Incertidumbre y falsa eficiencia

 

En las décadas pasadas hemos estado dominados por una idea de los economistas ortodoxos sobre la eficiencia de las empresas y los negocios. Pero en sus propuestas nunca se ha tenido en cuenta la inescapable incertidumbre de los sistemas vivos, incluida la sociedad humana. 

Pensemos en una autovía de entrada a una gran ciudad. La autovía tiene 3 o 4 carriles, pero para ser eficiente en su construcción, se ha ahorrado en los arcenes. Los diseñadores, o los licitadores no han tenido en cuenta la incertidumbre del tráfico, los accidentes y las averías. Cuando ocurre algo de esto, ni la policía, ni mucho menos las grúas, pueden acceder con rapidez al lugar del problema. Se produce un atasco kilométrico con un enorme gasto de combustible y de tiempo (a unos 30 euros la hora por persona, un retraso de una hora de 10.000 personas supone 300.000 euros). 

Europa rechazó pensar en la incertidumbre del suministro energético, rechazó el principio de precaución, y varios países se entregaron a un esquema monopolista: Alemania y Austria, al gas ruso, Francia a sus centrales nucleares. En ese sentido, España lo ha hecho mejor: Tenemos energía hidráulica, nuclear, de carbón, y solar (incluyendo en esta la eólica, pues el viento está producido por el sol). Tenemos también gas, pero en este momento es un riesgo. Alemania no consideró que Rusia le podía cortar el suministro de gas, y Francia no consideró que sus centrales nucleares fallasen masivamente al mismo tiempo. Teniendo en cuenta la incertidumbre, se debe aplicar el principio de precaución, y desarrollar sistemas energéticos diversos, capaces, cada uno de sustituir a los demás. ¿Es caro? Sí. Pero es mucho más caro depender del una única fuente de suministros. De la misma manera Occidente se ha hecho dependiente de los chips fabricados en Taiwan. Lo racional hubiese sido tener fábricas equivalentes repartidas por el globo. Se puede decir que no sería “eficiente”, pero ahora vemos que lo que es totalmente ineficiente es tener una única fuente de un producto esencial. 

Alemania decidió, como ha hecho recientemente España, no dedicar recursos a las fuerzas armadas. No era “eficiente”. Ahora vemos la eficiencia de esa decisión. 

En un ejemplo mucho más pequeño, pero mucho más cercano, las ciudades españolas no dedicaron recursos a responder de manera rápida a una gran nevada. No tenían ni sal ni quitanieves. No era “eficiente”. Durante el episodio de Filomena vimos la ineficiencia, incluso económica, de ese razonamiento. Este verano de 2022 hemos asistido impotentes a incendios gigantescos. Como no se ha tenido en cuenta la incertidumbre, y no se ha aplicado el principio de precaución, los bosques estaban llenos de maleza seca, de ramas, y sin cortafuegos. Pero era “ineficiente” tener limpios los bosques. 

Solo en un aspecto reconocen las sociedades modernas la incertidumbre: En el aspecto de la salud, y gastan ingentes cantidades de dinero en servicios médicos públicos, un dinero que se recupera con creces al disponer de una población sana. Adicionalmente, en España, por poner un ejemplo, disponemos de sanidad pública y privada, de manera que si falla una al menos tenemos la otra, siendo difícil que con estructuras diferentes fallen las dos. 

Es esencial, en la vida, reconocer la incertidumbre, y que es imposible eliminarla. Viviríamos muchísimo mejor (por ejemplo, respecto a los atascos de tráfico, y las guerras y otras catástrofes) si así lo hiciésemos. 

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