Salud Pública y Biopolítica (6): La alianza entre Medicina Social, Regeneracionismo y Eugenesia en España

Por Javier Segura del Pozo

Médico salubrista

 

La medicina social en España habría tenido un desarrollo muy pegado a las teorias de la degeneración, a la eugenesia y a la corriente ideológica del regeneracionismo y el krausismo. Salvo interesantes excepciones, en nuestro país fue una disciplina claramente al servicio de la burguesía, de su ideología  y de sus miedos asociados al proceso de industrialización, urbanización y decadencia politica y social de España. Buscó el disciplinamiento de la clase trabajadora mediante la enseñanza, la religión y la moralización, más que el cambio de las situaciones estructurales origen de las “enfermedades sociales”. Para ilustrarlo, nos valdremos de trabajos de historiadores de la medicina, como Esteban Rodríguez Ocaña y otros autores, y especialmente del  texto sobre “El nacimiento de la Biopolítica en España” del filósofo Francisco Vázquez García, repetidas veces citado en esta serie.

 

Cartel de la película «Raza. Espíritu de una raza» de José Luis Sáez de Heredia (1942), cuyo guionista fue Francisco Franco, bajo el seudónimo de Jaime de Andrade

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 Esta entrega es la continuación de otros artículos de nuestra serie de “Salud Pública y Biopolítica”, algunos anteriormente aparecidos y otros que verán la luz a lo largo de los siguientes meses:

 

(1) Introducción

(2) Higienismo

(3) La Medicina Social, según Virchow

(4) La Medicina Social según Foucault

(5) Degeneracionismo y Eugenesia

(6) La alianza entre Medicina Social, Regeneracionismo y Eugenismo en España

(7) Ciudad y Biopolítica (la beneficencia, la higiene municipal y la ciudad higiénica)

(8) El “homo higienicus”

(9) Biopolítica, Tanatopolitica y Promoción de la Salud en el nazismo

(10) La gestión de riesgos para la salud

(11) Biotecnología o la Biopolítica del siglo XXI

(12) ¿Biopolítica afirmativa?

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Francisco Vazquez García, tal como aparece en el blog «Filosofia en Cadiz»

 

 

La nación española: organismo enfermo y degenerado

 

Según Francisco Vázquez[1]: “La representación de la nación española como un organismo enfermo y degenerado encontraba una ilustración acabada en el catastrófico estado sanitario del país (sólo un ejemplo: en Bilbao, Sevilla, Cádiz y Valladolid, el índice de mortalidad es superior en once puntos a la media europea, equiparable al de ciudades como Bombay o Calcuta en la misma época). Los principales intelectuales del regeneracionismo y de la corriente krausopositivista habían enfatizado la importancia de la cultura sanitaria para la salvación de la patria, y habían defendido el liderazgo de los técnicos (frente a los políticos y leguleyos) en la empresa regeneradora. Los facultativos relacionados con la administración sanitaria –como Ángel Pulido, Martín Salazar o Murillo Palacios- interpretaban las elevadas tasas de mortalidad infantil y de morbilidad con un síntoma de degeneración de la raza. La Medicina social asumía la tarea de analizar las variables del medio ambiente proponiendo medidas que regularan adecuadamente la relación entre los obreros y sus condiciones de vida. Pero esta atención al entorno causante de las patologías sociales debía completarse con una intervención sobre la herencia misma y sobre las condiciones de su transmisión. De este modo la Medicina social se entrelazaba con una política eugenésica”.

 

“En España, la recepción de éste discurso vino a coincidir en el tiempo con las aspiraciones del movimiento regeneracionista. El problema no era, como en la Gran Bretaña de Galton, la existencia de una “clase residual”, de un subproletariado misérrimo contemplado como fuente de desmanes y calamidades. La descomposición del organismo nacional, cuyo signo culminante fue el desastre del 98, tenía que ver, según los regeneracionistas, con el estancamiento de una sociedad escindida entre unas clases poseedoras egoístas, corruptas e indolentes, y unas clases populares degradadas por la ignorancia y la pobreza. La coyuntura se expresaba asimismo en la degeneración biológica del español –el ensayo de Max Nordau que popularizó este concepto, Degeneración (Entartung), se editó en España en 1902-, en el lamentable estado sanitario de la nación”.

