Un mundo en cambio

Hemos vivido unos 60 años de lujo. Había energía de muy alto rendimiento, y eso permitió satisfacer toda clase de deseos humanos largamente ansiados, y escasamente cumplidos. La sobreabundancia de energía (y el dinero no es más que energía, mírense los árabes, kazajos, tejanos y demás) nos permitió desarrollar la seguridad social, la asistencia médica, las pensiones, y los salarios. A los empresarios no les dolía subir sueldos: Había más donde vender y recuperar esas subidas.

La teoría económica se desarrolló dentro de este marco, y aunque se dice siempre en las primeras líneas de sus textos que es la teoría que enseña a gestionar la escasez, en todos los modelos desde 1950 lo que se estudiado ha sido la abundancia.

La energía barata, de alto rendimiento, se ha terminado.

Tenemos que rediseñar un mundo que ha crecido gracias a ella sobre todo en población,  para una etapa de escasez de energía barata y de alto rendimiento.

Es casi imposible hacerlo pues esto va, no contra incrementos en el desarrollo de los modelos económicos y sociales, sino contra las hipótesis básicas de esos modelos.  La inmensa mayoría de éstos se basan en una idea: crédito, y esta idea, en la noción de que se puede recuperar mañana lo que se gasta hoy.

Hoy, 26 de Noviembre de 2013, un lapsus linguae del Sr. Rajoy, presidente de gobierno de España estos años, lo ha dejado meridianamente claro: Lo que nos ha pedido prestado a los españoles, nos lo devolverá …. el tiempo.

Mientras que la cantidad de petróleo que sacábamos mañana era mayor que la que sacábamos hoy, no había problema con el crédito.  Mientras que en la Inglaterra del siglo XVIII, cuna de la teoría económica moderna, se podía robar (pirateo de barcos y ciudades españolas, esclavos, mercancías de la India, opio en China) mañana más de lo que se robaba hoy, el crédito era la herramienta básica de la teoría económica.

¿Qué pasa cuando lo que ganemos mañana sea menos de lo que estamos ganando hoy?

El determinismo de la física clásica, incluido en él la idea de linealidad en la física del nivel atómico, permitió un nuevo dogma de »progreso». Pero la naturaleza, incluido el nivel  atómico, no es lineal ni determinista, y no hay nada que garantice que mañana tendremos más que hoy. Es posible que así sea, pero no es automático, aunque es la hipótesis básica de partida de todos los modelos económicos al uso.

De hecho, era la hipótesis básica de los Habsburgo españoles: La riqueza americana fluiría de manera constante en cantidades crecientes a lo largo de la historia. No fueron capaces, ni ellos  ni la sociedad en la que vivían, a pesar de varias bancarrotas, de reconocer la realidad: la riqueza se termina si no se crea de manera constante.  El crédito no sirve si no hay producción.

Tres generaciones que han vivido esa realidad de una energía barata y sobreabundante no son capaces ya de asimilar que es preciso cambiar los modelos mentales, la visión del mundo, la Weltanschauung. Pero si hemos aprendido a navegar con un motor bajo nuestras piernas, ya no sabemos navegar utilizando solo la fuerza del viento.

Ante los problemas actuales, como ante la escasez de recursos que debían llegar de América en 1600, el empeñarse en mantener el modelo anterior (que ha funcionado de maravilla, y por eso se ha mantenido) es suicida. El Duque de Lerma, disipando riqueza a manos llenas en actividades ociosas improductivas, y el Conde-Duque, disipando riqueza en guerras evidentemente inútiles e improductivas, se esforzaron en mantener un modelo económico ya caduco, denunciado por los arbitristas,  que llevó a la quiebra de España durante 350 años.

Es preciso cambiar, pero no de energía solar fósil a energía solar actual, no de un modelo económico a otro basado en las mismas hipótesis, no de un Estado de bienestar a otro (jubilación a los 65 o a los 67) etc., etc.

Es preciso replantearse las hipótesis básicas a partir de las cuales hemos desarrollado nuestra visión del mundo, nuestra línea de actuación.

La física debe de ser no lineal e indeterminista a todas las escalas, la biología debe superar el concepto de »gen» y pasar a uno nuevo de »genes interactuantes». La economía debe encontrar su desarrollo bajo otras hipótesis distintas a la del crédito, y es preciso plantearse el Estado del Bienestar no como un derecho inalienable, sino como un logro a reconstruir cada día de la vida de cada persona del planeta.

En la historia ha habido muchos casos de colapso, y todos han ocurrido por la incapacidad de asumir la inevitabilidad de un cambio mental, de un cambio en la visión del mundo.

El imperio romano se creó mediante el saqueo sistemático de los recursos almacenados por otros. Cuando estos recursos se terminaron (como se termina cualquier cosa almacenada y no repuesta a mayor velocidad de su gasto) los romanos no supieron ya que hacer. El colapso del imperio romano vino por una incomprensión radical de un mundo nuevo.

Los mayas habían desarrollado un sistema de producción basado en la abundancia de las lluvias. 70 años de lluvias reducidas llevaron al colapso a una sociedad que fue incapaz de reconocer y aceptar la necesidad de un cambio mental.

La revolución francesa tuvo como causa la inadaptación mental de los aristócratas a un mundo nuevo donde la riqueza derivaba del comercio y la producción, no de los derechos heredados, y la rusa, de la inadaptación mental de los zares a la existencia de hombres libres.  La derrota de la Confederación de los Estados del Sur en la guerra civil americana, se debió a la falta de adaptación mental a un mundo nuevo en el cual el algodón se podía producir en Egipto y los seres humanos rendían más siendo libres que siendo esclavos. El asombro sureño ante la derrota fué un espectáculo mucho más penoso que ésta misma. Realmente sus mentes nunca la asimilaron.

El dominio inglés en la India estaba basado en la ignorancia de los hindúes. En cuanto estos aprendieron, el colapso era seguro.

Y así, todos los colapsos sociales de que tenemos registro.  Lo que falla es la visión del mundo de los grupos de personas que forman una sociedad.

Hoy tenemos que cambiar. Aquí en Europa, en los EEUU, pero también en el resto del mundo.

En España nos estamos resistiendo como se resistieron los vecinos y amigos de Scarlett O’Hara. Realmente no asumimos que tenemos que cambiar. O lo hacemos, o colapsaremos como nos ocurrió en 1665.  Pero también necesita cambiar el resto de Europa.

Los colapsos existen, a pesar de todos aquellos que nos denuncian por apocalípticos a los que los señalamos de forma tranquila y sin aspavientos. Han existido, existen y el actual es altamente probable.

Los podemos detener. Pero tenemos que asumir su existencia y cambiar de manera de ver el mundo.

Lo podemos hacer.

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