio 18. En España el porcentaje de admisiones es del 80%. Allí entran a estudiar los ‘mejores’, aquí el esfuerzo del profesor se diluye sin remedio.
En la época de Cisneros, cuando las universidades preparaban a los gestores de los estados para su profesión, el lenguaje común era el latín. Hoy día el lenguaje común es el inglés. En España los alumnos de entre 10 y 18 años han dado, cuando acceden a la universidad, 8 años de idioma inglés. Pues bien: En las ofertas de impartición de clases en inglés, en los años pasados, de 100 alumnos, 4 solicitaban esas clases.
Entre los profesores, y sin la menor pretensión de exhaustividad, ni de representatividad (mi caso puede ser una fluctuación excepcional en un conjunto completamente distinto) podemos decir que la proporción de aquellos que pueden impartir un curso completo en inglés puede ser de un 10%. De hecho hay muchos de nuestros políticos que, siendo catedráticos de universidad, no pueden interaccionar con sus colegas europeos o norteamericanos, o asiáticos, por sus problemas con la lengua común.
Hasta tal punto es esto así que desde los negociados de planes de estudio se sugiere que no se califiquen asignaturas como ‘impartidas exclusivamente en inglés’ si se quiere conseguir una matrícula razonable (para la administración universitaria).
Se habla de ‘endogamia’ en las universidades españolas, queriendo decir que los alumnos que han empezado en una de ellas acceden a un puesto fijo en la misma, y esto se considera mal, sin dar razones de la cualificación moral. Se dice que los tribunales de acceso a plazas fijas en las universidades los nombra la propia universidad para garantizar que la plaza se ocupe por el candidato de aquella.
Siendo ésto así, y siendo éste el sistema internacional, ¿cual es la razón de que ocurra y la razón por la cual se ve mal?
Crear un equipo de investigación es una labor penosa. Exige muchísimo tiempo, y la creación de confianza de unos con otros. Esto no es un problema si el equipo se disgrega pero puede seguir trabajando en universidades distintas. Ahora bien: En España los proyectos de investigación se conceden, en cierta medida, a las universidades, representadas por profesores, de manera que si los equipos se disgregan, es difícil conseguir que los proyectos sigan funcionando.
Adicionalmente existe el siguiente problema, que me ocurrió a mi personalmente: En un cierto momento se me ofreció, por el ministerio, montar un instituto de investigación lejos de Madrid. Dije que estaba dispuesto, pero que me tenía que llevar a mi equipo, pues lo que no podía era deshacer un trabajo de años. Ahí murió la propuesta. De manera que endogamia y la vida entera en Alcalá. El asunto es que el trabajo de unos años no se puede romper en unos días.
Los laboratorios en distintas universidades no son compatibles, y pocas universidades ofrecen incentivos para atraer profesores de fuera. Incentivos, laboratorios, equipos: Todo ésto exige dinero, una inversión rentable, pero que las universidades no saben, quieren o pueden cuantificar. Si los que pagan, que son los alumnos, no prefieren unas universidades u otras por la clase y calidad de la investigación, sino por la proximidad a su domicilio, y las agencias de financiación de la investigación no financian a equipos independientes de las universidades, el palo y la zanahoria fuerzan a que los profesores se queden en sus lugares de origen.
A ésto se añade la estructura social española. En nuestro país es muy difícil vender una casa, y los salarios son adecuados si trabajan los dos miembros de una pareja. Mudarse de universidad significa mudar a dos personas. Si mudar una es difícil, mudar a dos es imposible. La universidad se adapta a los esquemas sociales en donde esta integrada.
Nos queda el problema de la actividad docente e investigadora del profesorado universitario. Voy a poner mi caso, como típico (o quizás atípico, los lectores dirán). Tengo que impartir 240 horas de clase anuales, con 240 horas de tutoría: Eso son 3 horas diarias de atención a los alumnos mas las horas necesarias para preparar las clases. Tengo 5 asignaturas diferentes, y la asistencia a algunos laboratorios de prácticas.
En la universidad se insiste para que realicemos investigación. Pero solo se insiste. Si no se quiere investigar, no pasa nada. Por 6 años de investigación, y si lo tiene a bien un comité anónimo, con criterios muy distintos de si se juzga la investigación en física o en derecho, se pagan, tras esos 6 años, 150 euros brutos adicionales al mes. De los proyectos de investigación conseguidos en concursos altamente competitivos, ya sean convocados por la Secretaría d Estado de Investigación, o la Unión Europea, el investigador puede cobrar 2000 euros anuales brutos, 166,66 euros mensuales brutos, por dirigir un proyecto que puede implicar coordinar equipos de 40 investigadores y presupuestos de 400.000 euros. Parte importante del tiempo de un investigador se dedica a preparar proyectos para las distintas convocatorias anuales, pues es la única manera de que los jóvenes científicos consigan algo de dinero para trabajar en la Universidad. El 70% del dinero de los proyectos es para contratos de trabajo de estos jóvenes científicos, contratos que hay que valorar, por ley, en al menos 25.000 euros anuales. En buscar proyectos se puede ir una hora al día.