 

Retrato de Joaquin Costa, ideologo del regeneracionismo.

 

La Medicina Social como prevención de la degeneración nacional y garante de paz social


En el texto de Francisco Vázquez se incluye ésta interesante cita de Jose Francos Rodriguez [2] que ilustra el papel amortiguador de la lucha de clases que ejerció la medicina social española.


“Entre nosotros el peligro de la degeneración orgánica es evidente. No hay más que entrar en una escuela, recorrer los departamentos de una fábrica, asistir a un desfile de soldados; los niños raquíticos, los hombre y mujeres anémicos, los mozos de talla escasa y cuerpo desmedrado nos anuncian que España tiene en abandono cuanto atañe a la salud pública (…) El amor a la vida, el respeto a la vida, no representan un empeño epicúreo, sino una finalidad altamente moralizadora. El fundamento de la riqueza de los pueblos es la vida de los hombres. Cada niño que sucumbe, cada joven que perece, cada hombre maduro que muere, representan pérdida en el capital colectivo, y estas pérdidas contribuyen a la desmoralización, a las sacudidas violentas, a los estragos que afligen a las sociedades modernas. Salud del cuerpo es la alegría en el alma, risa, optimismo, generosidad, expansión. Pan escaso, aire impuro, vida corta, producen el odio revolucionario, la ira demagógica. Más se hace con medidas de higiene que con todas las de represión que adopten las autoridades contra las reclamaciones airadas de la muchedumbre. Por lo mismo los médicos podemos ser mensajeros de una paz que en vano se busca con bandos de buen gobierno; podemos y debemos serlo para cumplir altas incumbencias y estimular a los Poderes públicos, siempre reacios a proceder con diligencia cuando se trata de estos asuntos. Hasta los partidos que se nutren con el proletariado, usan de modo secundario las reclamaciones a favor de la salud, prefiriendo las campañas en contra de tiranías imaginarias, cuan hay tiranos mayores que destruir, como los llamados anemia, tuberculosis, sífilis y alcoholismo”

 

Sello de la II República con la imagen de José Francos Rodriguez (1862-1931)

 

Madrazo y la promoción de la raza

 

Enrique Madrazo, adelantado de la Eugenesia en España con la publicación de su Cultivo de la Especie Humana. Herencia y Educación (1904), encarna a la perfección esta simbiosis entre eugenismo y regeneracionismo. En su obra proponía la creación de un Centro para la Promoción de la Raza, cuya función sería poner remedio al declive biológico sufrido por los españoles. Madrazo insinúa ya un distingo que tendrá un largo porvenir. Por una parte una eugenesia negativa, dedicada a localizar y eliminar aquellos grupos de población que suponían una amenaza biológica para el organismo nacional: enfermos mentales, disminuidos físicos, delincuentes y gitanos, principalmente. Madrazo no dudaba en defender la castración obligatoria, la expulsión e incluso la destrucción, al menos en relación con la raza gitana. Por otra parte esbozaba un programa de eugenesia positiva, destinado a estimular la reproducción de los individuos más aptos e inteligentes. Aquí se inscribe su defensa de la educación para padres y de la pedagogía sexual.”

 

 

Enrique Madrazo (1850-1942). Entre las medidas de eugenesia negativa, para promocionar la regeneración de la raza española, Madrazo incluía la eliminación física de los gitanos en España.

 

 

La salud materno-infantil, como estrategia biopolitica

 

“La familia, encarnación de intereses privados, ya no es, como sucedía en la gubernamentalidad liberal clásica, un interlocutor con el que el Estado llega a compromisos y alianzas estratégicas, respetando siempre su condición de recinto inviolable. Se trata ahora de un instrumento de la autoridad para civilizar a las clases populares, previniendo la degeneración. La nueva articulación del nexo Estado-familia –que es más un desiderátum de los reformadores sociales y burócratas de la salud pública que una realidad efectiva- se concreta en una doble estrategia. Esta consiste por una parte en la protección de los miembros más débiles del círculo doméstico –la infancia y la mujer, excluidos del mecanismo de los seguros sociales- y por otra en la crítica de la vida pública, despreocupada y proyectada al exterior, del varón. La infancia, “porvenir de la raza” y patrimonio biológico de la nación según los eugenistas, es a la vez una infancia en “peligro” (preocupación por la mortalidad infantil, el trabajo de los niños, si instrucción, su posible corrupción moral) y “peligrosa” (delincuentes infantiles o “micos”, prostitución infantil, anormales, “pequeños perversos”).

