Divulgación y desinformación – 2
Eggings se plantea: “¿Es el rojo saturado de Vermeer, la piel suave de un melocotón, el crescendo exaltado de una sinfonía de Beethoven la realidad última?” ¿O es una creación imaginaria de los observadores? Según esto, creamos nuestras propias imágenes. Pero creamos las mismas imágenes una cantidad enorme de observadores. Es difícil pensar que todos éstos crean aproximadamente la misma imagen sin una realidad exterior.
Ponemos en una mesa, en dos cajas casi cerradas, que no permiten la visión pero si la introducción de un dedo, un kiwi y al lado un papel de lija. Pedimos a muchas personas elegidas al azar que toquen ambos (sin verlos) y anotamos sus sensaciones.
Ponemos en una mesa, en dos cajas casi cerradas, que no permiten la visión pero si la introducción de un dedo, un melocotón y al lado una pelusa de algodón. Pedimos a muchas personas elegidas al azar que toquen ambos y anotamos su sensaciones.
“El kiwi tiene la misma piel que el papel de lija”. “El melocotón tiene la misma piel que la pelusa de algodón”. Si esto se repite con millones o miles de millones de personas, podemos asumir que no hemos creado la piel del kiwi como rugosa, y la del melocotón como suave, sino que esas dos pieles son distintas y similares a las superficies de otros objetos.
La naturaleza de la piel no la crea cada una de las personas. Estas la perciben, lo mismo que unos electrones se perciben entre sí, no son las cámaras de niebla, o las pantallas cristalinas los que los crean. A Heisenberg, comentando la detección de la trayectoria de electrones en las cámaras de niebla, en donde aquellos solo aparecen como puntos discretos, se le ocurre la genial idea de que los electrones se crean en el punto de condensación y no existen entre puntos de condensación consecutivos, siendo la aparición en línea algo mágico, puesto que si no existen, ¿cómo los desvían los campos magnéticos que controlan las trayectorias?.
Está la historia del árbol en medio de un bosque canadiense, en 1700. El bosque no lo ha recorrido nadie cuyas impresiones o percepciones hayan sido publicadas. Un día un rayo rompe un árbol. El árbol cae. Un mes después un explorador encuentra el árbol roto. Pinta una imagen del mismo en su cuaderno de viaje. Describe el tronco astillado, y las agujas aún verdes, la resina coagulada.
¿Ha creado el explorador ese árbol y su rotura? Otras plantas han detectado la caída del árbol. Los insectos han empezado a colonizarlo. Es decir, otros entes han estado observando ese árbol caído desde el impacto del rayo hasta su visión por el explorador. Este no crea nada, solo hace de notario levantando acta de la caída.
¿Hay alguna diferencia esencial entre el árbol y los electrones en la escala atómica? No aparecen solo cuando un ser humano los observa, pues están observados constantemente unos por otros y por los protones de los átomos entre los que se mueven, que son todos los átomos del universo.
Un electrón no se mueve en un nivel de energía, y pasa a otro cuando se irradia con ondas electromagnéticas (EM) de la frecuencia adecuada para que realice el camino de un nivel a otro. No desaparece de un nivel y se crea en otro, a pesar del formalismo de operadores de destrucción y creación, operadores de los que no se explica su mecanismo ni de donde salen. ¿Existen eternamente esos operadores y en donde? ¿O han sido creados por otros operadores?¿Desaparece el electrón de un nivel y aparece en otro como la falsa magia del garbanzo del cubilete del estafador en la calle? Ha tenido que absorber esa energía oscilante, y por tanto, como carga eléctrica, ha debido oscilar hasta absorber la energía necesaria. Hoy ya tenemos pulsos de luz de attosegundos. Es posible que pronto podamos visualizar esas oscilaciones, que es seguro que ocurren cuando el electrón, en un nivel energético inestable, se mueve como una corriente en un dipolo y radia la energía correspondiente, en unidades discretas o cuantos de energía EM, como paquetes de onda. Denominamos a esos grupos discretos de ondas EM, esas unidades de radiación, fotones.
Tenemos una mesa de billar con bolas de hierro que se repelen entre sí mediante campos eléctricos muy fuertes. Las bolas se iluminan con láser cuya energía es del mismo orden de magnitud que la energía cinética de las bolas y que la energía resultante de las fuerzas eléctricas entre ellas. ¿Desaparece una bola al recibir un cuanto de luz del láser, y aparece en otro lugar con, digamos, el doble de la energía que tenía antes del impacto?