Poco puedo añadir a lo que publicamos hace 5 años en el blog “Un universo invisible bajo nuestros pies” sobre Chernobil; pero el no disponer de nuevos datos fiables no impide que esta catástrofe cada día este más presente en nuestras vidas y que no debamos olvidarnos de ella como nos ha vuelto a recordar Fukushima.

Monumento en recuerdo a los que murieron en Chernobil

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Antes de dejaros con una serie de noticias publicadas estos días en la prensa quiero hacer una serie de puntualizaciones que pongan de manifiesto la serie de mentiras y medias verdades con que la OMS intenta minimizar los efectos sobre la salud de esta catástrofe.


Veamos la mortalidad por cáncer: es cierto que el desarroloo de un cáncer es multifactorial y que, hasta el momento, desconocemos la mayoría de los factores que influyen en él ahora que decir…(es el momento de reirse un poco) que el tabaco mata más y nos colocan varias cifras absolutas es burlarse de nuestra inteligencia porque en Chernobil vivían unos 7 millones de personas y las cifras han de calcularse sobre esa población no sobre la población mundial o la española, si viene al caso.

Como las ciencias avanzan que es una barbaridad, aunque no tanto como nos cuentan, la mortalidad por cáncer no debería ser un indicador fiable porque no tiene en cuenta la supervivencia y podríamos hablar de incidencia de diagnósticos de cáncer en esas poblaciones. Es decir, si después de su evacuación de la zona contaminada alguien las hubiera seguido para poder contabilizar los diagnósticos.

Veamos unas pocas cifras de diferentes estudios:

El Foro de Chernóbil, un grupo de expertos que aúna a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras agencias de la ONU, cifra en 9.000 las muertes causadas por el escape. La alta radiación a la que fueron expuestas las poblaciones colindantes aumentó en 4.000 los fallecimientos por cáncer, mientras que otros 5.000 serían atribuibles a la radiación que se diseminó por otras regiones

La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer también ha estudiado ampliamente el tema y calcula entre 6.700 y 38.000 las muertes achacables a Chernóbil.

Las investigaciones de Greenpeace, por su parte, arrojaron resultados muy distintos: los científicos contratados por la organización ecologista consideraron que todo aumento en la tasa de tumores se debía a la radiación, sin descontar otros factores como los cambios de hábitos, de forma que obtuvo una horquilla de entre 93.000 y 200.000 muertes debidas a la explosión nuclear.

El Comité Científico de Naciones Unidas para los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR) ha contabilizado 134 muertes producidas directamente por el escape, debido al conocido como síndrome por radiación aguda. De ellas, 31 se produjeron inmediatamente tras la explosión inicial. En total, 600.000 residentes fueron expuestos a dosis muy altas, incluidos los llamados ‘liquidadores’, trabajadores que se encargaron de recoger escombros radiactivos y clausurar la central nuclear. Los cálculos de las agencias de la ONU muestran que un 0,6% de estas personas ha muerto de cáncer debido al accidente. En concreto, los casos de leucemia se duplicaron entre esta población debido a la radiación recibida.

Aparte de este incremento, el problema de salud más notable fueron los casos de cáncer de tiroides, que se multiplicaron entre la población menor de 18 años debido a que la leche quedó contaminada por el yodo radiactivo. El efecto adverso se incrementó, además, por dos motivos: en primer lugar, las autoridades no retiraron la leche a tiempo de la cadena alimentaria y ésta se siguió consumiendo durante largo tiempo. Además, los habitantes de la región mantenían una dieta pobre en yodo, lo que significó que sus glándulas tiroideas estaban necesitadas de este elemento y absorbieron en mayor medida la variante isotópica radiactiva que contenía la leche.

Se han registrado 5.000 casos de cáncer de tiroides entre niños y adolescentes de la región ucraniana.

Los diferentes estudios se contradicen y esto solo nos puede dar una estimación de la magnitud de lo ocurrido. No se trata de hacer terrorismo con las cifras, se trata de aproximarnos a la realidad de una catástrofe con seriedad y extraer las enseñanzas necesarias para que no se vuelva a repetir.

No vale todo con tal de sacar beneficios. La energía nuclear puede ser necesaria mientras se encuentran otras fuentes de energía alternativas, pero no es segura y su peligrosidad va más allá de lo que podemos imaginar porque nadie va a estar aquí dentro de 300, 25000 o más años, que es el período estimado de vida de estos elementos, y sus efectos sí.


Más información en:

Consuelo Ibáñez Martí

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