Cambio de Paradigma en las mentes humanas
Los seres humanos somos animales que vivimos en grupos y ese vivir social genera una dialéctica hegeliana entre las órdenes genéticas de supremacía individual, y el reconocimiento memético-cultural de la supervivencia de los grupos fuera de los cuales es imposible la reproducción de los genes que nos usan de vehículos.
Durante 200 años hemos exagerado, en unas sociedades, los rasgos genéticos, en otras los meméticos, pero incluso en las sociedades más individualistas se demanda el consenso como una garantía de corrección.
La historia nos dice que el ‘consenso’ es la garantía del error, mantenido durante siglos y milenios. El ‘consenso’ entre los calvinistas llevo a la muerte a Servet, el ‘consenso’ entre los católicos a la de Bruno. El ‘consenso’ mantuvo la teoría geocéntrica durante siglos y rechazó, durante décadas, la teoría atómica cuántica de Boltzmann. Hoy el ‘consenso’ entre científicos busca místicas materia y energía obscuras en vez de replantearse las ideas sobre el universo.
La gran revolución de Galileo fue la eliminación del ‘consenso’, y su substitución por la medida. Un ejemplo de que su esquema mental (que debería de ser el de la ciencia) no se termina de aceptar lo acabamos de ver en el Congreso de los Diputados la semana pasada, cuando a pesar de la medida del desastre económico en que está sumida España, el ‘consenso’ entre socialistas y pp-eros sigue manteniendo que todo se hizo perfectamente. Es mantener que la piedra dejada caer desde el mástil del barco llega al puente lejos el pie de ese mástil, porque el ‘consenso’ social es claro: La piedra cae y mientras tanto el barco avanza.
La revolución de Galileo elimina el ‘consenso’ social entre científicos, lo mismo que elimina ese ‘consenso’ entre las personas del resto de la sociedad, y lo substituye por la medida que puede realizar cada persona individual. Ante el ‘consenso’ de la sociedad como un todo, basta con dejar caer una bola pesada y pulida desde el mástil para comprobar que llega al puente exactamente a la misma distancia del mástil desde donde se dejó caer.
De la misma manera ocurre con el cambio climático: Basta con medir, cada persona individualmente, las temperaturas en su región, o analizar, también individualmente, los registros de temperaturas que están disponibles en todos los centros meteorológicos del mundo: Basta con entrar en ellos y bajar los datos al ordenador personal.
Un científico, que durante años ha rechazado la idea del calentamiento global, Richard A. Muller, ha desarrollado un análisis exhaustivo de los datos de la temperatura superficial del planeta, solo para verse atacado porque no ha publicado sus resultados tras el filtro del ‘peer review’ es decir, del ‘consenso’ con otros científicos.
El »peer review» es una de las tomaduras de pelo del siglo XX y del comienzo del siglo XXI. Es exactamente el mismo análisis entre científicos que se realizó por los científicos jesuitas de la Roma del siglo XVII, ‘peers’ de Galileo y que rechazaron sus descubrimientos, para defender la ciencia oficial.
Aun así, estos científicos de hoy son un tanto bordes. Cuando Nansen decidió tratar de llegar al Polo Norte, la cubierta de hielo del Océano Ártico era gruesa e impasable. Hoy los barcos llegan a ese Polo Norte todos los Agostos. Hoy el deshielo del Ártico es un hecho, como lo es el deshielo de los glaciares americanos, alpinos y asiáticos. Es algo que cualquier persona individual puede ver, e incluso en España, sin más que desplazarse al Pirineo. Pues bien: He preguntado a Muller sobre este deshielo y me ha contestado: »No he hecho los análisis», lo mismo que el Cardenal Bellarmino dice a Galileo: »Lo que sé del universo me dice que es el Sol el que da vueltas en torno a la Tierra». El ‘peer review’ decidió rechazar la publicación del libro de Galileo. ¡¡Bien por los ‘peer reviews’!!
Las personas individuales, sin embargo, midieron, y cada una, sin ‘consenso’, llego a la conclusión de que lo que decía Galileo era correcto.
De la misma manera ocurre con otro sistema complejo: La economía, en la cual los émulos de Bellarmino, ante la evidencia de su deterioro, que cualquier persona individual puede constatar, insisten en afirmar que sus teorías, de equilibrio, de interacción entre dos agentes perfectamente informados, y demás axiomas, son correctas.
De la misma manera, hoy un Sr. de Valencia dice que no hay rescate para su región, y los políticos españoles siguen pidiendo a los pecheros que paguen la fiesta, aunque la evidencia dice que es esa fiesta la que esta arruinando a los ciudadanos.
Y no solo a los españoles: Los EEUU no levanta cabeza, los bancos alemanes empiezan a tambalearse, la Peugeot de Francia esta casi en bancarrota, China en realidad ha dejado de crecer (a pesar de las cifras oficiales).
Lo que falla, en la economía, como en la ciencia de hoy, es el paradigma que ambas utilizan. En la ciencia física, es el paradigma del determinismo, de las ecuaciones lineales, la consideración del caos como algo entretenido y marginal, y el rechazo de los sistemas complejos, que se consideran curiosidades ingenieriles sin cabida en una ciencia que predice un par de cosas con enorme precisión, pero que necesita un sinfín de aproximaciones para reconciliarse con la realidad.
En la economía, ante un sistema evidentemente fuera del equilibrio, no lineal e incierto, se sigue manteniendo el dogma neo-liberal y la idea del crecimiento cuantitativo, que ha fallado, y está fallando en todos los lugares del globo.
Estos paradigmas derivan, todos, del esquema de dogmas que se impuso en el exilio de Babilonia entre los judíos, y que se transfirió sin cambios al cristianismo y al islam, y que paralelamente se impuso en el budismo oriental y en la cultura de los antepasados de China: La idea de que hay verdades reveladas que son inmutables, y que se alcanzan en ciertos momentos de la historia. Esto ocurrió con el Excmo. Sr. Presidente, Sr. Rodríguez Zapatero, que creyó firmemente que se había alcanzado el paraíso socialista y es la idea fija de los Sres. Adelson (cuyo negocio es la mentira del juego) y Romney, que cree, firmemente, en el paraíso neo-liberal.
La realidad es muy otra: No existen verdades reveladas, ni verdades fijas, ni siquiera en la física, en donde todas las mañanas es conveniente volver a comprobar que las leyes de Newton siguen siendo válidas. Entre muchos, casi el 99.9999…..% de los físicos, se considera que la relatividad y la mecánica cuántica, la expansión del universo y el BigBang, son dogmas inmutables. Pero también Planck mantenía como dogma inmutable la naturaleza contínua de la interacción ondas electromagnéticas-materia, y solo, cómo Muller, aceptó (a regañadientes) la realidad cuántica de la interacción forzado por –sus– propias medidas.
La realidad es la incertidumbre, la revisión constante de nuestras ideas, de nuestros axiomas y postulados, la mecánica estadística, la idea de que los sistemas físicos y sociales son fluidos cambiantes, cuyo flujo está determinado por unas condiciones de contorno que ellos mismos cambian con su propia evolución.
Podemos vivir en la incertidumbre, porque vivimos en ella, y tenemos herramientas poderosas para su análisis y control, pero lo que no podemos, nunca, es negarla y ajustar nuestra vida a mentiras inmutables que fracasan constantemente en la historia del Universo.