Salud Pública y Biopolítica (7): Ciudad y Biopolitica (la beneficencia, la higiene municipal y la ciudad higiénica)

Por Javier Segura del Pozo

Médico salubrista

 

La ciudad es el escenario que dio origen a la Biopolítica. A lo largo del siglo XIX va generándose una inquietud por la progresiva urbanización, asociado al fenómeno de la pobreza y el crecimiento del proletariado industrial y sus reivindicaciones. Se empieza a considerar a la ciudad como fuente de la degeneración de la raza o la nación, que se visualizaría, tanto en fenómenos como la prostitución, la homosexualidad, el alcoholismo, la criminalidad, las enfermedades venéreas y mentales, como en la insalubridad fruto de una infraestructura insuficiente y un urbanismo atrasado para las nuevas necesidades. La burguesía siente que tiene que disciplinar a la ciudad y a las capas de población más amenazantes para su salud (contagio de enfermedades infecciosas), su estatus social y su posición económica. Varias estrategias se pondrán en marcha para este disciplinamiento: uno será la atención de los pobres a través de la Beneficencia (gestionada desde los municipios y diputaciones), otro será una nueva forma de preocupación médica por el medioambiente (higiene municipal o medicina urbana), con bases más científico-técnicas y finalmente, espoloneado por la anterior, un nuevo urbanismo, enfocado, primero, al control de la insalubridad, y luego, a crear una ciudad higiénica y saludable.

El Puente de Toledo (en Madrid), a principios del siglo XX. Fuente: www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/pio%20baroja.htm

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Esta entrega forma parte de la serie de “Salud Pública y Biopolítica”, junto con algunos artículos anteriormente aparecidos y otros que verán la luz a lo largo de los siguientes meses:

 

(1) Introducción

(2) Higienismo

(3) La Medicina Social, según Virchow

(4) La Medicina Social según Foucault

(5) Degeneracionismo y Eugenesia

(6) La alianza entre Medicina Social, Regeneracionismo y Eugenismo en España

(7) Ciudad y Biopolítica (la beneficencia, la higiene municipal y la ciudad higiénica)

(8) El “homo higienicus”

(9) Biopolítica, Tanatopolitica y Promoción de la Salud en el nazismo

(10) La gestión de riesgos para la salud

(11) Biotecnología o la Biopolítica del siglo XXI

(12) ¿Biopolítica afirmativa?

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La Beneficencia

 

A principios del siglo XIX se produce un importante cambio en la gestión de la atención sociosanitaria de los pobres. Merced a las ideas liberales que se generan en las Cortes de Cadiz de 1812, se considera que ésta atención debe pasar de estar en las manos caritativas de la Iglesia y sus religiosos, a ser gestionada por médicos contratados de forma estable por los ayuntamientos. La descentralización de esta atención a nivel local o provincial permitiría su despolitización. Estos nuevos dispositivos asistenciales, llamados Beneficencia, que fueron uno de los núcleos de la después llamada Sanidad Municipal, permanecieron vigentes durante casi 170 años en nuestro país hasta 1990, cuando uno de los gobiernos socialistas de Felipe González eximió (por decreto estatal) a los ayuntamientos de la atención al Padrón de Beneficencia.

 

 

Cadiz,a  principios del siglo XIX. Fuente: El Cadiz de las Cortes del XIX www.kalipedia.com

 

 Veamos como lo cuenta Francisco Vázquez[1]:

 