Al menos una hora al día hay que realizar burocracia: Asistencia a reuniones de coordinación, rellenar encuestas, programas ‘Verifica’ con los que el ministerio quiere conocer que competencias, actitudes y aptitudes se mantienen en clase, aunque casi nunca que conocimientos se imparten. Puesto que hay muy poco personal de administración (Un administrativo para 36 profesores) una parte considerable de la administración necesaria (poner notas, escribir los ejercicios de clase, hacer cuentas de los proyectos, resolver situaciones personales de los miembros del equipo, …) las hace el profesor. En esto digamos que se emplea otra hora al día y ya llevamos unas seis horas.
Nos quedan 2 horas de unas ocho horas legales de trabajo. Puesto que suponemos que en algún momento se ha conseguido alguno de los proyectos de investigación a que he hecho referencia más arriba, hay que producir resultados, y la investigación no es una producción automática de tipo fabril. Puesto que por lo general los resultados ‘no salen’, hay que echar más horas.
Yo trabajo en temas universitarios unas 72 horas semanales. Para estar al día en lo que se publica en mi campo suelo leer en la cama o al levantarme de madrugada.
Y todo esto, porque quiero. Obligatorio en la universidad es dar las clases, bien, mal o regular. Si no se quiere implantar asignaturas nuevas, modernas, se libera uno de los ‘Verifica’. Si no se quiere investigar, se pierden unos euros al mes, pero se disfruta de la vida. Si no se quiere hacer burocracia, se dejan pasar los días.
Es quizás este el peor aspecto de la universidad española. La falta absoluta de estímulo positivo (zanahoria) o negativo (palo). Se han hecho intentos de mejorar ésto, pero han sido fallidos, pues no parten de los axiomas correctos.
El primer axioma es el objetivo de la universidad. Si el objetivo es enseñar algo estándar y obsoleto, con dar unas clases rutinarias se sale del asunto. Si no hay estímulo para buscar proyectos de investigación, o una vez conseguidos, para que la investigación sea innovadora, que busque nuevos paradigmas en vez de rellenar detalles, pocos profesores se dedicarán a ello.
Si los alumnos no demandan clases en inglés, ¿Para que esforzarse en hablar un inglés perfecto?
Si los alumnos no demandan los últimos conocimientos de la ciencia, ¿Para que esforzarse en producirlos?
Si la universidad trata por igual al que investiga y al que no lo hace, si el premio por 6 años de trabajo son 150 euros brutos al mes o quitar una o dos horas semanales de clase, ¿Para qué molestarse?
Y la solución no puede ser negativa. A un mecánico se puede exigir un número de motores finalizados al día. Es imposible exigir a un investigador que descubra la fusión fría de aquí a seis meses, y si no a la calle. Se va a la calle sin esforzarse en ello. Al menos se ahorra seis meses de trabajo.
La solución es otra. La solución es crear un ambiente de estímulo social y de rechazo ante el que no se esfuerza. La solución es la oferta de dinero de verdad por los logros, y más importante, sentir que la empresa en la que se trabaja, la universidad, aprecia el esfuerzo realizado: Que es la universidad la que busca contratos y proyectos, que es la universidad la que acoge con entusiasmo las propuestas del investigador, que la respuesta las propuestas presentadas es ‘Me parece interesante, vamos a intentarlo’, en vez de ‘Esto ya esta decidido, siga usted las normas generales que le hemos enviado’. Aquello ocurre en cierta medida en la Universidad de Alcalá y es muy de agradecer.
La frustración entre los profesores alcanza cotas muy elevadas en la universidad española. En un curso de 240 horas de tutorías, he tenido unas 10 horas de consultas. Mi impresión es que a mis alumnos lo que les enseño les interesa un pimiento. En vez de venir a las horas de tutoría, los alumnos, que no pagan la matrícula, pagan academias que les dan reglas mecánicas para resolver los problemas propuestos. En las tutorías les exijo que piensen, en las academias, les dan la chuleta para el examen. Deprimente. Sin exigencia del cliente no hay estimulo del profesor.
Cuando tras el esfuerzo que representa conseguir un proyecto y realizarlo, uno ve que su situación es la misma que el compañero que no se ha esforzado en ello, decaen las ganas de hacerlo de nuevo.
Conseguir una universidad ‘puntera’ , en la que quieran matricularse alumnos chinos, indios y brasileños, ucranianos, alemanes y estadounidenses, en disciplinas de Lengua Española y de Mecánica de Fluidos, por ejemplo, porque les vale la pena el esfuerzo económico que tienen que realizar, pasa por aceptar estos tres axiomas, radicalmente nuevos:
A) La universidad española existe para generar e impartir los conocimientos más nuevos y radicales en cada momento de su vida
B) El ambiente de trabajo es uno de exigencia total por parte de los alumnos de materias de ultimo momento, de entrega total al estudio por parte de esos alumnos, de asistencia a clase y a las tutorias, en idioma ingles obligatorio.
C) La universidad estimula, aprecia, pide y apoya, las ideas de los profesores en cuanto a proyectos y contratos de investigación, de manera que todo sea ‘Le apoyo, qué necesita que se lo proporcionamos, le buscamos contratos, y claro le exigimos resultados’
Si no se hace esto, se opta por una universidad que se quiere, axiomáticamente, mediocre. Los profesores, y los alumnos, que asimilan prestamente el mensaje, se ajustan a ello y crean, unos y otros, una universidad mediocre, como son algunas de las que tenemos.
Cambiar rationes, agrupar universidades, castigar sin premiar, reducir sueldos y competencias, dar becas sin exigir el óptimo, etc. etc. etc. , sin cambiar los axiomas, es seguir tirando el dinero de los ciudadanos españoles.