“Esta preocupación por los miembros débiles del hogar se concreta en una multitud de leyes e instituciones creadas desde comienzos del siglo XX. Por otro lado se produce una promoción general de la mujer en las clases populares, de sus abnegadas y superiores funciones en la casa, de su papel regulador y “de orden” respecto a la indiferencia y despreocupación del marido, la necesidad de fomentar su instrucción. La “maternidad”, por otra parte, se valora como un bien nacional que el Estado debe preservar. Entre 1900 y 1931, cuando se aprueba el seguro obligatorio de maternidad, se sucede la puesta en marcha de medidas legislativas y la instauración de organismos dedicados a la protección de la maternidad. Al mismo tiempo, las formas públicas de sociabilidad masculina son contundentemente rechazadas porque disipan la vida del hogar, fomentan la desidia del padre ante sus deberes como esposo y educador de la prole (tabernas, garitos, casinos, espectáculos inmorales, burdeles, amancebamientos)”.


En España morían antes de la República 100.198 niños al año. Hoy para evitar esto el pueblo dispone de los servicios de Higiene Infantil. Autor: Babiano Firma: Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad. Fuente: www.elcantodelbuho.org


 

La salud sexual y reproductiva

 

La preocupación eugenésica por regular las conductas procreadoras se concreta en una multiplicación de la literatura psiquiátrica, antropológica, jurídica y pedagógica consagrada al problema de la sexualidad. A partir de la década de 1920 y durante toda la vigencia del régimen republicano, la “cuestión sexual” se convierte en un tema tan recurrente y obsesivo como la “cuestión social”. En cierto modo, la popularización de la Eugenesia en las décadas de los veinte y de los treinta vino de la mano del reformismo sexual auspiciado por sus partidarios. La suspensión gubernativa del Ier. Curso Eugénico Español que tuvo lugar en 1928, la celebración de las Primeras Jornadas Eugénicas Españolas en 1932, fueron acontecimientos que tuvieron eco en toda la prensa nacional.”



Polivalencia ideológica de la eugenesia en España

 

“Lo que hace especialmente interesante al pensamiento eugénico durante el primer tercio del siglo XX –en España y en el resto del mundo- es su polivalencia ideológica, lo que le permitía –preservando su aura de neutralidad científica- imbricarse en discursos políticos diametralmente enfrentados. Se puede encontrar una eugenesia de impronta positivista y anticlerical, como en los argumentos de Madrazo, pero también una eugenesia conciliada con el catolicismo, como en el teólogo Torrubiano Ripoll o en Marañón. Destacados intelectuales republicanos de izquierdas, como Luis Huerta, Jiménez de Asúa, Enrique Noguera o Rodríguez Lafora, se adhieren al movimiento eugénico, pero también cabía una eugenesia de extrema derecha, como en los casos de Salas Vaca, Vital Aza o Vallejo Nájera. El socialismo –a través de Jiménez de Asúa y de Hildegart Rodríguez, la “Virgen Roja”- y el anarquismo –con los doctores Isaac Puente y Martí Ibáñez como figuras destacadas- también hicieron suya la eugenesia. Estimaban que podía convertirse en un instrumento revolucionario, emancipador de los trabajadores por medio de una sexualidad libre y de un control de la natalidad que descargaría a los trabajadores del lastre que implicaba una prole numerosa”.