“Otra medida importante, impulsada desde las Cortes de 1812, es la reestructuración del aparato asistencial. Durante el Antiguo Régimen éste estaba en manos de la Iglesia –particularmente los hospitales y casas de misericordia- o controlado directamente por los órganos de la Monarquía absoluta. Se consideraba que el imperio de la caridad eclesiástica dirigida por parroquias y órdenes religiosas favorecía la limosna y la mendicidad, inmovilizando una fuerza de trabajo necesaria para la prosperidad nacional (“manos muertas”). Desde 1812 se traslada la beneficencia al poder civil, siendo los ayuntamientos los encargados de velar por los establecimientos de beneficencia y las diputaciones de supervisar el correcto cumplimiento de sus fines. La Ley de Beneficencia del Trienio, en 1822, crea las Juntas Municipales de Beneficencia, donde pierden protagonismo los eclesiásticos en detrimento de los médicos. Estos principios legislativos de 1812 y 1820 proclives a la municipalización y a la provincialización –frente al centralismo dirigista propio de la policía- por una parte y a la secularización, por otra inspirarán las sucesivas leyes de Beneficencia aprobadas entre 1833 y 1852″.

 

«La Iglesia pierde hegemonía en la gestión asistencial, pero conserva e incluso acreciente sus bazas en el curso de todo el proceso. La nueva política secularizadora, con oscilaciones que llevan a una tendencia regresiva en los gobiernos moderados o tras el Concordato de 1851, es contraatacada por la Iglesia con el apoyo al movimiento carlista o con la creación de nuevas órdenes religiosas de vocación asistencial o dedicadas a la enseñanza: Hijas de la Caridad (1802), Hermanas de Santa Ana (1804), Congregación de Carmelitas de la Caridad (1826), Hermanas del Santo Ángel de la Guarda (1839), Siervas de María (1851), Instituto de Nuestra Señora de la Consolación (1858), Oblatas del Santísimo Redentor (1864), Hermanas Filipenses (1865), etc.»


«El creciente protagonismo de los médicos en el dispositivo de las juntas locales es evidente; los facultativos tendrán asignada una plaza pagada por las municipalidades, las cuales no podrán despedirlos sin el consentimiento de las Juntas de Beneficencia y las Diputaciones Provinciales.»

 

Cola de gente ante una institución de caridad (Asociación Matritense de Caridad) en Madrid. Fuente: www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/pio%20baroja.htm

 

«La “beneficencia”, concepto que definía a las intervenciones biopolíticas del liberalismo clásico, se caracterizaba por actuar sobre las calamidades sociales derivadas de la economía de mercado, considerándolas como una especie de Faktum, una realidad dada y natural. La mortalidad infantil desmedida, la malnutrición crónica, la mendicidad, las epidemias, el hacinamiento urbano, la prostitución, la criminalidad, todo lo que los filántropos e higienistas incluían bajo el rótulo de “pauperismo”, era afrontado como un proceso natural que debía ser prevenido mediante estrategias de moralización encaminadas a inculcar en la clase trabajadora el sentido de la prudencia, la restricción en el gasto y en la licencia de las costumbres.»

 

«La prevención de los peligros descansaba en el disciplinamiento individual. Se ponía mucho cuidado en despolitizar y descentralizar los asuntos relacionados con la beneficencia y la salud pública, por eso, en la tradición española del liberalismo clásico –desde la Constitución de 1812- estas competencias no recaían en la administración estatal, que era la encargada de las cuestiones propiamente políticas, sino en las municipalidades y las diputaciones. La salud pública, la beneficencia, del mismo modo que las transacciones económicas en la esfera del mercado, eran ámbitos prepolíticos según la perspectiva del liberalismo clásico español. Para los liberales doceañistas y veinteañistas, uno de los errores del Despotismo ilustrado consistía precisamente en haber querido reglamentar estatalmente estas cuestiones que afectaban a la vida personal de los ciudadanos y que se atendían más correctamente allí donde los particulares se relacionaban entre sí, esto es, a escala local y provincial.»

