Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en Cádiz y pueblos comarcanos en 1800.En Medinasidonia en 1801. En Málaga en 1803 y en Madrid y varias otras plazas del reino de España en 1804

Autor: Don Juan Manuel de Arejula: Doctor en medicina y cirugía, Médico de cámara honorario del rey y comisionado por las superioridad para dirigir la curación de las epidemias andaluzas en todos estos últimos años. Madrid en la Imprenta Real ,año de 1806

Extracto del texto del autor recogido en el libro “la enfermedad infecciosa desde la ilustración” Libro publicado con motivo de la exposición “la enfermedad infecciosa desde la ilustración” enmarcada en los actos conmemorativos del segundo centenario de la muerte de Carlos III que tuvo lugar en Madrid en 1989. He dejado el castellano antiguo en que fue escrito.

 

Definición

 

La fiebre amarilla es una calentura peraguda, contagiosa, que invade de repente con escalofrios ó frio, dolor de cabeza precisamente hácia la frente y sienes, de lomos, desazon incómoda, ó dolor en la boca superior del estómago, particularmente si se comprime esta parte, gran postracion de fuerzas, sequedad de narices, y falta de saliva para poder escupir.

Apénas hay enfermo de la fiebre amarilla en quien dexen e acompañar á estos síntomas un semblante marchito, y demudado el color roxo de los ojos y rostro, los dolores de las extremidades, principalmente de las inferiores, la mutacion del color de la periferie en amarillento, ó tirando algo al obscuro, y no son raras las náuseas y vómitos biliosos.

Aquel conjunto de señales solo se encuentra en los enfermos de nuestra calentura, y no en otra enfermedad. Quando concurren juntas constituyen la señal patonomónica de nuestra fiebre: separadas son comunes á varios males; y los Médicos podrán por tanto equivocarse en estas importantes decisiones, si no ponen todo cuidado en clasificar sabia y reflexivamente las enfermedades.

 

Aproxima un diagnóstico diferencial

 

Antes de especificar las señales de nuestra fiebre epidémica y contagiosa, es menester advertir que el común de los Médicos confunde esta con la calentura que precede á las viruelas, y mas aun con el resfriado (catarrhus) y la indigestion (dyspepsia ó apepsia): como la calentura variolosa viene acompañada de dolor de cabeza (cephalalgia), de riñones (lumbago), del cardiax, ó boca superior del estómago (gastrodinia), de ganas de vomitar (nausea), de vómitos (vomitus), con los ojos algo ó mucho encendidos casi siempre (ophthalmia), con fiebre (febris), exácerbacion de la calentura al medio dia, y mas ménos sudores; no es mucho que se equivoquen á primera vista los Médicos quando los sugetos enfermos no han tenido viruelas, quando el profesor y paciente no son exáctos, el primero en preguntar, y el segundo en exponer las senales conmemorativas, y mas quando sobreviene la calentura á los niños que no se saben explicar; pero no podrán confundirla, á pesar que todas estas señales se encuentran constantemente en nuestro tifo icterodes, si atienden los Médicos á que en la nuestra las narices estan secas; y aunque la lengua se manifieste húmeda jamas escupen los enfermos, con las demas diferencias, que se deducirán de la exposicion de los signos propios á la calentura amarilla…………

 

CAUSAS

 

Yo estoy muy persuadido que para que esta calentura se actúe y generalice se necesita la concurrencia de una causa remota ó externa, que son los contagios: de la predisponente, que es la disposicion del sugeto, que no habiendo pasado la enfermedad es capaz de contagiarse; y de la estacion del año, que nombro concausa al propósito para que aquellos exerzan su poder, cuyo efecto actuado ó manifiesto en el individuo ocasiona una debilidad considerable y general de todo el sistema nervioso, á lo que los Médicos, tomando el nombre de la lengua griega, han llamado ataxia.

No pretendo por esto negar absolutamente que no pueda manifestarse esta calentura por una causa que debilite el sistema nervioso, como lo efectúan los contagios; pero estoy creido, que la que ha hecho tantos estragos en estos últimos años se ha propagado por aquellos, á lo que ha contribuido muchísimo la estacion cálida y seca del estío y otoño, que tenia los sugetos dispuestos de modo que se contagiaban por leve que fuera la causa externa.