“Desde el punto de vista legislativo, el programa eugenista se sustanciaba en una amplia serie de propuestas. Algunas eran compartidas por todos los vinculados al movimiento reformador; otras eran objeto de disputa. En todos los casos las medidas implicaban la intervención estatal en el ámbito otrora reservado del matrimonio, la vida familiar y las conductas procreadoras: certificado médico prenupcial obligatorio, para evitar las uniones conyugales morbosas; aborto eugénico; investigación obligatoria de la paternidad; derecho al divorcio; indistinción legal entre hijos legítimos e ilegítimos; supresión de la prostitución reglamentada; tipificación del delito de contagio venéreo; introducción de la educación sexual en el currículo escolar y esterilización forzosa de delincuentes y anormales. Algunas de estas propuestas serían aprobadas por el Parlamento republicano; otras se debatirían intensamente durante este periodo. En último término, el horizonte del programa eugenésico, más allá de su polivalencia ideológica, era la subordinación del derecho, de las libertades individuales, a la norma biológica, a la salud de las poblaciones; del poder de soberanía al biopoder.”

 

 

Arriba: Retratos del Dr. Antonio Vallejo Nájera (1889-1960). Abajo: Reclusos en el campo de San Pedro de Cardeña. Como jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del régimen franquista, le fue encargado un estudio que demostrase la inferioridad mental de las personas de ideología marxista.Según Eduard Pons Prades en su obra “Los niños republicanos” (editado en RBA, 2005), Antonio Vallejo-Nájera «dirigió, en 1938, un estudio sobre los prisioneros de guerra republicanos, para determinar qué malformación llevaba al marxismo. O sea: iba en busca del gen rojo.» Para llevar a cabo el estudio, se utilizaron dos grupos: uno de prisioneros miembros de las Brigadas Internacionales y otro compuesto por 50 presas malagueñas. Algunas de las conclusiones del estudio realizado por Vallejo-Nájera, que dieron soporte ideológico-“científico” al robo de niños a las prisioneras republicanas para su “regeneración”, son las siguientes:

«La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible».( La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española; A. Vallejo-Nájera, 1939). Mas información en Wikipedia: Antonio Vallejo Nájera)

 

El estudio sobre los prisioneros de las brigadas internacionales (y otros prisioneros republicanos) se hizo en el campo de prisioneros de San Pedro de Cardeña (Burgos). (Ver imagen derecha). Fruto de este trabajo escribió ‘Biopsiquismo del Fanatismo Marxista’ y desarrollado entre 1938 y 1939. (Fuente: E. Pérez Barredor. “Tras el gen del diablo”. Diario de Burgos Digital. 22 junio 2008. Para más información, os recomiendo leer el artículo)[

 

 

La medicina social en España: al servicio de la burguesía y docil en las dictaduras

 

El afán reformista de la medicina social en España no dejó de buscar el disciplinamiento de la clase obrera dentro del “Status quo” socioeconómico y político, representado por el capitalismo surgido en el siglo XIX bajo sus diferentes formas políticas (monarquía parlamentaria, república, dictaduras, etc.). Se buscaba recortar los excesos del impacto del proceso de industrialización, urbanización y explotación en la salud de los trabajadores, evitando el contagio de enfermedades, asegurando una fuerza laboral útil y amortiguando cualquier exigencia revolucionaria. Este proceso de “tamponamiento” y “encuadramiento” se buscaba, como ya dijimos cuando tratamos del Higienismo, con medidas de educación y moralización. Durante la dictadura del general Franco, el reformismo social se deja en manos del estado y la medicina social se refugia en un  discurso “apolítico”, bajo el ala tecnocrática de la microbiología.

 

Ésta fue la orientación política general de la medicina social en nuestro país hasta el final de la dictadura franquista (y en algunos aspectos, cabría pensar que sigue vigente actualmente). Sin embargo, hubo significadas excepciones, especialmente en el paréntesis de la Segunda Republica, que comentaremos al final. Para ilustrar ésta afirmaciones, leamos varios extractos del imprescindible texto de Estaban Rodríguez Ocaña[3]:

 