 

 Sevilla: Triana, calle de la Pureza, principios del XX. Fuente: www.oldpostal.com

 

 

La higiene municipal

 

Tal como contamos en nuestro articulo dedicado a la medicina social, según Foucault (ver apartado de “Medicina Urbana”), tanto desde los médicos contratados por los ayuntamientos para la Beneficencia, como desde otros ámbitos de la medicina, hay una progresiva preocupación por la insalubridad de las ciudades y por aplicar nuevos conocimientos científicos y tecnologías (provenientes de la química, ingeniería, estadística) a estudiar, solucionar o controlar estos problemas y a preservar la vida y la actividad económica. Dentro de la línea de los estudios medico-sociales sobre la situación higiénica de las ciudades españolas están las obras del médico eslovaco de origen judío, Felipe Hauser y Kobler (1832-1925), que residió la última mitad de su larga vida en Sevilla (1882-1893) y en Madrid (1893-1925). Fruto de su estancia, tenemos las precisas “radiografías” que hizo sobre la higiene de ambas ciudades: Estudios médico-topográficos de Sevilla (1882-1884) y Madrid desde el punto de vista médico-social (1902)

 

Izquierda: Lavaderos en el rio Manzanares. derecha: Fuente de Puerta Cerrada en 1900. Fuente: www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/pio%20baroja.htm

 

 Con el desarrollo de la bacteriología y el descubrimiento de las vacunas, se incorporará a la higiene municipal nuevas actividades como la producción y la aplicación de vacunas, el control de los agentes y vectores de las enfermedades infecciosos (desinfección, desratización y desinsectación), la lucha antirrábica, el análisis del agua de bebida, el control de la higiene de los alimentos, el control sanitario de mataderos, que se unieron a la llamada por Monlau “policía bromatológica”, y la lucha contra el fraude alimentario. Ello se hizo a través de la creación a finales del XIX de los institutos y laboratorios municipales de higiene en las grandes ciudades españolas, como Madrid y Barcelona. Los laboratorios municipales se inspiraron en el modelo francés, con una doble vertiente de actuación en el campo higiénico sanitario y en el control de los establecimientos y productos fabriles. Tuvieron una plantilla multiprofesional (químicos, ingenieros industriales, etc.,), aunque la profesión farmacéutica dominó en su dirección .[2]

 

 

El Urbanismo como Biopolítica

 

Como dice Joel Outtes[3], si el concepto foucaultiano de bio-poder incluye la regulación de aspectos del cuerpo humano como movimiento, libertad de ir y venir, salud, juventud, edad, sexualidad y otros, el urbanismo se puede considerar un biopoder por el impacto que sus decisiones tienen  en el cuerpo humano (limitaciones en la libertad de movimiento, el cierre de ciertas áreas para determinadas actividades, la ubicación de ciertas instalaciones, la segmentación funcional del espacio urbano, la regulación del espacio de socialización, la separación entre barrios burgueses y obreros). La alianza entre la medicina y el urbanismo hará más evidente esta biopolitica sobre el espacio urbano que buscaba disciplinar la sociedad a través del disciplinamiento de la ciudad. Los movimientos de reforma urbana formaron parte de los movimientos de reforma social de finales del XIX y primeras décadas del XX. El interés en el medioambiente urbano y su salubridad estuvo en el centro de la reforma social.  La forma en que los higienistas veían la ciudad en el siglo diecinueve fue crucial para la legitimación del urbanismo como una nueva disciplina.

 

 

 

 Dos imagenes del centro de Madrid: izquierda, una vacia calle de Alcalá a principios del XX; derecha, la rebautizada avda de Jose Antonio (Gran Via) en la postguerra. Fuente: www.oldpostal.com

 

 

La ciudad higiénica

 

La alianza entre higienistas y urbanistas dio lugar a proyectos de reforma urbana como los que se dieron en Sevilla, con el proyecto de creación de una estación invernal en el ensanche, basado en las ideas regeneracionistas del médico Enrique Lluria y Despau (1862-1925). ”Lluria suspiró por un hombre «nuevo» generado o regenerado por un nuevo modelo de ciudad y consecuentemente otorgó a ésta ese poder regenerador. Un hombre «nuevo» que sería físicamente más sano, salud que adquiriría por medio del ejercicio físico y muy especialmente la práctica de actividades deportivas[4]. La propuesta de Lluria se refuerza con una curiosa carta que le dirige Santiago Ramón y Cajal, apoyando su proyecto y en la que, en base al conocimiento adquirido en sus viajes a Inglaterra y Estados Unidos, defiende las virtudes del ejercicio físico y el modelo anglosajón  de viviendas y escuelas higiénicas, que, según él, explicarían “el dominio y hegemonía de la raza anglo-sajona”:

