universidad vieja – universidad nueva

La universidad española está en crisis. No atraemos alumnos a las aulas, salvo en muy pocas disciplinas.  España no innova, investiga muy poco.

Hay errores de bulto, de concepción, de filosofía. Ante el problema de la falta de innovación, los gestores españoles insisten en el trillado camino de los planes de investigación, de las limosnas periódicas, de los proyectos a tres años. Se dice que universidades e institutos de investigación deben investigar (¡investigar!) con las empresas.  En la educación, se pretende formar a medida, para las necesidades de las empresas.

 

Quienes así escriben no se han dado cuenta del terrible fallo de su razonamiento. No es que no se deba actuar así, es que no sirve para nada. Las empresas son sistemas que cambian con su propio funcionamiento. Son ecuaciones diferenciales que cambian sus propias condiciones de contorno.

 

¿Cómo va la universidad a formar a los jóvenes «para las necesidades de las empresas»? ¿Quien puede establecer cuales son esas necesidades? Las empresas no lo saben. Unas veces necesitan jefes de obra, y dos años después diseñadores y tres años después necesitan creadores y luego oficinistas.

 

En innovación, ¿Cómo podemos saber lo que queremos si lo que queremos no está descubierto? Si el rey Carlos II de Inglaterra hubiera dicho a Newton «Descúbrame la gravedad», hubiera hecho el canelo, pues si ya sabía que existía no necesitaba a Newton. Y si intuía que existía, no podía guiar a Newton en su búsqueda, pues al encargárselo a Newton estaba reconociendo que Newtosn sabía más que él.

 

Propongo aquí, como han hecho otros muchos científicos y docentes, un cambio radical de filosofía.

 

Las sociedades ricas se han hecho ricas no porque alguien haya dicho «Descúbrame la electricidad», sino porque han generado una situación social en la que se podía descubrir la electricidad. Las empresas se han hecho ricas no porque hayan contratado al estudiante que se ha especializado en ser jefe de obra, sino porque han contratado a un profesional que sabe ser jefe de obra, diseñador, calculista y director.

 

Es imposible descubrir lo que a uno le dicen que debe descubrir. Es imposible formar a cien estudiantes simultáneamente para que uno sea jefe de obra, el otro diseñador, el otro calculista, y el otro contable.

 

La solución a este dilema es muy antigua: Es tan antigua como la propia civilización.  Debemos enseñar  a nuestros alumnos  a pensar, a resolver problemas en abstracto, a desarrollar una capacidad de captar información, analizarla y producir resultados, en general. Debemos formar personas, seres racionales, y no máquinas. Podemos hacerlo en Derecho, en Filosofía, en Literatura, en Arquitectura, Ingeniería, Arte, Ciencias y Medicina. Pero en cada una de ellas y en todas, los alumnos no deben adquirir ni «habilidades» ni «capacidades». Deben adquirir la formación para buscar los problemas, analizarlos y resolverlos. Esto se puede hacer, porque se ha hecho muchas veces en la historia de la civilización.

 

 

 

La solución para la innovación es similar: NO podemos descubrir lo que nos dicen que descubramos. Pero podemos crear un ambiente en donde es posible la innovación. Este ambiente debe estar formado por personas motivadas, aplaudidas cuando tienen éxito, que no necesitan limosnear cada tres años, que están dentro de universidades e institutos que siguen las investigaciones año tras año, incorporando constantemente gente joven con ideas nuevas y apoyando esas ideas nuevas. Es una cuestión de escala temporal. La vida útil de un investigador es ahora de 40 años. Debemos insistir en que la renovación de universidades e institutos se adapte a  este periodo, de forma que haya un equilibrio constante en las edades del personal: Gente joven con ideas a probar y gente experta para ayudar a desarrollar esas ideas.  No es posible descubrir lo que a  uno le dicen que descubra, pero en ambientes creativos es empíricamente cierto que los descubrimientos se suceden sin parar.

 

Se trata de eliminar el espíritu de control que está hoy firmemente atrincherado en los órganos de gestión. No sirve de nada dirigir. Sirve de todo facilitar. Y es imprescindible que todos conozcan lo que todos hacen. Hoy día nadie conoce lo que hace el vecino de despacho. No hay bases de datos de los resultados obtenidos.

 

Los intentos habituales están ya superados. Tenemos que volver al  antiguo «aprender y conocer».

 

 

 

 

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4 comentarios

  1. Con lo que dices es muy difícil no estar de acuerdo. Es tan universal y bien intencionado que sólo un golfo confeso puede oponerse.

    Pero donde tu terminas empieza lo difícil. Actuar.

  2. Comentando el comentario de Enrique Cañizo, debo decir que en el MEC estan decididos a impulsar la idea de las "habilidades" y "capacidades", que no hay la menor intención de hacer una base de datos con los resultados de los proyectos, y solo aquellos proyectos que proponen una investigación con éxito garantizado reciben financiación. Asi que no todo es tan bello como nos dice.

    ¿Cómo actuamos? A nosotros nos dejan la palabra. ¿Que mas tenemos?

  3. ¿qué atractivo tiene ir a clase de un profesor que lee un libro o unos apuntes?

    ¿qué atractivo tiene cursar una asignatura que consiste en aprenderse de memoria 40-50-60 fotocopias, soltarlas en el examen y sacar matrícula?

    podemos tener mayores o menores inquietudes, pero desde luego nada ni nadie en la universidad se preocupa (o se preocupó en mi caso) de sacarlas a relucir e incentivarlas

    ¿de quién es la culpa?

  4. Me parece que la innovación requiere de la investigación durarera en el tiempo, pero hoy en dia no se dan las condiciones para una invetigación acabada, pues estamos en un mundo de que todo es desechable, algo me sirvió para salvar un obtáculo lo uso y lo dejo, es una crisis a nivel mundial.

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