“Contra la pobreza, la ignorancia y perversidad de los obreros se dispuso un programa de “moralización” que incluía instrucción, religión, previsión o ahorro y buena conducta, a lo que habrá que unirse la regulación de la jornada y alguna estabilidad de salario para favorecer el acceso a la propiedad de una vivienda, auténtica garantía de orden y moral[4]. No menos crucial sería la beligerancia higienica contra el influjo de doctrinas perniciosas, tales como el panteísmo, el materialismo, e ateismo o el socialismo. En palabras de Méndez Álvaro[5]: “Toca también la higiene, y en ello no cabe escasa gloria, hacer ver a la generación presente los tristes efectos de las perniciosas doctrinas filosóficas que cunden…de sus funestas inspiraciones…obtendrá…la languidez, la enervación, la enfermedad, la imposibilidad de gozar, el disgusto, el tedio, la muerte…Tal es la influencia del materialismo en la salud”

 

Arriba: Pintura que representa una huelga minera de principios del XX. Abajo: Sesión del Senado en 1904 (no he podido identificar el autor y titulo de ambas pinturas)

 

 

Según Rodríguez Ocaña, “la clase obrera era objeto de estudio y objeto de la practica medico social conservando su condición subordinada. A esta circunstancia puede deberse la ausencia de enfrentamiento entre los defensores del laboratorio y los médicos sociales, participes, en definitiva, de un mismo fin: “la regeneración sanitaria”.

 

“Lo que siguió fue un proceso de remodelación de objetivos, la reforma social fue dejada en manos del poder-por fuerza mayor: dictaduras de Primo de Rivera y Franco, salvo el proceso de entusiasmo social que supuso el paréntesis republicano, y la Medicina Social abandonó los ateneos y otros foros populares para restringirse a los círculos especializados, académicos y de la administración sanitaria. En las particulares condiciones políticas posteriores a 1939 la asepsia ideológica obligada redujo a disciplina a apéndice de la Microbiología, con abandono de técnicas, problemas y objetivos sociológicos.

 

 

La medicina social “revolucionaria”

 

Sin embargo, la historia también está jalonada de médicos sociales con autentico y sincero afán de cambio social y quienes vieron el origen de los problemas en la injusticia social de la estructura de poder existente. Desde ilustres figuras, profesionalmente reconocidas, como el presidente del Institut Medic-Social de Catalunya, Jaume Queraltó i Ros (1877-1940), que simultaneaban su “preocupación por “la vigorización de la raza” con su simpatía por las ideas anarquistas, hasta anónimos médicos al servicio de la clase obrera, cuyos discursos descubrimos en el interesante artículo de Isabel Jiménez-Lucena en la revista Dynamis [6] y su revisión de la prensa obrera de los años 30 (Mundo Obrero y Solidaridad Obrera). Como es el caso del médico anarquista Javier Serrano, ”… quien sostenía que  los médicos tenían una función revolucionaria que cumplir en aquellos momentos: demostrar que la causa de las enfermedades y del sufrimiento del hombre estaba relacionada con preocupaciones y circunstancias económicas (falta de trabajo, «la lucha en nuestra mente» para buscar el pan cotidiano); descubrir el crimen infinito que ocasionaba el «parasitismo burgués»; combatir el capitalismo como fundamental deber de todos los médicos, si buscaban la salud de la población” [7]

 

La enseñanza de la higiene podría ser “enormemente subversiva”, pues “si el proletariado supiese lo que es indispensable para conservar la salud; si se diese cuenta del modo miserable con que el capitalismo agota sus energías, arrojándolo a los lechos del dolor, sin recursos para poder curarse; todas las bayonetas serían impotentes; para contener el clamor del pueblo».

 

Cartel de la prensa anarquista y organo de expresión de la CNT: «Solidaridad Obrera»

 

Y esto… ¿a qué les suena a los actuales autodenominados “epidemiólogos sociales”, empeñados en demostrar con la ayuda de estadísticas, riesgos relativos, técnicas bayesianas, S.I.G.  y  complicados mapas, la relación entre enfermedad y clase social? ¿Tiene algo que ver con el valor dado a la información sobre “determinantes sociales de salud”, como instrumento de desenmascaramiento de “la araña” tejedora de “la telaraña de causas”[8] de las enfermedades, de “toma de conciencia” de los explotados y “empoderamiento comunitario”? ¿No deberíamos mirar hacia atrás, hacia la genealogía de la medicina social en nuestro país, hacia su función biopolítica, para entender las razones de su nacimiento, sus inmensos condicionantes epistemológicos y prácticos y, sobre todo,  para aprender de los errores y aciertos de nuestros anteriores colegas, los médicos sociales del XIX y XX?