 

 “Esa clase media, de cuyo seno han de salir los sabios, los artistas, los políticos, los industriales y los guerreros, es allí lo mejor de la raza. Lo cual procede, tanto de la educación física, cuanto de la aplicación del principio anglo-sajón: “cada casa una familia, y la casa en el campo”. En efecto, el niño de la clase media y adinerada, criase al aire libre, en medio de las praderas y bosques que rodean el suntuoso hotel paterno, o la sana y cómoda casita de madera del modesto industrial; recibe a domicilio la primera enseñanza, y, si los recursos de la familia no consienten el lujo de un preceptor o de una gobernante suiza, asiste a escuelas amplias, cómodas, higiénicas, situadas en el campo y rodeadas de espléndidos jardines; y cuando, llegado a la adolescencia, es preciso trasladarlo a la ciudad y someterlo al régimen enervante de la universidad, los maestros y preceptores combinan sabiamente la instrucción científica con los ejercicios físicos del gimnasio y con los deportes al aire libre: todo lo cual sirve admirablemente los fines prácticos de la educación, templando el ánimo para las grandes empresas, infundiendo acometividad y resolución, y preparando admirablemente para la acción viril y las luchas pacíficas del trabajo”.

 

“Nosotros, por el contrario, criamos nuestros hijos en las angostas, obscuras y mal sanas habitaciones de populosas ciudades, les encerramos en escuelas no menos antihigiénicas, sin aire, sin jardines, sin árboles, hacinados en montón, convirtiéndoles en carne propicia a toda clase de infecciones, y paralizamos y torcemos su desarrollo físico y moral. Y no se diga que los pueblos débiles, por compensación”

 

Izquierda: Anuncio de 1930 en la revista «Punch» de una «Ciudad jardin». «Ayer, viviendo y trabajando entre el humo; Hoy, viviendo en los suburbios y trabajando entre el humo; Mañana, viviendo y trabajando al sol en Welwyn Garden City. Derecha: Cartel publicitario «La salud del campo, el comfort de la ciudad. Leitchwoth, la primera ciudad jardin». Fuente: http://www.todoarquitectura.com/v2/foros/topic.asp?Topic_ID=33239

 

Se era cada vez más consciente de la importancia de incorporar los elementos higiénicos en los proyectos de desarrollo urbanísticos. La falta de solución a los problemas higiénicas de una ciudad podía ser un claro freno a su desarrollo económico, como se vio en la Málaga finisecular al fracasar el proyecto de convertirla en estación de reposo para enfermos tuberculosos. El problema estaba en la dificultad en considerarla ”una ciudad saludable”, según el informe de la Comisión Sanitaria que el periódico The Lancet había enviado a la ciudad, en 1904, para evaluar su posible reconocimiento como estación sanitaria de invierno”[5].

 

La burguesa empieza a descubrir el valor de vivir en ciudades higiénicas con espacios verdes y “ventilados”. Por ello se ponen en marcha proyectos de reforma urbana como los ensanches de las grandes ciudades y los proyectos de ciudad-jardín, inspirados en las teorías del inglés Howard, como la Ciudad Lineal de Arturo Soria (ver ciudad jardin en madrid) . En algunos casos, el proyecto higienista también llega a la proyección de barrios obreros, con la construcción de “viviendas baratas”.

 

 

La sanidad municipal de finales del siglo XX: ¿un renacer biopolitico?

