¿Una ciencia nueva?

Es perfectamente sabido que las épocas de crisis son las épocas en las cuales se puede innovar. Durante las épocas de bonanza los ‘bosses’ mantienen sus doctrinas, haciendo asumir a los alumnos (y a la población en general) que así son las cosas, que así se hacen. Es el mismo argumento que el de las picaduras de serpiente causadas por las fases de la luna: El aumento de picaduras puede ser -concomitante- con esas fases, sobre todo por la ausencia o presencia de luz, pero la posición de la Luna no -causa- las picaduras de serpiente.

En un mundo que no acaba de quitarse de encima la genética, es decir, las ganas de mandar, de imponer los criterios, el que alguien domine una técnica, una doctrina, le hace querer rechazar las demás para mantener la suya, no porque existan pruebas en el laboratorio de que sea cierta, sino porque es la que ella o él domina.

Es una ilusión, como la de los Reyes Magos, pero quizás en esta época de crisis (que se va a prolongar muchísimo, pues la energía que podemos recuperar hoy no es la que necesitamos para que 7000 millones de personas vivan como hemos vivido los occidentales durante 30 años) podamos superar los impulsos genéticos tribales y sobreponer a ellos la razón, la cultura, frente al impulso animal de ‘quítate tú para que me ponga yo’.

En el dominio de la ciencia, ¿Cómo podría ser una ciencia nueva??

En primer lugar, la nueva ciencia debería ser, ante todo, evolutiva: Es decir, los científicos deberían renunciar a las teorías del todo, a las teorías finales, al equivalente de los dogmas revelados. No hay ciencia final, y siempre descubrimos fenómenos nuevos. Las teorías del todo que propone gente cómo Hawking, son engañifas mentales que debemos rechazar.  La historia de la ciencia enseña, para los que quieren aprender, que no hay teorías finales.

Una de las preguntas que me hago yo siempre es por qué una cierta revelación, obtenida en secreto en Arabia en el siglo VI, o en Nueva York en 1820, es la verdad final. ¿Que argumentos hay para ello? Que distingue al año 1820 de 1821?  En la ciencia, Tycho Brahe ‘sabía’ que su teoría era la correcta, hasta que llegó Kepler. La ciencia de Newton y Laplace era la correcta, hasta que llegó Einstein. La teoría de Maxwell de la radación electromagnética era la correcta, hasta que Planck y Einstein descubrieron que las cargas aceleradas no radian.

Si ésto es así, ¿Por qué ha de ser la mecánica cuántica de Schroedinger y Dirac, de Feynman y Schwinger, de Gell-Mann y colegas la teoría correcta, y no una proximacion más a la realidad?

De la misma manera, la teoría de los genes es correcta, pero no la última palabra, y la teoría de Darwin es seguro que se mejorará. Lo mismo ocurre con todas las teorías estáticas que describen al sistema complejo que es la sociedad, con todas las teorías ecoómicas lineales que aun nos gobiernan hoy.

La nueva ciencia debe poder ir cambiando sus postulados, sus leyes, según van apareciendo nuevos datos.

Por otro lado, la nueva ciencia debería resolver todas sus cuestiones. Pongamos tres ejemplos, del campo de la física. El problema de la turbulencia se planteó hace ya 150 años. No conseguimos resolverlo con el paradigma científico que tenemos, con el bagaje intelectual de que nos hemos dotado. En la mecánica cuántica, Schroedinger se propuso resolver el problema de las órbitas del átomo de hidrógeno. No lo resolvió, pero los científicos se declararon satisfechos con el reconocimiento de su incapacidad para hacerlo. ¿Qué ciencia es aquella que rechaza las preguntas?

Si yo pregunto ¿cómo es el movimiento del electrón en la órbita fundamental en torno al protón en el átomo de hidrógeno? se me responde: El electrón no se mueve, es una ????? que está por ahí. ¡Calla niño, esas preguntas no se hacen! Pero yo hago la pregunta y ¡no la encuentro en ningún texto, en nigún artículo! ¿es eso ciencia?

En cosmología, las órbitas de tres cuerpos de masas similares pero no iguales, sometidos a la interacción gravitatoria mútua, es un problema sin resolver: La ciencia se siente satisfecha reconociendo su incapacidad. Incluso en el caso inmensamente sencillo de 2 (¡dos!) péndulos de longitudes y masas diferentes, pero acoplados (uno cuelga del otro), no tenemos solución para las ecuaciones. Y la ciencia deja este problema para buscar otros. En los libros de texto son escasísimos los problemas realmente difíciles que, no se resuelven, sino que ni siquiera se exponen.

La ciencia, orgullosa de sus capacidades, corre un tupido velo sobre sus ignorancias.

La ciencia nueva debería ser capaz de resolver todos los problemas que se propusiera, sin dejar cuestiones sin resolver en su camino.

La ciencia nueva debería aceptar la realidad de la incertidumbre, no cómo resultado de un esquema místico en la naturaleza, sino como resultado natural y explicable de la interacción de números muy grandes de agentes interaccionando todos con todos entre sí. Como mejor ejemplo, reconociendo que no existe »el átomo de hidrógeno» sino quintillones de átomos de todos los elementos, y que el estudio de lo que ocurre en el interior de un protón es indiferente para entender lo que ocurre cuando un zillón de protones interacciona entre sí.

Esto en la física. En la ciencia económica hoy se está, por fín, analizando el caso de interacciones de millones de agentes entre sí, pero los modelos son aun escasos. Los modelos más habituales siguen aún con la ficción de que lo que interaccionan son dos agentes, ¡racionales! que disponen de toda la información necesaria y que no cambia en el tiempo.

Necesitamos en la ciencia,  como necesitamos en la política, por poner un ejemplo de hoy, abrir las cortinas y enseñar lo que hay en la casa. Solo así podremos avanzar de verdad.

 

 

 

 

 

 

 

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