 
En la próxima entrega de esta serie sobre «Salud Pública y Biopolítica», hablaremos de (7) Ciudad y Biopolítica (la beneficencia, la higiene municipal y la ciudad higiénica)


[1] Francisco Vázquez García. Nacimiento de la Biopolítica en España (II). en blog “Filosofía en Cadiz2. Mayo 2006

[2] FRANCOS RODRÍGUEZ, J.: “Propaganda Médica”, El Siglo Médico (1918), p. 702

[3] Rodríguez Ocaña, Esteban. La constitución de la medicina social como disciplina en España (1882-1923). Colección textos clásicos españoles de la Salud Pública nº 30. Ministerio de Sanidad y Consumo. Madrid 1987. El libro está agotado, pero podéis conseguirlo en grandes bibliotecas como la de la Escuela Nacional de Sanidad y en alguna librería de “viejo”. Espero que el ministerio se anime a reeditar esta estupenda colección de textos clásicos dirigida por exprofesor José María López Piñero.

[4] ¿No os suena esto? ¿No lo relacionáis, por ejemplo, con la preocupación actual por la dificultad de acceso a la vivienda, por la combinación de precios altos con  empleos inestables, y sus consecuencias “morales” en la juventud, como falta de fe en el futuro y en el valor del ahorro y consecuente  inversión “hedonista” en el presente? ¿No tendría que ver con la preocupación social y de la salud pública por la juventud como “objeto y sujeto de disciplinamiento” a partir del imaginario depositado sobre ellos: “sexo inseguro”, botellón, drogas, anorexia, etc.?

[5] Méndez Álvaro, F. De la actividad humana en sus relaciones con la salud y el gobierno de los pueblos. Madrid. Imp. M. Rojas. 56 pp.

[7] FANTASMA U. Serrano]. La Salud del pueblo es suprema ley. Solidaridad Obrera, 26 marzo 1932; El desconcierto farmacéutico. Solidaridad Obrera, 3 abril 1932. Citados en el articulo anteriormente mencionado de Jimenez Lucena.

 [8] Krieger N. Epidemiology and the web of causation: has anyone seen the spider? Soc Sci Med 1994;39:887–903

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6 comentarios

  1. […] Limitaban con el arrabal sur (al otro lado de la cerca): el barrio de Peñuelas y las industrias como el Gasómetro, que serian englobadas en el ensanche Sur de la reforma de Castro, pero que, como veremos en la siguiente entrega, tuvo un desarrollo limitado (entre otras cosas, por la fuerte presencia del ferrocarril), y por ello, sus barrios no dejaron de tener las características estadísticas de mortalidad propia de los barrios bajos (por ejemplo el de Santa Maria de la Cabeza con una alta mortalidad). La miseria imperante en este yermo e insano territorio que se extendía desde las rondas (rondas de Toledo, Segovia, Valencia y Atocha) a las orillas del rio Manzanares (nos referimos al tramo de orilla desde la actual plaza de Pirámides a la actual plaza de Legazpi, en el actual distrito de Arganzuela), habitado por pobres de solemnidad, que apenas sobrevivan con el trabajo jornalero, la mendicidad o la prostitución, junto con tratantes de ganado y una segregada comunidad gitana, es detalladamente descrito en las novelas de Benito Pérez Galdos y de Pio Baroja. Fue también objeto de la preocupación de los salubristas de entonces como J. Vargas, Mendez Alvaro o Philip Hauser, que denunciaron las condiciones de vivienda y alimentación de estas clases populares, advirtiendo, ya entonces, a las clases dirigentes que su abordaje era la mejor vacuna contra el avance del socialismo y del comunismo (!) (ver: “La alianza entre Medicina Social, Regeneracionismo y Eugenesia en España”) […]

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