 

Haciendo un salto en el tiempo, deberíamos considerar como la sanidad municipal de finales del siglo XX y principios del XXI es heredera de este nacimiento y desarrollo “biopolitico”. Cuando llega la democracia a los municipios a finales de la década de los 70, la higiene municipal de las grandes ciudades está en declive, limitándose fundamentalmente a la atención al padrón de Beneficencia y a las funciones de higiene municipal clásicas antes descritas (control de la higiene de las aguas y alimentos, lucha antirrábica, desinfección y desratización, etc.). Otra funciones de higiene habían sido asumidas a lo largo del siglo XX por la administración estatal de Sanidad.

 

En la década de los 80, la sanidad municipal sufre un importante desarrollo en las grandes ciudades, especialmente a partir de ganar influencia en dos áreas, que nos suenan familiares después del repaso histórico anterior: una, próxima a la higiene privada (individual o familiar) y otra, a la higiene pública. Los ayuntamientos, con el marco teórico y filosófico de la Atención Primaria y la Promoción de la Salud, crearan servicios de planificación familiar, salud materno infantil y salud mental, claramente deficitarios en ese momento en la red de asistencia publica. Mediante ellos, se permitirá dar respuesta a las necesidades creadas por el nuevo proletariado industrial, fruto del desarrollismo de la década de los 60 y 70, que, al igual que 100 años antes, se va aglomerando en la periferia de las grandes ciudades. La necesidad de controlar la natalidad, de reducir la mortalidad maternal e infantil, de atender los problemas de salud mental, de recoger la demanda de una sexualidad desligada de la procreación, dan nuevas alas a la Biopolitica de base municipal, hasta que es sustituida, total o parcialmente, por la Biopolitica ejercida desde la administración central, primero (década de los 90), y desde la autonómica, después (primeros años  del siglo XXI). No obstante, la sanidad municipal, a pesar de haber sido “liberada” de la atención al padrón de Beneficencia, sigue manteniendo en muchas ciudades su papel en la atención a marginados (gitanos, prostitutas, homosexuales, drogadictos, etc.) y a “los nuevos pobres” representados por los inmigrantes económicos (primero, españoles y luego, extranjeros).

 

Logo del proyecto «Healthy cities» iniciado por la Oficina Regional Europea de la OMS, a principios de los 1980′.

 

Por otra parte, el crecimiento caótico y especulativo de las ciudades genera nuevos problemas ambientales. Junto con un tímido desarrollo de la salud ambiental en algunos ayuntamientos, se plantea de nuevo la idea de una alianza entre la medicina y el urbanismo, o, si se prefiere: «la conveniencia de incluir criterios sanitarios en el planeamiento urbano». En este sentido, es inevitable asociar los proyectos como “Ciudades saludables” o “Escuelas saludables”, promocionados en los años 80 y 90 por la O.M.S., con la filosofía y metas antes mencionados de la higiene urbana y de las ciudades higiénicas. La realidad es que en este caso la reivindicación, evidentemente biopolítica, de un mayor papel de lo médico (y los médicos) en el urbanismo y otras políticas publicas municipales, parece haber pinchado en hueso a la larga, si nos atenemos a la periférica situación y mermada capacidad de influencia que, desde mi punto de vista, esta teniendo la Salud Pública en nuestras ciudades a principios de este siglo XXI.

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6 comentarios

  1. ES UN EXCELENTISIMO TRABAJO RECOPILATORIO, LO FELICITO

    CUANDO ESTARÁN LOS PRÓXIMOS CAPITULOS RESTANTES???

    ME PARECEN MUY INTERESANTES LOS TEMAS

    GRACIAS

  2. BUENO YO QUISIERA SABER SI ACA DAN SUGERENCIA DE UNA CASA DE REPOSOS PARA UNA PERSONA DE 50 AMOS PARA QUE SE RECUPERE DE UN DERRAME CEREBRAL GRACIAS

  3. Muy esclarecedor, no quisiera perderme los siguientes capítulos, y si cabe, aún alentar a tanta tarea .Vivo en Argentina, estoy terminando licenciatura en Filosofía, ejercí 28 años la Pediatría, me interesa mucho repensar la Medicina.gracias

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