¿QUÉ TIPO DE TUTOR/PROFESOR DE PRÁCTICUM ERES?

Tal vez el lector accidental de esta bitácora se pregunte por el título de la entrada. Si, por el contrario, el lector nos conoce sabe que hablamos a veces sobre cuestiones académicas y, más concretamente, nos acercamos al prácticum.

La formación de los profesionales de cualquier disciplina es importante, mucho, para el devenir de su profesión. Y no debe ser algo ajeno a los integrantes de la misma, ni a sus instituciones representativas, ni a la Administración como promotora y garante de esa formación. Y más en un tema tan sensible y socialmente trascendente como la sanidad. Por eso nos ocupamos aquí de la formación pre y posgrado de la Fisioterapia.

Somos profesores de Fisioterapia, eso reza nuestro perfil. Tal vez, en calidad de asociados, no tengamos ni merezcamos la misma consideración que los profesores en la “academia”, que ejercen en las facultades. Pero no por ello restemos importancia a los que ejercemos en establecimientos sanitarios y acompañamos a los estudiantes en su contacto con el paciente, en el contexto clínico real para el que se propone prioritariamente su formación.

Tras esta aparente justificación, nos proponemos responder a la pregunta del título. Pero lo haremos con la perspectiva planteada tras escuchar la charla de un investigador en docencia de la educación superior, Javier Pericio Royo (1). En la misma expone, entre un jugoso y retador contenido para los profesores universitarios, los distintos tipos de docente que John Biggs describió ya en 1999 (2). Los sitúa en tres niveles:
Nivel I: expone, enseña, pero de forma “separada” de los estudiantes. Suelta sus contenidos, lo que habrá que estudiar, sin importar su grado de captación por los receptores, sin requerir más elaboración cognitiva. Sería el profesor de la clase magistral, sin mucha interacción con los escuchantes, que responsabiliza al estudiante sobre el aprovechamiento de sus clases y sus resultados.
Nivel II: contrariamente al anterior, se responsabiliza del aprendizaje, se autoasigna esa responsabilidad, procura contenidos, incluso en exceso, con la intención de aportar ”mucho”. Se diría que pone empeño, dedicación, pero el trabajo del estudiante sigue reposando en absorber las aportaciones del profesor.
Nivel III: considera que el peso de lo que se aprende depende de la cantidad y la calidad del trabajo del estudiante. El profesor contribuye ineludiblemente al aprendizaje, pero el elemento sustancial de su labor es el “cómo” hacerlo, cómo provocar, promover, inducir el aprendizaje. Paricio usa la metáfora de que el aprendizaje es “un baile entre dos”, pero incide en que el profesor de nivel III busca hacer la mejor contribución a ese proceso, en el que el protagonista es el propio estudiante. Incluso comenta que eso puede consistir en “plantear problemas” para, con ello, suscitar un razonamiento de alto nivel. Se puede hablar de  “currículo problematizado” desde esta visión.

Esta idea también es ilustrada en su bitácora por Alfredo Prieto (3), con matices adicionales. El profesor de nivel I es aburrido, distante. El de nivel II es divertido, próximo, asequible, con él o ella no es complicado aprobar pero tampoco es fácil aprender. El de nivel III es capaz de alinear los resultados de aprendizaje que desea con lo que pide a sus alumnos. Sería el profesor que exprime, o lo intenta, las posibilidades de su estudiantado.

Ahora, asumiento la relevancia innegable del tutor o profesor asociado en los centros donde se desarrollan las prácticas clínicas, las aulas del prácticum, sugerimos una mirada sobre la traslación de esos niveles. 

Obviamente el tutor de nivel I no interesa al alumnado. Es el que ejecuta, muestra, deja ver, se deja seguir por el estudiante. Dada la diferencia entre el entorno «académico» y el práctico no implica que verbalice su actuación, la explique. Tampoco que reflexione sobre su quehacer, lo comparta o invite a la reflexión. Sólo permite, en todo caso, la observación. Es el tutor por obligación, por imposición o circunstancial. No se siente responsable de enseñar seriamente ni del aprendizaje. A pesar de su indeseabilidad existe. Unas veces por esa imposición por parte del centro, otras por la ausencia de interventoría u ocupación por parte de la universidad sobre la figura del tutor profesional. 

El tutor de nivel II se implica, es afable, predispuesto, ofrece su confianza el alumno. Dada la vinculación, continuada durante semanas, durante varias horas al día, en un contexto menos formal y más flexible que el del aula, se puede llegar a cierto grado de compadreo. A veces con una simetría desjerarquizada quizá bienintencionada, pero que puede relajar un contexto vital de aprendizaje. Estos profesores pueden estar motivados, asumir su papel de docencia inherente a la práctica profesional, pero su guión precisaría orientaciones más formales.

El tutor de nivel III sería aquel que ha decidido, con o sin imposición previa, ser agente de docencia. Quiere enseñar pero, sobre todo, quiere promover aprendizaje. Otorgaría reponsabilidad escalonada al estudiante, con autonomía controlada, creciente; propondría cuestiones, sembraría dudas, invitando a la indagación; incitaría a preguntar y a no asumir acríticamente lo dicho y hecho por su mentor; trataría de integrar el prácticum en el contexto académico, buscando conexiones con la teoría y hablando con los profesores de la misma para invitar a la coordinación; conversaría con los estudiantes sobre las tareas y su relevancia; procuraría conocer circunstancias personales que puedan afectar al prácticum; sería transparente en su manera de evaluar, y lo haría con exigencia, proporcionando retroinformación al alumno sobre su desempeño; procuraría formarse en docencia, profesionalizarla, en el marco de la educación superior y en el entorno práctico; reconocería su ignorancia y asumiría la incertidumbre ante situaciones en las que se manifiesten. 

Aunque parezca un desiderátum, creemos posible aspirar a este último nivel. Si se lograra en el contexto propuesto por Biggs, Paricio o Prieto y, además, en el ámbito del prácticum culminaríamos la misión de contribuir a forjar los profesionales reflexivos, críticos, proactivos, comprometidos que la sociedad demanda a la universidad. Lograrlo, lo hemos dicho más veces, depende de cada uno de nosotros y de las instituciones sanitarias y educativas en las que trabajamos. 

LEER MÁS FISIOTERAPIA.

Referencias:
1. TecnoCampus Didàctic (19 julio 2019). ¿Buena docencia? ¿Qué es eso? – Dr. Javier Paricio Royo [Archivo de vídeo]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=Dm7yk3WdmxQ.
2. Biggs, John B. (John Burville). (1999). Teaching for quality learning at university : what the student does / John Biggs. Philadelphia : Society for Research into Higher Education : Open University Press.
3. Martín Prieto, A. (3 de marzo de 2023) ¿Está alineado tu sistema de enseñanza y evaluación con los resultados de aprendizaje que pretendes lograr? la respuesta de John Biggs (Serie Mis gurús en Educación: John Biggs). Profesor 3.0. https://profesor3punto0.blogspot.com/2017/05/esta-alineado-tu-sistema-de-ensenanza-y.html.

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