 

DIFERENCIAS

 

Los Profesores del arte de curar han visto que en el principio de esta fiebre los enfermos manifestaban alguna fuerza en su pulso, la que decaia á poco tiempo con abatimiento notable de las fuerzas; y finalmente que, quando la enfermedad terminaba trágicamente, le acompañaba el vómito negro, ó las deposiciones ventrales obscuras, la convulsion, frialdad marmórea de extremos, sangre por la boca, ó alguno ó muchos de los signos que constituirán los irregulares ó anómalos de esta calentura.

Esto ha dado lugar á que los Médicos hayan distinguido en esta enfermedad tres períodos; pero como algunas veces empieza el mal por el segundo ó tercero, y como el tiempo que corre cada uno de ellos es muy incierto, la division, respecto de su duracion, no la hallo yo la mas bien arreglada.

Aun siguiendo esta misma idea, yo preferiría decir que la calentura amarilla tiene quatro estado ó períodos: L° el del contagio: 2.° el de invasion, que es quando se manifiestan las señales de este, y se encuentra al enfermo con algunas fuerzas: suele durar de treinta y seis á quarenta y ocho horas: 3.° el de estado, quando decaen conocidamente las fuerzas y el pulso: su duracion, poco mas ó ménos, es igual al segundo; y finalmente el 4.° ó de declinacion, que es quando se muestran las señales de la mayor disolucion y último abatimiento de fuerzas, y que arrastra á los enfermos hácia el sepulcro.

Si la enfermedad termina en salud se encontrarán siempre los dos primeros, y luego el alivio del paciente constituirá el tercero; y la cesacion de la calentura, con todos los síntomas que indican el restablecimiento de la salud, será el quarto y satisfactorio período para el enfermo y el Médico: puede tambien correr los tres primeros, y luego restituirse el paciente al estado de salud.

Suelen manifestarse en los enfermos durante esta terrible calentura los continuos vómitos de bilis, de atrabilis ó sangre, la convulsion, la cardialgia, la hemorragia, los sudores coliquativos, el síncope, el frio marmóreo, y deducir de aquí otras tantas divisiones de calentura amarilla, colérica, atrabiliaria, convulsiva, cardiálgica, diaforética, sincóptica, álgida… Pero estas distinciones son puramente escolásticas, y ni influyen para la curacion, ni nos dan una gran luz para el acierto en la práctica, porque se presentan inmediatos á la muerte, y en el tercer período ó quarto de la calentura.

Fué comun el caer toda una familia levemente enferma, de modo que se curaban fácilmente todos, sin notarse en ellos síntoma alguno grave, miéntras que en otras perecian todos ó casi todos los de ella del modo mas lastimoso; en algunos salia como un sarpullido ú otra erupcion semejante, y en otras nada se apercibia; esto podría darnos lugar á dividir nuestra calentura contagiosa en benigna y maligna; en calentura con erupcion ó sin ella; pero como se nos morian los enfermos con las mas lisonjeras señales, y sanaban muchas veces con las malas, no se puede en rigor hacer division alguna cierta que nos procure conocidas ventajas en el pronóstico, y para el buen éxito de su curacion.

 

También se piensa en una vacuna contra la fiebre amarilla

 

Desde que noté que había familias, que pasaban ligeramente el mal, y otras en que se morian los mas, me pareció que seria útil se inocularan los sugetos yendo á las casas de las primeras; pues no estaba cierto si consistiria en la naturaleza de ellas mismas, ó provendria del grado de malignidad de la enfermedad del contagiante. Un conocido mío, que me oyó hablar muchas veces sobre el particular, supo que varios de los de su casa, que se hallaban en Puerto Real, habian tenido la calentura muy benigna, y que en aquel tiempo se encontraba un hijo suyo enfermo; se fué á Puerto Real, se metió con él en la cama, logró contagiarse; pero murió al sexto día de su enfermedad, y al noveno de haberse acostado con su hijo, que curó. Despues de este caso no sé que ninguno haya tentado la inoculacion, ni yo me he atrevido  a aconsejarla en una enfermedad tan grave, por miles razones que omito.

 

 

 

Isabel Méndez Navas Socióloga Salubrista

 

 

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